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domingo, 21 de abril de 2024

Una fecha de estreno: 6-12-1977

¿Quién es Ben Burtt?

 

Una señal inequívoca de que te sientes mayor es que el ojillo izquierdo va hacia el espejo retrovisor de la vida, en lugar de mirar lo que la carretera te ofrece por delante, el futuro. Por eso estos días, en que he sabido del reestreno de La amenaza fantasma (1999), he estado recordando una fecha, bueno la datación del recuerdo es complicada porque no tengo nada material que lo fije (ni foto, ni tique de entrada, ni de autobús, nada). Así que determinaremos la fecha mediante un método indirecto, algo así como la prueba del carbono 14.

Me estoy refiriendo al día en que mi tía Pura me llevó a la sala Astoria de Bilbao, sita en la plaza Campuzano, a ver La guerra de las galaxias (la que luego Lucas apostillaría como Episodio IV: Una nueva esperanza). Tendría diez u once años. Como comprenderán si ir a Bilbao era como salir de la Tierra, ponerte delante de aquella pantalla era como salir a la Vía Láctea. Fanfarria de John Williams y unos títulos de crédito un poco raros: salen de debajo y se disipan en el horizonte y cuando las notas musicales se  ponen misteriosas, ¡zas!, un crucero estelar donde  viaja la princesa Leia aparece en cuadro. Está siendo atacada por... Y aquí viene el milagro de la composición en el cine que no se me podrá olvidar jamás. George Lucas, director, decide que el destructor imperial de Darth Vader entre por la parte superior del plano. Ustedes pensarán que es una tontería, algo poco determinante. Pues no. La impresión de acojone, de majestuosidad, de poderío, de enormidad y de capacidad de aniquilamiento de aquel destructor entrando por la parte superior del encuadre es inmensa y cautivadora. Un hallazgo compositivo impactante. ¿Original? No lo sé. Tal vez haya habido otro director antes que lo usara.

 

🎬 A falta de presupuesto, imaginen el destructor aquí. 

 

Yo era un niño de diez años, algo más talludito que Totó en Cinema Paradiso, pero había nacido para la sensibilitá como diría el bueno de Jep Gambardella. En casa sólo se compraba El Correo los domingos. No me digan por qué. Así que imagino que mi tía, estoy fantaseando, vería un día tal como el 6 de diciembre de 1977 un anuncio de una peli a toda página en el periódico. Un pastón para el dueño del Astoria en aquella época. Algo así como...

 

Excepcional estreno exclusivo quería decir que sólo en ese cine se podía ver durante un tiempo.  Ahora son las plataformas las que tienen estrenos exclusivos.


Y, claro, ella no se podía privar de ver la mejor película del año. Así que me agarró un domingo y allá que me llevó. Como la película se estrenó en el Astoria el 6 de diciembre de 1977 y continuó hasta el jueves 3 de febrero de 1978, debe de ser algún domingo de los que están comprendidos en ese periodo. Al día siguiente la película pasaría al Filarmónica, y allí estuvo hasta el día 17 de marzo en que la cadena Astoria la pondría en el cine Multis 5, permaneciendo hasta el 10 de mayo. En total el empresario de la cadena Astoria, Julián Vinuesa, la estuvo proyectando medio año de seguido en Bilbao.

 

El Sonido, un evocador de imágenes

 

La guerra de las galaxias tenía otro as en la manga: el sonido. Porque ¿cómo debería sonar todo en una película de fantasía, en una space opera?  George Lucas fichó a Ben Burtt, un licenciado de 27 años que había estado pegando un micrófono debajo de prácticamente todo desde la niñez. "Colecciona sonidos raros, curiosos", le pidió Lucas. Así que se puso a grabar sonidos de todo tipo: desde los obtenidos en un aeropuerto hasta los provocados golpeando cables tensores en busca de los mejores sonidos para las naves espaciales, las armas láser y los sables de luz. Lo que finalmente entregaría al director tras treinta años después definiría no solo las películas de La guerra de las galaxias sino los efectos sonoros de ciencia ficción de varias generaciones de espectadores. 

Aquella irrupción en pantalla de dos naves espaciales en batalla desigual había que pintarla sonoramente. Sí, ya sabemos que en el espacio no se oye nada, el más absoluto silencio de Dios, pues nada se transmite al no haber atmósfera. Eso lo veíamos en 2001, una odisea del espacio. Pero el director de American Graffiti lo que quería crear era una fantasía, en el polo opuesto de lo que ofrecía Kubrick. De ahí que una de las obsesiones de Lucas era que cada sonido que se oyera en la película tenía que ser inventado.

Por eso recuerdo casi más toda aquella panoplia de sonidos que aparecían en el filme gracias a Ben Burtt que sus poderosas imágenes. Por ejemplo, las tres voces familiares: R2-D2, C-3PO y la de Darth Vader. Sin olvidar la espada láser, su color y sonido. Mi amigo Gaizka trajo un día al trabajo una réplica y ya contábamos más de 40 tacos, señal de la fascinación que ejerció en nuestra niñez.

El truco para conseguir la voz de R2-D2 lo logró Lucas al grabarse arrullando, pitando y silbando en un magnetófono que luego Burtt pasó por un sintetizador, y fue retocando el tono y la velocidad hasta dar con la voz adecuada para cualquier situación. 

En cuanto a C-3PO surgió durante el rodaje, pues Anthony Daniels, el actor dentro del androide, había hablado a la manera de un quisquilloso mayordomo inglés, algo entendible pues Daniels había nacido en la británica ciudad de Salisbury.

Y, por último, y no lo menos importante, la voz de de Darth Vader. A Ben Burtt se le ocurrió grabarse su respiración a través de una máscara de buceo, pero no tenía idea de cómo sería la voz del personaje. El director pensó en que fuera una voz autoritaria y se acordó de Orson Welles, pero decidió, tal vez con acierto, que quizás fuera demasiado conocida. Así que acudió al actor James Earl Jones, pues tenía una voz grave, natural e intimidante. Jones no quiso aparecer en los créditos pues creía que él solo formaba parte de los efectos especiales.

No sé quién escribió esta reseña crítica en el año 1977 en El Correo porque no está firmada, pero creo que da la clave de por qué George Lucas dio con la clave del éxito, un éxito que siempre se apoya en lo que necesita el inconsciente colectivo de una época:

"El hecho de que esta película USA de fulgurante fantasía y un tanto infantil sea capaz de establecer un récord taquillero de muchos años, es posible tenga la virtud de cambiar la mentalidad  de los productores, relegando a segundo término el género de violencia, drogas y erotismo, ahora en vigor, para volver al cine más optimista y apto para todos los públicos como la presente historia en que el bien termina siempre venciendo al mal".


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