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domingo, 6 de julio de 2025

El cautivo (2025)

 Lo importante es saber imponer el relato

 

Cartel promocional de la película de Alejandro Amenabar

 

Pocos directores españoles despiertan el interés del público a la hora de presentar un estreno. Quitando a Pedro Almodóvar, que siempre ha sabido él solito crear expectación por cada obra que presentaba allende nuestras fronteras en festivales de renombre, tan sólo me viene a la mente dos figuras más jóvenes: Juan Antonio Bayona y Alejandro Amenabar. Verdad que hay un listado de notables directores pero no están en esa liga de la llamada "gran expectación" que se suscita con cada proyecto: los Trueba, Coixet, Sorogoyen, Alberto Rodríguez, León de Aranoa, por poner algunos ejemplos, no levantan tanto interés como si fuera un Barcelona F.C.-Real Madrid. 

Es verdad que en ciertas ocasiones son los premios internacionales los que provocan esos anhelos por ir a la sala a verla, como puedan ser los casos más recientes de Sirât de Oliver Laxet, que logró el Premio del Jurado en Cannes, o los casos de 20.000 especies de abejas de Urresola y Alcarrás de Carla Simón por la repercusión que tuvieron en tiempos recientes en Berlín. 

Amenabar y Bayona son dos directores no muy prolíficos: el primero a sus 53 años cuenta con 8 largometrajes; el segundo, con 50 primaveras, ha rodado dos menos. Los paralelismos continúan con los premios: así, Amenabar logró el Oscar por Mar adentro (2004); el realizador catalán estuvo a las puertas con La sociedad de la nieve (2023) si no se hubiera cruzado ese año la también magnífica La zona de interés. En cuanto a los Goyas, Alejandro atesora dos como mejor director y tres a mejor película frente a Bayona que ha logrado tres en dirección y uno a mejor filme. También se asemejan en que junto a proyectos con reputados actores nacionales cuentan con trabajos en los que han intervenido actores internacionales de renombre: Ethan Hawke, Rachel Weisz o Nicole Kidman en el caso de Amenabar, o Sigourney Weaver, Bryce Dallas Howard y Naomi Watts por parte de Bayona.

Por último, querría destacar que mientras Amenabar se ha sentido atraído por figuras históricas (la astrónoma Hypatia de Alejandría, Miguel de Unamuno, y ahora Cervantes) o contemporáneas (Ramón Sampedro símbolo de la eutanasia) que luchan contra un ambiente hostil en sus respectivas épocas, Bayona se ha decantado por narrar historias de personajes que luchan por adversidades no tan ideológicas, políticas o sociales de su tiempo, sino ante desgracias más naturales (familia ante un tsunami, niño frente al duelo por la muerte de su madre o un equipo de deportistas enfrentándose a su supervivencia en la cordillera de los Andes).

 Este año es Alejandro Amenabar el protagonista, el que ha creado expectación con El cautivo, que se estrenará en España el próximo 12 de septiembre, previo estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), dentro de la sección Special Presentations, una de las más prestigiosas del certamen canadiense que celebra este año su 50 edición del 4 al 14 de septiembre. 

El estreno en Toronto marca el inicio del recorrido internacional de El cautivo. Su director, Alejandro Amenabar presentó en la misma sección Mar adentro y Mientras dure la guerra.  La sección Special Presentations acoge películas de autores consagrados y títulos que, por su calidad cinematográfica y el interés que despiertan, se perfilan como protagonistas de la temporada internacional. En ediciones anteriores se han proyectado películas como Los que se quedan, Sin novedad en el frente o Los Fabelman, entre otras. 

 El rodaje ha tenido lugar en la Comunidad Valenciana: Alicante, Santa Pola y los estudios “Ciudad de la Luz” entre otras localizaciones levantinas, así como en los Reales Alcázares de Sevilla.

Con guion de Alejandro AmenábarEl cautivo está protagonizada por Julio Peña y Alessandro Borghi, que junto a Miguel Rellán, Fernando Tejero, Luis Callejo, José Manuel Poga, Roberto Álamo, Albert Salazar, Juanma Muniagurria, César Sarachu, Jorge Asín, Mohamed Said, Walid Charaf y la debutante Luna Berroa, entre otros, completan el reparto.  

