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domingo, 25 de febrero de 2024

La estrella azul

La supernova de 2023 que se estrena en 2024

 

Javier Macipe, director , logra alegrar el corazón de un cinéfilo ya encanecido en barba, con millas audiovisuales en la retina y poco proclive a la sorpresa grata.


Se ha estrenado el pasado viernes, 24 de febrero de 2024 de Nuestro Señor Jesucristo (así se relataba antiguamente para dejar constancia al mundo de lo sucedido y dar fe) de uno de los acontecimientos cinematográficos del año. Y miren por donde, no verán la imagen del cartel en ninguna marquesina ni en ningún otro soporte publicitario: autobuses, metros, paredes... Ni si quiera en las cadenas de televisión como A3 o Telecinco,  pues la producción no es de Atresmedia ni de Mediaset. Es lo que tiene hacer una película y no invertir un euro en publicidad: bien porque se acabó la pasta (¿pública?) o bien porque no se cree que dará un euro, o porque ya no interesa que se vean en las salas. 

Así que aquí estoy yo con mi poder ilimitado para que miles, que digo, un millón de personas vayan a verla. Reconozco que es el sueño húmedo de todo crítico todo poderoso: hundir o elevar a los altares de la gloria (monetaria) una película. Vamos a poner el cartelito de color azul porque la estrella es...

 

 

Se trata de 'La estrella azul', escrita y dirigida por Javier Macipe y protagonizada por Pepe Lorente. ¿Que no conocen a Pepe Lorente? Un artistazo de Zaragoza. Al menos en el papel de Mauricio Aznar, un rockabilly aragonés que perteneció al grupo Más birras, creadores de 'Apuesta por el rock and rock', que luego versionara, entre otros, Héroes del Silencio

La carrera en el cine de Lorente no es de lo más vistoso (papeles secundarios en 'La maternal' o 'El reino'), algo más en series como 'Élite', pero fundamentalmente curtido en el teatro. Aquí tienen una imagen de él para que se vayan haciendo idea.


 

Atención a la interpretación de Pepe Lorente, a la altura de los grandes


'La estrella azul' se presentó en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en septiembre del año pasado. ¿En la sección oficial? Pues no. Los cerebros de la organización decidieron arrinconarla en la de Nuevos Realizadores. Flaco favor le hicieron a la película y al Festival. Gol en propia puerta, que se diría en el argot futbolístico. Y menos se entiende la ceguera del jurado seleccionador de las películas cuando el propio director del certamen, Jose Luis Rebordinos, aseguró en un encuentro con medios que "la película de Javier Macipe va a ser una de las grandes sorpresas de este año, es muy hermosa y va a encantar al público".

Observen la puntuación sacada de Filmaffinity de las películas españolas que participaron en la Oficial y de la que no estuvo. Saquen ustedes las conclusiones:

  1. La estrella azul.......................7,8 ptos...............523 votos
  2. Un amor.....................................6,8 ptos.............2.386 votos
  3. O corno (Concha de Oro).......6,7 ptos.............2.164 votos
  4. Dispararon al pianista............6,4 ptos................840 votos
  5. El sueño de la sultana..............5,4 ptos...............343 votos


La película de Javier Macipe entra desde ya a formar parte de ese póquer musical reciente formado por 'Once' de John Carney, 'Searching for Sugar Man' de Malik Bendjelloui y 'Whiplash' de Damien Chazelle que me han marcado profundamente.

Lo digo desde el principio: para mí fue la revelación del Zinemaldia de 2023. Ni Wim Wenders ('Perfect Days'), ni Bayona ('La sociedad de la nieve'), ni Erice ('Cerrar los ojos'), ni siquiera la ganadora de la Palma de Oro, 'Anatomía de una caída' de Triet, lograron lo que 'La estrella azul' hizo: emocionarme y sorprenderme plenamente como espectador.

Al coproductor, Simón de Santiago, le ha caído la lotería, porque encontrar con un guion como este es "de esos guiones que lees pocas veces en la vida", como afirmó en una entrevista en el Zinemaldia. Y doy fe de que es así.

