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domingo, 25 de junio de 2023

HOLLYWOOD ANTES DE LA CENSURA, EL LIBRO

 EL CÓDIGO DE LA MORALIDAD

Hace días observé en la pantalla publicitaria del andén del metro un anuncio que decía: “Le das a tu hijo un móvil y ya…” Como toda buena frase publicitaria, decía más de lo que literalmente afirmaba. Así que en esos  puntos suspensivos estaba lo que en tu mente debería surgir: puede enviar fotos comprometidas, compartir información privada, hablar con desconocidos. ¡Riesgo!

 Se dice que nada más nacer el cine, la moralidad estuvo en peligro en la pantalla. Así lo puso de manifiesto la película de Edison The Kiss de 1896 que escandalizó a los puritanos porque se veía a dos personas dándose un beso… ¡y tan sólo duraba un minuto el corto!


Film The Kiss 1896 Nthe First On-Screen Kiss From Thomas EdisonS Short ...


La llegada del sonido hizo que la amenaza en la degradación moral de la sociedad americana aumentase con la palabra. Curiosamente, antes de que la autoridad gubernamental metiera mano, fue la propia industria cinematográfica quien intentó regular lo que era decente y lo que no. Por ello surgió la Motion Picture Producer and Distributors of America cuyo objetivo era que las normas morales y artísticas del cine fueran lo más “elevadas” posibles, además de educativas.

Dicha asociación invitó a William Harrison Hays, que había sido director general de Correos, al frente de la industria para darle el decoro que parte de la sociedad pedía.

En 1927 surgió el famoso Código Hays con una serie de normas que toda película que se quisiera exhibir habría de cumplir. Crímenes, vulgaridad, blasfemia, sexualidad, bailes, vestuario, decorados… deberían verse sometidos a este código so pena de cortes o dificultades en la distribución.

Así descubrí que las parejas casadas dormían generalmente en camas separadas. Si aparecía la cama de matrimonio, no se permitía bajo ningún concepto mostrar a la pareja en la cama al mismo tiempo. Los personajes, a pesar de que se quisieran, mostraban recato en su muestra de pasión pues “no se mostrarán besos ni abrazos de lascivia excesiva, de poses o gestos sugestivos”. Me preguntaba a menudo, ¿por qué se besan sin lengua o por qué duran tan poco? 

¿Y qué decir de las películas en que sucedía algún crimen? De joven siempre tuve la sensación de que en la vida no había escapatoria para los que hacían el mal, pues en la escuela de la vida que para tantos era el cine rodado desde los treinta hasta principios de los sesenta, “la simpatía del público no se dirigirá hacia aquellos que la violentan”. Esto significaba que siempre acabasen muriendo, fuesen detenidos y ajusticiados y que nunca pudieran evadirse del peso de la ley. La ley siempre se me figuraba como un señor obeso encima de uno.

De todas formas, el código Hays tardó unos años en aplicarse a rajatabla. De ahí que de 1929 a 1934 se rodaron en Hollywood una serie de películas en las que ocurría lo que pasaba en la vida real: el adulterio no era castigado, los delincuentes se mostraban como héroes o las prostitutas no eran simples mujeres descarriadas.




EL CINE AMERICANO DE 1929 A 1934 EN UN LIBRO

Estas películas se desmenuzan en un libro que acaba de editarse titulado Hollywood antes de la censura: las películas pre-code escrito por Guillermo Balmori. En cada una de ellas se detalla aspectos que después de julio de 1934 no se volverían a ver en una pantalla de cine hasta que el Código Hays dejó de aplicarse a mediados de los sesenta.

Debo agradecer a Hays al menos que en aquellas películas rodadas bajo dicho código, cuando alguien era intervenido por herida o enfermedad ninguna aguja o bisturí se mostrase penetrando en la piel, pues estaba prohibido. Un poco de Hays no le habría venido mal a Buñuel, pues todavía tengo en la retina el ojo rasgado por una cuchilla que aparece en la película Un perro andaluz (1929). La censura todavía no se aplicaba por estos pagos.

Cuando vean ese cine de esa época, comprobarán que la vida que se mostraba en pantalla era más amable, pues Hays y su código trataban de que la vulgaridad no apareciese, el buen gusto imperase y se respetara la sensibilidad del espectador. Como ahora con los móviles y los hijos.

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