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miércoles, 28 de septiembre de 2022

Concha de Oro: Los reyes del mundo

CONCHA COLOMBIANA Y FEMENINA


 

Los reyes del mundo de la colombiana Laura Mora se alzó con la Concha de Oro en la 70 edición del Zinemaldia. Tendríamos que retrotraernos a 2013 cuando otro país hispanoamericano se alzó con el premio gordo, en aquella ocasión Venezuela. O a 2001 cuando fue a Chile para apoyar la cinematografía de aquel país, según justificó el jurado en aquella ocasión.

Laura Mora no es nueva en este festival. Ya con su primer largometraje, Matar a Jesús (2017), recibió en 2017el Premio de la Juventud. Ya se sabe que los festivales son como los clubes con su cantera: hay que cuidarla desde el inicio... sobre todo si (se sospecha que) es buena.

Los reyes del mundo narra la historia de cinco chicos de la calle en Medellín, cinco reyes que evidentemente no tienen nada. Sin ley, ni familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra que uno de ellos ha heredado de su abuela. Al Zinemaldia le gusta el cine social o político, y este lo es. A la crítica en general le convenció bastante, así que nada, todos contentos o, cuanto menos, una decisión que no cabreó en demasía. 

Eso sí, Rebordinos y muchos se quedaron con la imagen del Festival: la bajada por las escaleras al escenario del Kursaal de los cinco protagonistas llorando y aclamados por el público asistente. Como recuerda Juan Zapater en Noticias de Gipuzkoa, el jurado "se ha movido dentro de esa coherencia parroquial que confunde sensibilidad social y/o corrección política, con calidad artística"

Es el tercer año consecutivo que una película dirigida por una mujer se alza con la Concha. Es como si hubiera una premura por resarcir el olvido del cine hecho por mujeres. Habría que recordar que hasta hace poco, la mayoría lo dirigían hombres.

El segundo premio en importancia, el Especial del Jurado, fue a parar también a otra directora, Marian Mathias por Runner. Es su primer largometraje. Sus 76 minutos se les hicieron a muchos pesadísimos. Es la historia de una chica llamada Haas cuyo padre ha fallecido. En su viaje con el ataúd a Illinois conocerá a Will, que juntos emprenderán un recorrido por el vasto paisaje de Estados Unidos.

La enfermedad del Alzhéimer es el asunto que está presente en A Hundred Flowers, la relación entre una madre enferma y su hijo. Su director, el japonés Genki Kawamura (Yokohama, Japón. 1979), se ha llevado el premio al mejor director. Kawamura ha producido más de treinta películas y era guionista antes de ponerse por primer vez detrás de la cámara. 

Llama la atención que el cine español, que según crítica y público ha presentado un muy buen nivel con Suro, La consagración de la primavera, Girasoles silvestres y La maternal, haya recibido escasa atención en el palmarés. No se puede acusar al Zinemaldia de chovinismo. Tan sólo la directora Pilar Palomero (la tercera mujer que participaba en la sección oficial) logró la pedrea con un premio a una actriz de su película. 

Suro de Mikel Gurrea no se fue de vacío, ya que al menos logró premios no oficiales: el premio Fipresci de la crítica y el premio (casero) al cine vasco.

DESPROPÓSITO DEL JURADO

En cuanto al apartado interpretativo seguimos manteniendo la decisión, errónea a mi modo de ver, de haber suprimido las dos categorías por sexo. Y como no querrían quedarse con un solo premio, se les ha ocurrido que la mejor interpretación se desglose en protagonista y reparto. Soberana estupidez perpetrada al amparo de la nueva oleada feminista.

Volvemos a premiar ex-aequo a dos actores a mejor interpretación protagonista. Paul Kircher por Le Lycéen y Carla Quílez por La maternal. Con Carla es el único premio que el cine español ha arrancado al jurado. Pilar Palomero encontró a la protagonista de La maternal en Instagram. Es la intérprete más joven en ganar la Concha de Plata a la mejor interpretación en el festival. ¿Ustedes creen que es normal esto? Hace años que en los premios Goya no se premia a nadie menor de 16 años. Lo mismo podríamos decir de la edad de Paul Kircher, que ni buscándola en San Google la hallo.

Y ya para rematar el disparate, el premio al mejor reparto fue para otra actriz joven argentina, Renata Lerman. Lo dicho, viva la juventud con talento. Ya veremos qué deparan sus carreras... si es que las tienen.

Como el presidente del Jurado, Matías Mosteirín, era argentino, tuvimos que escuchar que el premio a la fotografía era para una de las peores películas recibidas en la sección oficial: la argentina Pornomelancolía. Menos mal que Glenn Close no estaba.