La pude ver en el Teatro Principal de San Sebastián. Y doy fe de que de las 33 películas que me tragué, esta es, junto con 'La sociedad de la nieve' y 'Cerrar los ojos', la que obtuvo una mayor ovación del público.

Javier Macipe es zaragozano y, a pesar de ser su ópera prima -si exceptuamos un mediometraje-, 'La estrella azul' muestra una puesta en escena propia de un director maduro, sin ínfulas de cine de autor estomagante, que sabe cómo dirigir a actores profesionales (de Goya no solo Pepe Lorente sino el que hace de su hermano Marc Rodríguez) como a los amateurs (Cuti y Mariela Carabajal). Un cine lleno de veracidad y dramatismo, pero que como buen maño -al igual que Luis Buñuel- impregna la historia de  una socarronería que te hace amar a los hermanos protagonistas.

Pepe Lorente interpreta a Mauricio, un roquero de los años 90 en Zaragoza. La escena inicial es tan buena que no sabes a ciencia cierta si ese que está subido en el escenario pertenece o no a una banda de rock auténtica, si el personaje que interpreta existió o no. Ese es el logro de Macipe, hacerte creer que todo tiene una base real. Y sin desvelar nada, algo de eso tiene como lo demuestra el final.

La ficción y la realidad están cosidas de un modo milagroso, es como la prenda con su forro. Macipe llegado el momento muestra el forro, las costuras. Y sorprende y emociona gratísimamente, pues no hay nada artificioso, que chirríe, que esté impostado. Es lo mismo que busca el cantante de rock: la autenticidad. 

 

Pepe Lorente, Mauricio; bailando una chacarera con Mariela Carabajal, actriz no profesional

 

Tres partes

La historia está dividida en tres partes: Zaragoza, viaje a Santiago del Estero (Argentina) y vuelta a su ciudad natal. En Zaragoza asistimos a la descripción del personaje, su familia, su amor (Bruna Cusí), sus ensayos musicales y su crisis personal.

La segunda parte, en su viaje sanador a Santiago, asistimos junto a Mauricio a la impregnación de una música -canción y baile- llamada la chacarera. La oímos y la bailamos a pesar de estar sentados en la butaca. La presencia de don Carlos, un anciano autor de hermosas composiciones chacareras y el recibimiento que le da, hace que esta parte sea hermosísima, pues asistimos a una sanación del alma -al menos, como dice Mauricio, "me has hecho salir del fondo en el que estaba"- y somos, además, copartícipes del milagro de su formación en el guitarreo de las chacareras y de la creación musical. Este encuentro con el maestro argentino encierra una historia preciosa, "que merece una película que llegue al mundo entero", afirma Macipe.

Según el director, el protatonista "representa una figura universal, el hombre que renunció al éxito para perseguir un sueño. Un hombre que se reinventó siempre para mantenerse genuinamente libre, al margen de las modas de la industria. Él medía el éxito con unos parámetros propios, le daba igual tocar en la calle o ante miles de personas".

La vuelta, tercera parte, no estará exenta de realismo duro. Mauricio tendrá que afrontar de nuevo sus demonios internos y familiares. ¿Sabrá vencerlos o alguien arrojará la toalla al verle noqueado en el último asalto de su vida?

Tendrán que verla para averiguarlo. Lo bueno de los artistas es que, aún abandonando el ring, siempre nos dejan su legado artístico. Y, créanme, Javier Macipe director ha empezado con esta magnífica obra a legarnos una película para la Historia.

Al tiempo.

Post data
 
Le comento ilusionado a un periodista de un gran medio vizcaino que poco bombo le ha dado a esta película. Y me responde: "Buff, no pude acabarla. No podía con el actor. Y estoy de artistas torturados... No conecté pero ya sé que está gustando mucho". También me ocurrió lo mismo cuando le dije hace ya más de un cuarto de siglo casi que acababa de ver un peliculón titulado "Deseando amar". Tampoco le gustó. En fin, sobre gustos...



 


domingo, 18 de febrero de 2024

Boceto para un cortometraje

Cuando no lo ves venir

Me despedí como siempre de mi esposa, con un beso leve en la mejilla, aunque aquella tarde su rostro parecía desnortado. No le di importancia. O las prisas por no llegar tarde al trabajo me impidieron dárselas. Ahora sé que hice mal. No lo vi venir.