  

Julio Peña con el director Alejandro Amenabar observando una escena rodada

 

¿Y qué nos va a contar el autor de Los otros? Pues en lugar de hacer un biopic, parece que se va a centrar en unos pocos años de la vida del escritor de Rinconete y Cortadillo. En concreto, los que comienzan con su cautiverio de cinco años (1575-1560) en Argel, cuando regresaba a España en la galera Sol y esta es apresada por una flotilla turca cerca de la costa catalana. Según nos relata el director, "en 1575 se cerraron las puertas de la libertad para Miguel de Cervantes, pero a cambio se abrieron las de su imaginación y su humanidad. Mientras ideaba arriesgados planes para fugarse de una desoladora prisión árabe, aquel joven soldado se vio empujado a conocer el mundo de sus captores y a interactuar con ellos en suelo enemigo. Y allí, entre sus compañeros de cautiverio, encontró su verdadera vocación como inigualable contador de historias".

 He consultado tres fuentes para redactar este artículo sobre Cervantes. Curiosamente, en una de ellas se afirma que "poco sabemos con absoluta certeza de la vida del más universal de nuestros escritores". De hecho, algo tan básico como la fecha de nacimiento, en una se afirma que "ignoramos el día en que nació (...). Fue bautizado en Alcalá de Henares (9-X-1547)". Y en las otras dos se nos dice que probablemente sea 9-X-1547 y en la otra tan sólo se afirma que nació en 1547. 

Visto lo visto, tenemos que suponer que Amenabar habrá tenido que recurrir para describir en su guion esos cinco años de cautiverio a lo que el mismo Manco de Lepanto recreó en sus obras como la Epístola a Mateo Vázquez, El trato de Argel, Los baños de Argel y el relato del Capitán cautivo que aparece en El Quijote I (capítulos 39-41). Más lo que haya echado a la cazuela la pizquita de imaginación, mucha o poca. Veremos.

En la nota de prensa que nos envían, Amenabar comenta que "entrar en la cabeza y el corazón de uno de los mayores talentos de la literatura ha acabado convirtiéndose en la tarea más intensa y personal de mi carrera. Deseo que la gente conozca a Miguel de Cervantes tanto como creo conocerlo yo ahora. Y que haga un viaje en el tiempo para verse allí, entre corsarios, cautivos, renegados, amigos y enemigos... observando y escuchando a aquel hombre fascinante que ni siquiera sabía aún que era un genio”.

Cuando uno se enfrenta a hechos históricos bastante documentados, no queda más remedio que ceñirse en lo posible a ellos, so pena de ser acusado de interpretar –en el mejor de los casos– o de tergiversar la historia –en el peor–; si no hay suficiente documentación, aquí el creador puede asumir con su imaginación el rellenar los agujeros negros. Y si logra conectar el pasado con el espectador del presente, las lanzas de guerra no se pondrán en posición de combate. Ya le ocurrió con su última obra: Mientras dure la guerra (2019). 


Julio Peña (Cervantes) frente al actor Roberto Álamo

 

 SINOPSIS DE EL CAUTIVO
 
Año 1575. El joven soldado Miguel de Cervantes es capturado en alta mar por corsarios árabes y llevado a Argel como rehén.
 
Consciente de que allí le espera una cruel muerte si su familia no paga pronto su rescate, Miguel encontrará refugio en su pasión por contar historias. Sus fascinantes relatos devuelven la esperanza a sus compañeros de prisión y acaban por llamar la atención de Hasán, el misterioso y temido Bajá de Argel, con el que comienza a desarrollar una extraña afinidad.
 
Mientras los conflictos crecen entre sus compañeros, Miguel, llevado por su inquebrantable optimismo, comenzará a idear un arriesgado plan de fuga.

 

domingo, 29 de junio de 2025

El globo rojo (1956)

El globo flota por el principio de flotabilidad



Hermosa escena en la que dos globos se encuentran: el Rojo y el Azul



Este domingo que pone fin a junio ha traído una temperatura de 35º C. Eso indica al menos la pantalla de mi móvil referida a Bilbao. La sensación térmica, por efecto de la humedad, sol y viento es, en cambio, de 36º C. En el interior de mi pisito, el termómetro arroja una cifra de 29º C. Iberdrola no gana conmigo con el gasto de ventilador pues no lo tengo. Así que aquí estoy con el cerebro medio derretido y la "obligación" de escribir un artículo que pueda tener un mínimo de interés. Habría pedido gustoso un café con hielo en el bar Stop, pero la dueña, Cecilia, todavía no ha implementado el servicio a domicilio tipo Glovo.

Imagínense que estoy en un desierto, sentado ante un escritorio y encima de una duna, con el sol ya cayendo hacia la derrota diaria. Así me siento en estos momentos. O como un Tom Ewell que acaba de dejar a su esposa e hijo rumbo a un destino turístico playero, convirtiéndose así en soltero por unos días calurosísimos en su apartamento de Nueva York. Curioso que a la elevada temperatura de esos días se le junte la sensación térmica que siente nada más ver a la vecina de arriba: M. M., o sea, Marilyn Monroe. No es para menos. En mi caso, mi vecina viste unos 75 años, así que no hay sensación más que de abatimiento. 