Jose Luis Rebordinos y su equipo deberían plantearse que no hubiera entre esos doctos miembros del jurado personas de la misma nacionalidad que las películas a concurso. Al menos algunos premios cantarían menos.

 

PREMIOS

Concha de Oro a la mejor película

Los reyes del mundo de Laura Mora

Premio Especial del Jurado

Runner de Marian Mathias

Concha de Plata a la mejor dirección

Genki Kawamura por Hyakka (A Hundred Flowers) 

Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista

Paul Kircher por Le Lycéen (Winter boy) de Christophe Honoré

Carla Quílez por La maternal de Pilar Palomero

Concha de Plata a la mejor interpretación de reparto

 Renata Lerman por El suplente de Diego Lerman

Premio del Jurado al mejor guión

 Dong Yun Zhou, Wang Chao por Kong Xiu (A Woman)

Premio del Jurado a la mejor fotografía

Pornomelancolía de Manuel Abramovich

 

sábado, 24 de septiembre de 2022

Y la Concha de su madre es para...

 La previa a la Concha de Oro

 


A menudo me tomo Enalapril/Hidroclorotiazida, un medicamento para la hipertensión, sin nada, a palo seco, debajo de la lengua: es amargo... como la vida misma. Es una manera de recordar -aún más- el sabor diario de la vida. A estas alturas del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, SSFII, todo está visto y opinado. El reparto de premios casi siempre ha sido como tomarse enalapril... por su sabor, pero la hipertensión siempre me ha subido. Es lo que tiene no coincidir con el Jurado.

 Ahora será éste el que tenga la última y decisiva palabra. Preside Matías Mosteirín, productor argentino, en sustitución de la caída a última hora la actriz Glenn Close. Junto a él, conforman el tribunal una directora francesa de casting, Antoinette Boulat, una directora y guionista danesa, Tea Lindeburg, una periodista y novelista, Rosa Montero, un cineasta de Lesoto y un director islandés de nombre Hlynur.

El no haber asistido este año, y estar pendiente por diferentes medios de lo que allá se ha cocido, me va a permitir que esta tarde la decisión de quién se lleva tal o cual premio me traiga al pairo. Eso que gana mi salud.

Voy a darles unas pinceladas que he podido contrastar de lo que ha sucedido (o va a suceder) este año frente a otras ediciones que sí he tenido el placer de disfrutar. Empiezo al revés.

  1. La idea de ofrecer el último día una película sorpresa, Blonde (2022) de Andrew Dominik, hace que la película de clausura, Marlow (2022) de Neil Jordan quede eclipsada ante las expectativas de los informadores de cine.
  2. Que de los 7 premios oficiales, uno al menos irá a alguna película de las cuatro españolas que participan.
  3. Otro premio, al menos, irá a una película hispanoamericana.
  4. Y otro a una película de cine de autor: al coreano Hong Sang-soo, al austriaco Ullrich Seidl o a Jaime Rosales.
  5. En la Sección Oficial siempre hay la siguiente distribución en cuanto a calidad: alguna sobresaliente de vez en cuando, de dos a cuatro películas notables, unas seis a ocho pasables y el resto para echar la siesta o, como se hacía antes, al mercado del videoclub (ahora plataformas).
  6. Las ruedas de prensa cada vez son menos numerosas en cuanto a prensa. Tan sólo tengo que recordar cómo se llenaba la sala hace años y ahora ni con Ana de Armas. Cada vez pintamos menos.
  7. El SSIFF sigue siendo un buen termómetro de la calidad del cine español. Salvo Almodóvar, Amenabar, Bayona y algún otro más que está en disposición de elegir otros festivales, quien no está en San Sebastián, malo.
  8. Que al equipo de Rebordinos le cuesta Dios y ayuda encontrar una comedia para la sección oficial. Siguen buscándola año tras año.
  9.  David Cronenberg confiesa que hace años que no pisa una sala. "El streaming es el futuro y la muerte de la vieja forma de ver cine".
  10. La sección Perlas, filmes de otros festivales, sigue siendo la tabla de salvación cuando otras secciones te empujan a odiar la cosecha del año. 
  11. Que el traductor al español sigue siendo el mismo. Y pésimo. ¡Si es australiano!
  12. La ciudad sigue siendo cara: para comer, alojarse y beberse un trago de vez en cuando.

Y una curiosidad. Me ha dado por comparar las votaciones de Filmaffinity, la base de cine en español, con la media de las puntuaciones de diversos medios que aparece en el Diario Vasco. Pues bien, pongo aquí las cinco películas en orden de mejor puntuación en cada caso. ¿Variará mucho?

 

Público Filmaffinity                                                            Crítica

1. La maternal.                                                          1. La consagración de la primavera.

2. La consagración de la primavera.                     2. Sparta.

3. Suro.                                                                        3. Suro.

4. Los reyes del mundo.                                           4. Walk up.           

5. Sparta.                                                                     5. La maternal.

Luego dicen que la crítica y el público suelen distanciarse. Tal vez, el público de hoy no sea tan ignorante como antaño. Alejandro G. Iñárritu llega a decir que "una película que gusta a todo el mundo es muy sospechosa". ¿De qué? Lo sospechoso es que una película no concite el aplauso unánime del espectador.


martes, 20 de septiembre de 2022

Finding Jack Charlton (2020)

ALGO MÁS QUE FÚTBOL


 

Ayer lunes asistí a la inauguración de Thinking Football Film Festival -es ya un hábito usar la lengua de Shakespeare arrinconando las dos nuestras, euskera y castellano- en su 10ª edición. 

Para los que no sepan de qué va el festival les diré brevemente que su temática es el cine y el fútbol y está organizado por la Fundación Athletic Club con la colaboración de la Sala BBK.

Desde su primera edición en el año 2013, el festival ha ido creciendo en prestigio hasta convertirse en uno de los festivales de fútbol y cine más importantes del mundo, al menos eso dice su página web y no seré yo, también de Bilbao, quien lo contradiga.

Acudió el actual presidente del Athletic Club, Jon Uriarte, para dar la bienvenida a los asistentes en la sala BBK de Bilbao, que dicho de paso estaba atestada. Eso sí, las entradas no son al precio de San Mamés: son gratuitas.

Me sorprendió que reconociera que antes de aspirar a la presidencia desconocía el fundamento y la repercusión del festival que organiza la Fundación Athletic; menos me sorprendió que no se quedara, aunque tuviera una buena excusa: viajar a Madrid por la noche por motivos laborales.

Vamos al grano. Les dejo en este enlace la programación de las películas que la organización ha tenido a bien organizar desde el pasado lunes hasta el domingo 25 de septiembre de 2022.

https://thinkingfootballfilmfestival.com/es/programa/

El pasado lunes se proyectó Finding Jack Charlton (2020) de los directores Gabriel Clarke y Pete Thomas. He de reconocer que soy un poco futbolero, antes más pero desde la Ley Bosman, futbolista belga cuyo caso laboral supuso que se aboliera el cupo de jugadores extranjeros de la UE en los clubes, hizo que la sorpresa en el fútbol se redujese. ¿Quién me iba a decir que en época de Franco el Athletic Club tuviera más opciones de ganar la Liga o la Copa que hoy en día? ¿Se acuerdan de aquel mantra de que siempre se favorecía al Real Madrid, el equipo del régimen?

Me centro. Jack Charlton, el protagonista de esta historia, era el mayor de dos hermanos ingleses que tuvieron la suerte de jugar la final de la Copa del Mundo de 1966 en Wembley y, además, ganarla a Alemania (la Federal, pues había dos en aquella época) por 4-2.

El documental -créanme que habría que inventar una palabra distinta porque nada más pronunciarla la gente deja de leer o le entran pocas ganas de verlo-, aborda la vida y obra de este jugador y, sobre todo, entrenador, siempre a la sombra de su hermano menor, Bobby Charlton. Ya saben que los defensas, como era el caso de Jack, siempre lucen menos que los medios o delanteros, como era el caso de Bobby. La viga frente al balcón de un edificio, ya me entienden, luce menos.

 Desde el principio, sabemos que Jack sufre de demencia, una enfermedad neurológica que va destruyendo los recuerdos. De ahí el título de "finding" (buscando), pues, aunque sus directores sabían de la enfermedad del protagonista, no sospechaban que ya estaba tan avanzada y que rodar con él y extraer recuerdos "valiosos" iba a ser tarea ya imposible.

Por ello se rodean de protagonistas que le acompañaron. El documental se centra desde el momento en que un buen día el presidente de la federación irlandesa llama a un inglés (!), Jack Charlton, para entrenar a la selección de Irlanda hasta que dimite, diez años después. Era como llamar al cholo Simeone a que entrenara a nuestro club el Athletic. Y, contra todo pronostico, Jack Charlton logra algo más que congregar a un buen ramillete de jugadores irlandeses (casi todos o todos jugando en la liga inglesa) para clasificarse por primera vez a un torneo internacional, en 1988 para la Eurocopa de ese año y jugar el Mundial de fútbol de 1990 y 1994. Ese logro es más social y político. Lo verán en la película si se animan a verla.