En la estación del metro de Las Arenas, cuando esperas la llegada de un convoy, te pones a mirar a los viajeros sobre el andén, o los anuncios de onegés o de empresas locales ubicadas en las marquesinas, o dejas que las preocupaciones te invadan la mente. En esa ocasión, pude fijarme en una mancha negra sobre la vía. Me llamó poderosamente la atención. De manera impulsiva, saqué el teléfono móvil e hice estas dos fotos aquella tarde antes de dirigirme a la oficina sita en el centro de Bilbao. Las fotos, que aún no he borrado, son estas:














A las 21:05 recibí una llamada a mi móvil de un viejo amigo, Rafael. Me preguntó a bocajarro:

—¿Estás en casa o en el trabajo?

—En el curro, ¿por?— le respondí.

—¿No te has enterado, verdad?

—¿De qué?

—No hay metro. Bueno, no hay en el centro de Bilbao. Parece que no hay servicio entre Moyua y San Ignacio. Tienes diez minutos para salir de la oficina si quieres que te recoja en la plaza Moyua, frente a la cafetería Astrabudua. Voy a recoger a Laura, pues me ha llamado porque no tiene cómo regresar a casa.

—Gracias. Voy para allá.

Salí de la oficina. Antes cogí un paraguas destartalado pues hacía una noche lluviosa y empecé a correr. La fama de ejecutivo ejecutante de Rafael era conocida y temía que si no estaba en el lugar indicado, pudiese darse a la fuga. Llegué a la plaza sin recordar muy bien en qué punto exacto estaba la cafetería. Pensé que vería a Laura con paraguas delante del establecimiento. No quise agobiarme. Curiosamente fueron ella y otro amigo los que me vieron, manifestando al unísono un desbordante regocijo, justo cuando acababa de cruzar un semáforo.

—¡Qué alegría! ¿Qué haces aquí? —me preguntó Javiertxo, mientras le daba un abrazo y besaba después a Laura.

—Me ha llamado Rafael para comunicarme la incidencia del metro y si quería que me recogiese.

—Joder, pues yo he salido del curro y no sabía qué hacer —comenta con una sonrisa Javiertxo—. ¡Y he visto a Dios! —señala a Laura acompañándolo con una risa con tono de voz de apostante a pelota vasca.

Rafael aparece al instante en el coche. Para ante el semáforo en rojo y entramos los tres como si hubiéramos atracado la Caja Laboral. 

—Buenas. ¡Menudo día de mierda que tengo! Liada en el curro, preparo la cena para los hijos, en la piscina me llama Laura, tengo que venir a Bilbao y...—se lamenta Rafael mientras pega un frenazo a punto de chocar con un bus.

—Rafael, no me hagas otro rayón en el auto, ¿eh? —le dice ella.

—Te noto estresado —le digo, mientras gira bruscamente para adelantar un auto. El parabrisas no para de meter un quejido enojoso, mientras despeja la luneta de la pertinaz lluvia.

—He visto a Dios hoy —comenta Javiertxo. —No sabía cómo volver a casa sin metro. Estaba en la plaza y me topo con Laura. Antes había llamado a Cabify para que me llevara a casa y ¡me pedían 50 euracos! Porque coger un taxi era imposible. Y de pronto alguien me llama. ¡Y es Laura! Me he puesto de contento.

—Haberle dicho a tu amigo Iñaki que te hubiera recogido en su casa — le sugiere Rafael, mientras hace saltar el coche al pasar sin frenar un resalto de la calzada.

—¡Rafael, me vas a destrozar el auto! —le reprende amorosamente Laura.

—Quita, quita, antes prefiero ir a pata, que quedarme en casa de él. Ronca como un demonio.

—¿Sabéis qué ha pasado esta tarde? —pregunto.

 —Parece que alguien se ha tirado a la vía —responde Laura.

—Antes esas noticias se ocultaban en los periódicos, por el efecto llamada, dicen —comenta Javiertxo—. Creo que hay que hablar de la salud mental. Debe dejar de ser un tabú.