Y si logro escribir algo, todavía tengo que desear que el lector no esté –metafórica o físicamente– en el Valle de la Muerte, en el desierto de Gobi o delante de una ventana, escayolado y apunto de presenciar un asesinato en la fachada de enfrente del patio interior. Ya se sabe que para la lectura se requiere de unas condiciones atmosféricas y anímicas adecuadas. Rezo por ello.

¿Saben quién es Albert Lamorisse? Tal vez algún enciclopédico lector tenga noción de él. En mi caso, la primera vez que escuché su nombre fue el año pasado a un buen amigo que abriga los 82 tacos de invierno. Su evocación de Lamorisse, director francés de escasa filmografía –ocho películas, la mayoría documentales– y de su mayor éxito comercial, Le ballon rouge (1956), fue tan entusiasta  los ojillos se le entornaban, cálida se le hacía la entonación de la voz, las comisuras de los labios describían el paraíso perdido de la felicidad infantil – que al principio pensé que era fruto de la chochez de un cinéfilo añoso. 

Craso error. Mi amigo F.J. tuvo la inmejorable suerte de ver este mediometraje a esa edad adecuada, apropiada: unos trece años aproximadamente. Téngase en cuenta que por aquel tiempo, los trece en la mayoría de los casos, sobre todo para los que estaban en un internado, era una edad de niñez todavía. Pues bien, El globo rojo es un mediometraje de 36 minutos maravilloso, en el que se narra las peripecias de un chiquilín que se topa con un globo rojo un tanto fantástico. 

En la infancia, lo fantasioso reina en la vida cotidiana. Creo que es la única manera de que la realidad no te patee el culo inmisericordemente. La infancia es una etapa cruel y llena de peligros, lejos de estos tiempos en los que los papás acolchan a sus querubines entre algodón, se relacionan más con artefactos que con seres, donde los suelos de las zonas de recreo infantiles están fabricadas con caucho aglomerado con poliuretano para que las rodillitas de los infantes no se hagan pupitas, donde te juegas pena de cárcel si le das un azote en el culito de cristal de Bohemia, etc. Infancia hiperprotegida. ¡Metamos a los niños en Alcatraz!

En fin, vean el mediometraje y se darán cuenta de que la infancia es todo menos Walt Disney. Un buen día, el crío protagonista Pascal –por cierto, hijo de Albert Lamorisse– encuentra de camino a clase un globo rojo atado en una farola y lo recoge subiéndose a la misma –como Tom Cruise, que no necesita dobles ni efectos especiales–. A partir de ahí, el globo le acompañará cual si se hubiera topado el infante con un perro vagabundo que le sigue a todas partes. Las peripecias del niño con el globo no harán más que ratificar que entre ambos se ha establecido ese vínculo afectivo, milagroso y anhelante en la infancia, como ese amigo invisible que nos acompaña, nos protege, nos defiende y en el que confiamos hasta que, un buen día, desaparece.

El goblo rojo obtuvo una ristra de premios Oscar al mejor guion original, Palma de Oro mejor corto... a pesar de que no hay diálogos prácticamente. Sólo acompaña la música de Maurice Le Roux y el sonido ambiente de las calles de París. Ah, y la fascinante fotografía de Edmon Séchan en Technicolor. Todos los lugares por los que el niño de cuatro años se pasea con el globo están con unos colores apagados, desvaídos, deslucidos, fríos: callejuelas, fachadas, escuela, mercadillo, escalinatas, tejados... Incluso el protagonista viste una ropa gris. Tan sólo la única nota de color que sobresale en todos los planos es el rouge del globo. Pocas veces, la pintura tiene una importancia trascendental como la que atesora este mediometraje.


El contraste de color realza la relación amistosa entre el niño y el globo rojo


La imaginación en la infancia nos permite flotar sobre la pedestre, grisácea y dolorosa realidad al igual que lo hace un globo gracias al principio de flotabilidad: un objeto como el globo sumergido en un fluido como el aire experimenta una fuerza ascendente igual al peso de ese fluido desplazado. Pero, ¡ojo!, si lo hinchamos 🎈 de la misma manera en que lo inflamos con la boca cuando celebramos un cumpleaños, entonces el principio de flotabilidad no imperará, el globo se vendrá al suelo y empezaremos a patearlo para que suba. Necesitamos rellenarlo de algo más liviano que la Realidad plúmbea: el aliento que inspira el Reino de la Imaginación en la infancia.