Participan en el documental otras voces destacadas de aquella memorable selección irlandesa de finales de los ochenta y comienzos de los noventa, como Andy Townsend, Paul MacGrath, David O’Learey, Niall Quinn o Pat Bonner.

Una aclaración para los aprensivos como yo. Aunque se aborde la enfermedad de Jack Charlton, la demencia, la obra está repleta  de buenos momentos y de humor. De hecho, el documental acaba con Jack contando un buen chiste mientras discurren los títulos de crédito.

Tres apuntes sobre Finding Jack Charlton en esta crónica a vuela pluma que me permiten hablar de una obra emotiva, interesantísima y recomendable. A lo largo del metraje de 97 minutos aparece una pilastra cubierta de notas manuscritas en las que aparecen frases sueltas sobre indicaciones tácticas futboleras, características de jugadores, actitudes ante el vestuario, etc. de Jack. Son notas que van desentrañando los recuerdos de un entrenador que ya no los tiene. Las palabras, como si fueran relámpagos en la mente del entrenador, sobresalen de las notas en diferentes momentos para ilustrar distintos capítulos.

Un segundo apunte. Escuchar a un jugador, creo recordar, que dice que los recuerdos que más se retienen son aquellos que más emoción nos han provocado. ¿Habrá alguno que no vaya ligado a una intensa emoción? Los recuerdos de un futbolista o de un entrenador son recuerdos emocionantes, pues están fabricados de las alegrías o tristezas de miles de hinchas testigos de sus proezas o fracasos en el terreno de juego.

Y para acabar, el tercer apunte es muy tierno. Cuando los espectadores acuden a los campos o se ponen ante la pantalla del televisor a ver un partido, uno no conoce la intrahistoria de lo que pasa en el vestuario antes de saltar al terreno de campo. Por ello, Finding Jack Charlton nos descubre el episodio de un jugador, Paul McGrath que llegó a sufrir de delirium tremens por el alcoholismo pero que fue un defensa importante en aquella época para el equipo irlandés. En una ocasión, cuenta él mismo, estando en la selección, sufrió de los temblores típicos de los alcohólicos. Él estaba en la cama y el entrenador Charlton se le acercó y arropándolo, le dijo: "No sabía hasta qué punto estabas mal, Paul". Se comportó con el cariño que hubiera recibido Paul si su padre lo hubiera reconocido en lugar de ser un hijo abandonado en un orfanato.

En una nota de esa pilastra, se dice que Charlton era un "dictador amable". En la escena anterior, se resumen tal vez, la esencia de un inglés que se hizo querer en Irlanda. Y no sólo por haber ganado a Inglaterra en el campo de fútbol un 12 de junio de 1988 por primera vez.


 


martes, 13 de septiembre de 2022

El Multimillonario (1960)

 SER OTRO PARA SER UNO MISMO

Aprovecho que por el festival de Venecia ha pasado sin gloria de premios la última obra de Andrew Dominik, Blonde, para hablarles de la Rubia. Nunca una metonimia estuvo más justificada, aunque en la película de la que voy hablar iba de rubia  platino.

La 20th-Fox tenía bajo contrato a Marilyn Monroe en 1960 y era la estrella más taquillera del estudio. Como el director George Cukor ya se había labrado una fama de director de mujeres, pues era capaz (según la actriz Bankhead) "de sacar a relucir lo mejor de cada mujer", el mandamás de la Fox le propuso el rodaje de El multimillonario (1960). A Norma Jean le quedan dos años de vida y una película más.

El argumento se centraba en torno a un adinerado llamado Jean-Marc Clément (Yves Montand) con poca gracia para contar chistes pero dueño de una fortuna y gran inversor en obras de arte. Un buen día se entera por la publicación Variety de que va a ser caricaturizado en una revista musical de título "Let's make love".

Le  pica la curiosidad y asiste al ensayo. Allí se topará con una corista llamada Amanda (la Monroe) que en esos momentos ensaya el tema "My name is Lolita" -todo un guiño a la novela de Nabokov-, y de la que se acabará locamente enamorando. Y yo también, para qué mentirles: ¡ese sueter hasta el ecuador y los dos continentes cubiertos con pantys! 

Clément tiene dos opciones: conquistarla por la vía de epatarla con su estatus y con pulseras de diamantes (cauce habitual con otras) o por la de hacerse pasar por un humilde aspirante a actor con gran parecido a uno de los que se ridiculizan en la obra: él mismo. Elegirá la segunda, con lo que esa falsa identidad será la base humorística de todo diálogo con ella.

Como toda historia de conquista, hemos de crear un tercer vértice en el triángulo dramático. En esta caso, se trata de un actor y cantante alcoholizado -encarnado por un flojo Frankie Vaughan- que participa en la obra. La ternura que muestra Amanda hacia su compañero hace pensar erróneamente a Montand que ésta se haya enamorada de aquel. Pero como bien indica el personaje de Tony Randall, esos abrazos entre actores no tienen mucha importancia pues suelen ser muy afectuosos.

Los que hayan leído mi artículo sobre Margarita Gautier (1936) recordarán que les hablaba de un equívoco como motor de una secuencia. En la escena que les voy a comentar también hay un doble equívoco que la hace especialmente interesante. 

Después de haber puesto innumerables excusas para no cenar con Clément, saboteando los planes de conquista de éste, Amanda en un momento dado acepta. Sin embargo, la cena está basada en dos simulacros. Ella cree todavía que Clément es un aprendiz de actor sin apenas dinero:

-- No se preocupe por la cuenta, pagaremos a medias-, le dice ella durante la cita.

Mientras que Clement cree, ingenuamente, que ha accedido a la invitación, al fin, porque siente algo por él, y no por su dinero porque piensa que es de condición humilde. De este modo, él va tratando de revelar tímidamente durante la conversación su verdadera identidad: "Hablo cinco o seis idiomas... tengo suficiente dinero para pagar la cena..." va dejando caer en la conversación. Y llega la frase que a uno le emociona aunque sé que no son tiempos para el romanticismo:

-- Soy completamente feliz, Amanda. Ahora sé para qué vine al mundo-, afirma Clement mientras abraza con su mirada el rostro pleno de Monroe.

 -- Muy bonito--añade ella, sin comprender bien que se le está declarando, como lo atestigua el que añada--: ¿No encontraría mejor empleo sabiendo tantos idiomas?

 El diálogo sigue por el mismo camino: ella creyendo que es un vendedor de bisutería llamado Alejandro Dumas (!); él no sabiendo que Amanda está haciendo un doble juego al traerle a cenar para que la canción que iba a cantar él la interpretara  su alcohólico compañero en la revista, evitando así su autodestrucción. 


 

La escena da dos giros más de guionista inspirado. Primer giro, Amanda le confiesa que no está enamorado de Frankie Vaughan. A lo que Clement, animado por ello, aprovecha para desvelarle quién es verdaderamente. Esto dará pie al segundo giro: Amanda no le cree y desconcertada huye del restaurante. La frase final de la escena nos provoca la sonrisa:

--¡Amanda, soy el multimillonario!--grita en el local mientras sale detrás de ella.

No sé qué pensarán ustedes si ven la película, pero creo que en el personaje de Amanda hay bastante de Marilyn Monroe. No en vano participó sin acreditar el que era su marido en ese momento, Arthur Miller. De ahí frases referidas a que estudia por la noche en una academia para obtener un diploma, acomplejada por su escasa formación. En otra ocasión, Montand le pregunta cómo miran los que trabajan en las revistas.A lo que ella, confundiendo personaje y actriz, afirma: "Ellos no miran. Puedes andar entre bastidores con muy poca ropa y ni uno solo vuelve la cabeza. En cambio, esa chica muy vestida pasa entre un grupo de empleados de oficina y se quedan embobados".

 En el muy recomendable libro My story: memorias de Marilyn Monroe (con la colaboración de Ben Hecht) hay un célebre frase  atribuída a ella:

"Hollywood es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y siempre exigí los cincuenta centavos".

Así uno puede creerse al personaje de Amanda, que no le interesan los idiotas multimillonarios que no saben qué hacer con su dinero.En cambio, si acaba enamorándose de Clement es porque éste ha decidido el camino más largo: el que evitaba que Amanda sólo le viera por su fortuna, aunque para ello, paradójicamente, tuviera que disfrazarse para ello. Ocultándose se revelaba.

En la vida real, Montand acabó como su personaje: enamorándose. Les dejo con esta imagen. 


Esta forma de abrazarla me reveló cual carrete en el proceso de revelado que entre ellos hubo algo durante el rodaje. Se cuenta, se dice que el matrimonio Arthur Miller y Monroe ya hacía aguas y que la pareja de Yves Montand, la espléndida Simone Signore, consintió como en otras ocasiones. Ustedes juzguen el plano.

                                                                Iñaki González Beltrán


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