—¿Qué puede llevarle a una persona a cometer ese acto? —se pregunta Laura—. Imaginad, además, el palo para el conductor y los que han sido testigos.

—Creo que habrá sido un hombre, no me imagino a una mujer lanzándose a la vía —añado—. Mientras pienso que la noticia aparecerá mañana sin muchos detalles, y después ya nadie se acordará del asunto.

—¿Por dónde voy, por Enekuri o San Ignacio? —pregunta Rafael—. Como sigáis con el tema, os dejo en Sani. Bastante estrés llevo para estar escuchando esto. Además, puede que se haya caído o le hayan tirado.

—¡Sí, la suegra habrá sido! —, apunta Javiertxo. Estallan las risas. 

A la altura de la ría, tras evitar por un suspiro no meternos en un carril sin salida, pasamos a hablar de otros temas: que si cenar mañana, que si no puedo, que si la próxima semana, que si los estudios de los hijos, que si menuda tarde de estrés...

A la altura de Erandio, mi teléfono suena. No me fijo en quién llama. Tan sólo digo:

—¿Sí, dígame? —mientras alguien con voz seria y oficial pregunta si soy el esposo de... De fondo, oigo un sonido agudo, metálico de metro que pasa. 

Poco a poco, mi tono de voz se apaga. En el auto, reina un silencio sepulcral.

No lo vi llegar. Pero creo que el rostro desnortado se me quedará grabado para siempre.


 






domingo, 11 de febrero de 2024

Goyas: Bayona 12, Urresola 3, Berger 2, Erice 1

Bayona deja en evidencia cuál fue la mejor película en 2023 con permiso de Víctor Erice

 

La Academia en su 38ª edición de los premios Goya otorga 12 de las 13 estatuillas a que aspiraba al filme 'La sociedad de la nieve' de J. A. Bayona



 

'La sociedad de la nieve' de J. A. Bayona se llevó los premios a mejor película, dirección, fotografía (Pedro Luque), producción, montaje, música original (Michael Giacchino) y demás premios técnicos. Vamos, que arrasó en la noche del cine español que, en esta ocasión, se puso de gala en Valladolid. Se ha convertido en la tercera película española con más premios tras 'Mar adentro' y 'Ay, Carmela'.

El director barcelonés dedicó el premio al público que ha asistido a las salas de cine, 450.000 espectadores según anunció, y eso que las dos grandes cadenas de exhibición en España no aceptaron las condiciones de Netflix para su exhibición en sus circuitos. Allá ellos. No regaló los oídos a los allí presentes -entre otros la plana mayor del Gobierno socialista encabezado por Pedro Sánchez- al manifestar con pesar que "no estamos en un buen momento para hacer películas. Con pocos recursos se están haciendo hoy en día". Dedicó el premio a mejor dirección -como no podía ser menos- a los que sobrevivieron en los Andes y a los que allí quedaron. Quiso plantarse a 4.000 metros en el Valle de las Lágrimas (Andes), lugar donde tuvo lugar el accidente de aviación uruguayo, para pedir permiso a los que allí quedaron de entre los tripulantes, el equipo de rugby y sus familiares para poder hacerla de la mejor manera y lo más respetuosamente posible. Los espíritus se conjuraron para que así fuera junto con el beneplácito de los supervivientes. Ahora a Hollywood.

Lo peor

La nota discordante la tuvo que poner Pedro Almodóvar que, junto a Penélope Cruz, fueron los encargados de anunciar el premio gordo a Mejor película. Justo antes de desvelar lo que ya se intuía, el manchego afirmó con un rotundo "creo en el cine español" su amor al cine... de izquierdas, claro. Y lamentó las palabras del asistente por primera vez a la gala, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León de Vox, García Gallardo, que aprovechó la alfombra para llamar "señoritos" a los del cine que cogen las subvenciones para después hacer películas que no va nadie a verlas. Almodóvar llegó a afirmar "que las subvenciones que recibimos los del cine español las devolvemos con creces al Estado. A este hombre lo odio". Ni era el momento, ni el lugar, haciéndose protagonista con sus palabras de un instante en que lo importante era el Goya a Mejor película para 'La sociedad de la nieve'. Pero, claro, quién le va a toser al Dios patrio de media España.