Por eso, el globo rojo flota. Y acompaña como un buen perrito de compañía a ese querubín. Ora se aleja, ora se acerca juguetón🎈

Desgraciadamente, he llegado tarde para ver con los ojos de un chiquillo, o incluso de un zagal, este hermoso mediometraje. Recuerdo en estos momentos un libro de Alejandro G. Calvo cuyo título explica muy bien la idea que les quiero transmitir: Una película para cada año de tu vida

En la vida, llegamos tarde a muchas cosas, así pues la impresión ya no será tan intensa y penetrante como lo hubiera sido en el momento idóneo: la infancia. Si tienen niños, apunten esta obra bastante desconocida para el gran público. Sus hijos se lo agradecerán. Y usted a mí.

P. D.: En Youtube hay una copia, pero es de tan mala calidad, tan infecta, que no invitaría a nadie a ver algo con los ojos hinchados por los golpes dados por un adolescente camorrista y celoso. Allá ustedes.

Les dejo el enlace: 

Le ballon rouge

jueves, 19 de junio de 2025

Mediometrajes vascos restaurados

 El Festival de San Sebastián incluirá en su sección 'Klasikoak' 2025 cuatro mediometrajes vascos restaurados por la Filmoteca Vasca y EITB


Los títulos que serán restaurados con la financiación del Gobierno Vasco son 'Ehun metro', 'Zergatik panpox', 'Hamaseigarrenean aidanez' y 'Oraingoz izen gabe'


El Gobierno Vasco con un presupuesto de 80.000 euros financia a través de la Filmoteca Vasca y EITB la restauración de los mediometrajes, Hamaseigarrenean aidanez (Anjel Lertxundi, 1985), Ehun metro (Alfonso Ungría, 1985), Zergatik panpox (Xabier Elorriaga, 1985) y Oraingoz izen gabe (José Julián Bakedano, 1986). Los trabajos de rehabilitación se están llevando a cabo en los laboratorios L’Immagine Ritrovata de Bolonia y se proyectarán en septiembre en la sección Klasikoak del Festival de San Sebastián. Las tres primeras películas fueron en 1985 el primer proyecto íntegramente financiado por el Gobierno Vasco para promocionar el cine en euskera. 

La presentación de este proyecto ha tenido lugar en Tabakalera y ha contado con la presencia de Ibone Bengoetxea (consejera de Cultura y Política Lingüística y vicelehendakari primera del Gobierno Vasco), Joxean Fernández (director de la Filmoteca Vasca), Vanesa Fernández (directora de Cultura y Euskera de EITB), José Luis Rebordinos (director del Festival de San Sebastián) y los directores de las películas Anjel Lertxundi, Alfonso Ungría, Xabier Elorriaga y José Julián Bakedano.

 

 

 La vicelehendakari primera y consejera de Cultura y Política Lingüística, Ibone Bengoetxea, ha sido la encargada de abrir la presentación. En su intervención ha destacado "la importancia de la colaboración institucional y las apuestas firmes por el patrimonio cultural vasco y el cine vasco". "El euskera y la cultura vasca necesitan el impulso de todos y todas, necesita apuestas sólidas. Porque el euskera y el cine vasco forman parte y son reflejo de nuestra identidad colectiva. Proyectos como el de hoy dan futuro a nuestro pasado, dan futuro al patrimonio cultural cinematográfico vasco".

En palabras de Joxean Fernández, “este proyecto de estrecha colaboración interinstitucional, que marca el camino para el futuro, supone cuatro nuevos trabajos de restauración al más alto nivel para traer a la era digital el patrimonio cinematográfico vasco”. “Es también un reconocimiento a algunos de nuestros cineastas pioneros en el ámbito del euskera, una puesta en valor de nuestra literatura como fuente de inspiración del cine vasco y, finalmente, un nuevo intento de internacionalizar nuestros clásicos cinematográficos”, ha subrayado el director de la Filmoteca Vasca.

 

 

 

Por su parte, Vanesa Fernandez ha señalado que esta colaboración “reafirma nuestro compromiso con la difusión del patrimonio cinematográfico vasco y la transmisión del euskera como pilares de nuestra identidad cultural”. Además de participar en la restauración, EITB recogerá el proceso de rehabilitación de las películas en el documental Itzalak Argitzen (Berde Produkzioak y Koldo Almandoz): “Casi 40 años después de su estreno, los cuatro directores viajarán a Bolonia para ser testigos directos del trabajo que se está llevando a cabo en los laboratorios italianos. Asimismo, el documental recorrerá con ellos los espacios reales y ficticios en los que transcurrieron las historias y documentará también el proceso de restauración de la mano de responsables de la Filmoteca”.

Por último, Jose Luis Rebordinos ha asegurado que la situación actual del cine en euskera es “bien distinta a la de hace 40 años y hoy las películas rodadas en nuestro idioma son cada vez más habituales y numerosas en festivales como el de San Sebastián, donde compiten con producciones de todo el mundo”. Por eso, ha añadido, el Festival ha querido “honrar la labor de aquella iniciativa pionera y programar estos cuatro títulos en la sección Klasikoak”.

 

 

Los directores de las películas, que viajarán a Bolonia la primera semana de julio para supervisar el trabajo de restauración, se han mostrado ilusionados. A juicio de Alfonso Ungría, “la recuperación” es la “gran labor” de las filmotecas, que son “la casa madre donde el público puede encontrar cualquier película”.

 

 

Por su parte, Anjel Lertxundi ha recordado que en aquella época se dieron “grandes pasos” en la literatura, la música y el teatro. “En un momento dado, conseguimos también traer el cine a los ojos del euskera”, dijo.

Asimismo, Xabier Elorriaga ha recalcado que la restauración de Zergatik panpox supone para él “regresar a un proyecto” al que llegó con “casi ninguna formación como guionista o realizador. Y las consecuencias de esto, unas espléndidas, otras regulares y algunas no deseadas son las que seguro me estarán esperando en Bolonia”. “Disfrutaré viendo a los intérpretes, oyendo los textos de Urretabizkaia y la música de Pascal Gaigne y Amaia Zubiria, con las localizaciones, el paisaje y la fotografía de Hans Burmann”, añadió.

 

 

Por último, José Julián Bakedano ha explicado que Oraingoz izen gabe fue “el esfuerzo de un equipo euskaldun para rodar una ficción en euskera con sonido directo y un equipo técnico británico, y el resultado fue un éxito”.

 


Los cuatro mediometrajes y su restauración

Hamaseigarrenean aidanezEhun metro y Zergatik panpox están respectivamente basadas en novelas homónimas de Anjel Lertxundi, Ramón Saizarbitoria y Arantxa Urretabizkaia, y fueron producidas por Irati Filmak con un presupuesto de 100 millones de pesetas aportados íntegramente por el departamento de Cultura del Gobierno Vasco. En lo referido al mediometraje dirigido y producido por Bakedano, el guion de Oraingoz izen gabe fue escrito por Bernardo Atxaga, quien se inspiró en un cuento de Jorge Luis Borges. El filme se estrenó en la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián de 1987.

La restauración de las cuatro cintas ha partido de los negativos originales en 35 mm conservados en la Filmoteca Española y la Filmoteca Vasca. El material fotoquímico se limpiará y se preparará mecánicamente para su digitalización. En una segunda fase se eliminarán las imperfecciones derivadas del paso del tiempo, siempre con el objetivo de conservar la autenticidad del archivo original. Después se corregirá el color y el sonido. Los trabajos finalizarán en agosto y han contado con la supervisión del personal técnico de la Filmoteca y el auspicio del Gobierno Vasco.

 
 
Mediometraje
ALFONSO UNGRÍA (ESPAÑA)
País(es) de producción: España - 1985
Intérpretes: Patxi Bisquert, Carlos Zabala, Klara Badiola, Aritz Sarria, Paco Sagarzazu, Joseba Apaolaza, Ramón Aguirre, Enrique Salaberria, Ramón Barea, Santiago Burutxaga, Ramón Balenciaga, Luis A. García, José María Txukarro, Gabriel Begiristáin

Son las ocho de la mañana en un verano de los primeros años setenta. Ion, un militante de ETA, corre desesperadamente por la parte vieja de San Sebastián perseguido por la policía. La ciudad se está despertando y vive su rutina con normalidad. Mientras Ion huye recorre también la historia de su vida. Los recuerdos de la escuela, donde le exigen que renuncie a su identidad, se alternan con la mirada de su padre y con la figura de Madeleine.

 
Mediometraje
ANJEL LERTXUNDI (ESPAÑA)
País(es) de producción: España - 1985
Intérpretes: Felipe Barandiaran, Kontxu Odriozola, Mikel Garmendia, Esther Remiro, Pilar Lerma, Xabier Auzmendi, Kontxa Carmona, José L. Castañares, Federico Santalla, Ana Miranda, Mikel Aizpurua, Lourdes González

Domingo vive para las apuestas. