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domingo, 21 de enero de 2024

Vivir del cuento

 CUANDO LLEVAS AÑOS HACIENDO CRÍTICAS SIN VER LAS PELÍCULAS


Me gusta bajar al bar Stop de Astrabudua después de comer. Dejo a la esposa que recoja, friegue y haga las cosas propias de amas de casa -lo reconozco, en la frase hay algo de provocación-. En el Stop encuentras una fauna humana interesante. Eso sí, has de soportar a veces embestidas, ruidos molestos, humedad, suciedad y demás aspectos de la caza hostelera. Pero créanme, merece la pena si no tienes en cuenta esas molestias asociadas a la actividad cinegética. Ayer antes de tomar las uvas de entrada al 2024, bajé y avisté al fondo del local a  A. M., ya jubilado pero que desde hace años estuvo de crítico de cine en el medio de prensa EC.

A. M. ya sobrepasa esa edad para que le llamemos viejo -olvídense de sucedáneos como senior, maduro, veterano, joven de la tercera edad, etc.-. Fue todo un crack, pues estuvo cobrando de EC durante años por hacer críticas de cine sin ver en muchas ocasiones las películas. Ustedes pensarán que eso es imposible. Pues en este artículo se lo voy a demostrar. A. M. me saluda con esa familiaridad propia de los años que llevamos viéndonos. Y aunque antaño nuestras conversaciones versaban sobre tal o cual película, sobre tal o cual actriz que electrizaba nuestras miradas, ahora que está jubilado parece que le interesa más hablar sobre tal o cual achaque de salud: es el argumento de su vida actual.

Hace unos días me puse a hacer un crucigrama de un ejemplar atrasado de EC. Lo hago en la creencia de que de esta manera me alejaré del Alzheimer o de la demencia senil haciendo trabajar a mis neuronas, de tal modo que, si me preguntan por sinónimo de 'enjabonarse' han de traerme a la memoria 'jabonarse'. Cosas así. Tras acabarlo, por casualidades de la vida, observé que en la otra página del periódico estaba una de las últimas críticas de A. M. antes de jubilarse. Eran 227 palabras sobre una película de un director georgiano llamado Alexander Koberitze: '¿Qué vemos cuando miramos al cielo?'. ¿No me dirán que el título no es sugerente?

'Koberitze', le arrojé el nombre nada más sentarme frente a él en el Stop. Y A. M. me sonríe, como niño que ha sido pillado in fraganti. '¿Cómo lo hacías?', le pregunto. Se remueve en la silla, bebe un poco del botellín y parece que va a confesar.

La reseña crítica empieza con los protagonistas. Dar los nombres siempre da la sensación de que testimonias sobre algo que has visto en primera persona.

 


 Y luego añades algo que está en la wikipedia o en cualquier página web de turismo sobre Georgia. Ya tenemos primera frase introductoria:

Lisa y Giorgi se encuentran de chiripa en una calle de la ciudad georgiana de Kutaisi, fundada hace unos cuatro milenios, por lo que es una de las urbes habitadas más antiguas del mundo.

Luego algo del argumento inicial, nada relevante pero que cree un cierto interés. Para ello recurro al vídeo promocional, lo que antes llamábamos avance o trailer en el cine (la imagen que ilustra el artículo así lo atestigua):

El flechazo es inmediato, pero cuando se separan, no saben si volverán a encontrarse de nuevo. Lo que da pie a una insólita historia de amor, enmarcada en una metrópolis histórica, que en la película adquiere el rango de un personaje más.

En el trailer promocional tienes que estar con los cinco sentidos y añadir pinceladas de los planos que contiene, ya que estas películas de autor son tan ambiguas que pueden significar cualquier cosa. Con el cine norteamericano eso no pasa: un disparo de una Magnum es un disparo de una Magnum, y  no la metáfora de la eyaculación de Harry Callahan  sobre la cara de una mujer. A. M. vuelve a beber un trago, mientras yo escucho con interés. De esta forma, continúa, describimos algunos planos incluyendo el título para ocupar espacio, ya que pagan, y mal, por palabra escrita. Añadimos extradiegéticamente alguna preocupación propia de los tiempos en que vivimos y ya tenemos la tercera frase:

Asimismo, '¿Qué vemos cuando miramos al cielo?' homenajea al fútbol -plano de un balón en un río y otro de una camiseta de Messi-, como ilusión poblada de sueños de gloria, al tiempo que denuncia el  maltrato animal -planos de perros-, en un filme muy lúcido, estrenado en una época apocalíptica espiritual y cultural.

Como vemos sobreimpresionado en el avance promocional la frase "Un cuento de hadas maravilloso" del The New York Times, pues podemos hablar de tono de fábula sobre el amor (pues los protas son dos jóvenes que parecen haber yacido un día) y de ahí filosofamos un poco con frases banales que dicen pero no delatan que no he estado en la sala viendo una película de 150 minutos, y que no va a ver nadie en los Multis de Bilbao, salvo algunas viudas entradas en años que no tienen más cosas que hacer.

El tono de fábula que destila la cinta sugiere de forma delicada que el amor es lo esencial, mientras que el sexo es un mero accidente. El ser humano no es un animal, es carne inteligente (!), aunque, en ocasiones, el amor sea ciego, como la noche inmensa.

A. M. apura la cerveza y le pido al camarero de la barra que nos sirva dos más frías. Añado de nuevo el título, continúa narrando, y ahí mis dotes poéticas se desatan. Ya sabes, me confiesa, un crítico de cine puede ser un director fracasado o un rapsoda sin publicar. La poesía, además, nos permite andar por vericuetos en los que difícilmente un lector puede atisbar que tal vez no hayamos visto la película desde el principio hasta el final. Veamos:

 '¿Qué vemos cuando miramos al cielo?' describe todo ello con mucho encanto, conforme el firmamento se convierte en un vértigo en movimiento, una especie de caída oblicua sobre el mundo. Y, al anochecer, se asoman las buenas gentes, mientras se levantan los árboles frondosos y los enamorados pasean uno al lado del otro, fugitivos (!), cogidos de la mano, pensativos en medio de las flores más oscuras.

Y ya tenemos la crítica de 227 palabras, me dice mientras se le dibuja una sonrisa picarona. Y así muchos años de crítica en EC, y lo acompaña con una risotada que resuena en el bar.

Al acabar la cerveza, me levanto, pago y salgo a la fría tarde ya de anochecida. Y en mi cabeza rondan las flores más oscuras, la caída oblicua y la carne inteligente. Mi señora habrá  finalizado ya la tarea del hogar, me digo, y ahora nos queda pasear uno al lado del otro cual fugitivos cogidos de la mano.

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