Si no fue poco el bochorno de Pedrito, anteriormente no desaprovecharon sus 'chicas' otro momento que la Academia había preparado para celebrar el 25 aniversario de la exitosa 'Todo sobre mi madre'. Rememorando la escena del sofá, en el escenario se congregaron las actrices del filme, Cecilia Roth, Marisa Paredes, Penélope Cruz y Antonia San Juan hablando que chupar pollas y el tiempo que hacía que no chupaban ninguna. Lástima que el realizador no pusiera un plano de la homenajeada Sigourney Weaver de 74 años para ver su rostro. Bueno, supongo que el nivel de castellano básico la libraría del sonrojo de tener que escuchar el mal gusto de las 'chicas almodovarianas'. O lo que quedan de ellas.

 


 

Lo Mejor

La teniente Ripley supo estar a la altura de la noche al recibir de manos de Bayona, realizador que la dirigió en 'Un monstruo viene a verme' y por la cual fue nominada al Goya de reparto en 2016. Su discurso engrandece estos premios. Una señora de los pies a la cabeza: sabe lo que dice y cómo lo dice.Se ha esforzado mucho por no dejar que Hollywood defina o limite sus elecciones. Sin leer, emocionada y con sinceridad en sus palabras dijo 'estar llena de gratitud' en un aceptable castellano. Aludió a un grande, Luis Buñuel, y a una película, 'Viridiana'. Elogió el cine español, que "ha  dado obras maestras a lo largo de los años, audaces, conmovedoras e inquietantes" y ha sabido producir películas que escapan a lo estandarizado. Y un detalle anecdótico que la hace más grande aún como persona. Mencionó a su amigo Bill Murray, que le comentó que siempre su interpretación es mucho mejor doblada al español. De ahí que 'realmente la actriz que me dobla debería estar aquí arriba también. Me ha doblado en más de 30 películas empezando por 'Alien'. Se llama María Luisa Solá".

 

La noche tenía algo de suspense al inicio ya que Estíbaliz Urresola Solaguren con su '20.000 especies de abejas' venía de haber ganado premios en el Festival de Berlín, Málaga, en los Feroz y también en los Forqué. Pero fue como jugar contra el Real Madrid en el Bernabéu. Sus quince nominaciones, discúlpenme la sinceridad, eran a todas luces desorbitadas. Se tuvo que conformar, que no es poco, con los de dirección novel, guión original y, sobre todo, con el más emotivo al de actriz de reparto, que lo recibió la actriz vasca Ane Gabarain. Esta y la protagonista de '20.000 especies de abejas', la niña Sofía Otero, protagonizaron la escena más tierna y emotiva de la velada al entregar esta el premio a la que hace de tía en la película, una relación francamente lograda en la pantalla.



Los premios a mejor interpretación cayeron en David Verdaguer, por su papel del humorista Eugenio, y para Malena Alterio, que interpreta a una mujer que ha de reinventarse en taxista para seguir adelante en 'Que nadie duerma' de Méndez Esparza, una película que no debería pasar desapercibida para el que esto lee. 

Verdaguer recordó las palabras de Ignatius, "el humor es lo contrario al miedo. Yo he descubierto haciendo esta peli que Eugenio era una persona que tenía mucho miedo. Y la mayoría de las personas que estamos aquí tenemos miedo, pero lo aparcamos y hacemos películas, que quizás las que las vean durante un ratito se olviden de sus miedos".

Malena Alterio recordó la variedad de papeles de las allí nominadas: una vasca (Patricia López Arnaiz), una gallega (María Vázquez), una extremeña haciendo de catalana (Carolina Yuste), una catalana (Laia Costa) y ella, hispano-argentina. ¡Viva la pluralidad!

 


 

El bilbaíno de Nueva York

No debemos olvidar en esta reseña otro gran triunfador de la noche en Valladolid. El vizcaíno Pablo Berger, que aspiraba a cuatro cabezones, se llevó dos: el premio a mejor película de Animación y el mejor guion adaptado. Curioso que la historia muda entre un perro y un robot se haya llevado este último. Pero como dice el autor de 'Torremolinos 73', "antes de director soy guionista", ensalzando la importancia en esta ocasión del 'storyboard'. Quiso dejar claro que la animación no es un género, y expresó el deseo de que alguna vez una película animada esté en el apartado de Mejor película.

 Mención merece la aparición de José Sacristán que, en nombre del homenajeado y no presente, el director de fotografía y mucho más, Juan Mariné, hizo gala de su saber estar. Para empezar usó el Don para un personaje que quizás no sea muy famoso, ni falta que hace, pero que es justo la distinción, pues ha demostrado amor, rigor y dedicación al cine y a la conservación de éste. Consiguió lavar la cara a los haluros de plata que componen el 35 mm para así evitar de la destrucción las imágenes y las voces del patrimonio cinematográfico español. Mariné decía que su retina era casi una emulsión fotográfica. Sus 90 años de sus 103 años actuales así lo atestiguan. No pudo estar presente pero su representante, Sacristán, estuvo a la altura con su poderosa voz.

 


 

Adiós, Erice, adiós 

 Y acabo lamentando la ocasión perdida que los académicos han desperdiciado al no haber premiado a la obra testamentaria de Víctor Erice, 'Cerrar los ojos', más que con un premio de las once candidaturas a las que aspiraba. José Coronado fue el único que pudo subir al escenario para recibir su galardón a mejor actor de reparto. Tuvo que sufrir en la alfombra rosa preguntas del tipo '¿qué te parece que Vox acuda a la gala de los Goya?'. En fin, Erice no estuvo. Seguro que se fue a tocar el clarinete como hacía Woody Allen, otro apestado.

Hubo mucha reivindicación. Lo de siempre: feminismo por aquí, empoderamiento por allá, ecologismo, no a la masacre en Palestina y alguna cosilla más que se me olvida. De  tractores nada. Que debe ser que los actores y directores no comen del campo sino que se alimentan de las subvenciones.

Me despido con un chiste que contó David Verdaguer en la alfombra rosa. Era el que más le gustaba de los que contaba Eugenio pero que no aparece en 'Saben aquell' de David Trueba. Un tipo se acerca a otro con una navaja y le espeta: "¿La chupa o la vida?". Y el otro le contesta sin vacilar: "¡La chupo, la chupo!"

Como ven la 38º edición fue muy fálica. Y 'Un amor' y su directora se fueron sin chupar premio alguno.


Artistas que han sido nominados y que nunca han logrado el Goya


domingo, 4 de febrero de 2024

Kurt Vonnegut y sus senderos de gloria

 ¿Y si proyectásemos la Historia al revés?

 

En Astrabudua hubo un bar Stop. Ahora está en la misma calle, la Consulado de Bilbao, el mismo reformado. Su nuevo nombre es Stop Berria. No es el mismo, el espíritu arquitectónico tal vez sí, pero la decoración ha variado con lo que ha perdido el sabor de lo añejo. Antaño podías ver sentado a Mr. Magoo, un vecino al que su dificultad para ver lo compensaba con el acercamiento a la hoja del periódico o a la página del libro que tuviera entre manos. Prefería gastarse la pensión de invalidez en lectura que en ir al oculista. Es lo que hay.

Recuerdo que un buen día, Magoo -siento no recordar su nombre auténtico- mientras tomaba una cervecita en el antiguo Stop leía un libro antibélico: Matadero cinco: la cruzada de los niños, editado por Grijalbo o Bruguera en aquel tiempo de la década de los 80. Tiempo en que ir a la mili empezaba a estar mal visto y empuñar un arma para la patria, peor. El autor de la obra era Kurt Vonnegut, un escritor americano que lo escribió en 1969, año en que Estados Unidos estaba en guerra con Vietnam. Lo digo para contextualizar. Es bueno y conveniente contextualizar.

 

Edición de Blackie Books de 2021

Magoo dejó el libro y me saludó. Me sacaba muchos años y era lector empedernido. '¿Qué tal está?', le pregunté. 

–Estoy por la mitad. Un poco raro. Trata de un tipo llamado Billy Pilgrim, soldado en la Segunda Guerra Mundial que sobrevivió al bombardeo de Dresde. Hay saltos temporales, escenas biográficas, extraterrestres que le capturan... Vamos, como si se hubiera tomado LSD.

Asiento y pido una San Miguel y una bolsa de patatas 'Los leones'. Y espero que Magoo continúe con su exposición. 

–Oye, a ti que te gusta el cine, he leído un fragmento que me ha gustado mucho y es original– me dice mientras se lleva una aceituna a la boca–. El prota, Pilgrim, está en su comedor y se pone a ver una película sobre los bombarderos estadounidenses en la II GM y los valientes hombres que los tripulan. En un momento dado, se pone a verla hacia atrás y resulta de lo más antibelicista posible. Ni Stanley Kubrick con su 'Senderos de gloria' es tan convincente.

Le miro con curiosidad. Sus ojos tras esas gafas de vaso de chiquitero que ya no le sirven adecuadamente son minúsculos pero inquietos. Y sigue con su relato:

–Ve unos aviones estadounidenses, llenos de agujeros, hombres heridos y cadáveres despegan hacia atrás de un aeródromo en Inglaterra. Al sobrevolar Francia, unos cuantos cazas de combate alemanes vuelan en dirección a ellos hacia atrás y aspiran balas y fragmentos de metralla de algunos de los aviones y sus tripulaciones. Lo mismo hacen con unos bombarderos estadounidenses que hay en tierra y que despegan hacia atrás para unirse a la formación.

Y continúa tras llevarse otra aceituna y pasarla con un trago.

–La formación vuela hacia atrás sobre una ciudad alemana en llamas. Los bombarderos abren las compuertas de las bombas y ejercen un milagroso magnetismo que encoge los incendios, los comprimen en contenedores cilíndricos de acero y los alza hasta el viente de los aviones. Los alemanes abajo tienen sus propios artilugios milagrosos, así los llama Vonnegut, que son largos tubos de acero. Los utilizan para aspirar más fragmentos de los aviones y sus tripulaciones. Cuando los bombarderos vuelven a su base, los cilindros de acero se sacan y se envían de vuelta a EE. UU., donde hay unas fábricas en las que día y noche se desmantelan los cilindros y se separan sus peligrosos componentes en minerales. Oye, se ven sobre todo a mujeres realizando este trabajo.

Le interrumpo para decirle que, en aquel tiempo, las mujeres tuvieron que abandonar el hogar para ocupar el lugar de los maridos, la mayoría en el frente. La II GM trajo algo bueno y me sonrío.

–Ya, ya –me dice–. Bueno, esos minerales –continúa– se envían después a unos especialistas en zonas lejanas. Su labor era enterrarlos y esconderlos para que nunca volviesen a hacer daño a nadie. 

Y se calla esperando el efecto antibélico en mí del fragmento narrado. Y continúa a modo de coda: 

–En la película proyectada al revés los pilotos estadounidenses devolvían sus uniformes y se convertían en estudiantes de instituto.

–¿Estudiantes porque en la II GM, como en tantas otras guerras, la mayoría de los soldados en el frente eran niños o, por lo menos, jóvenes de corta edad que luchaban por su país?– pregunto.

Magoo me sonríe afirmativamente. 

–De ahí su título alternativo o subtítulo según la edición: la cruzada de los niños. Es lo que hay.  Por cierto, ¿sabes que en 1972 rodó George Roy Hill una adaptación del libro? La veré si la encuentro en el videoclub Ruiz.

 

Hoy me imagino este final tras el encuentro con Magoo a raíz de la posibilidad que brinda el cine de proyectar al revés las imágenes:

Tras comer la bolsa de patatas 'Los leones' y apurar la birra, salgo del Stop. El cielo prepara su bombardero en forma de aguacero. Me subo las solapas de la gabardina. Si pudiera proyectar mi vida hacia atrás, podría encontrarme con mi ama fallecida y volver a decirle lo mucho que la quiero. Pero no es posible. Es lo que hay.

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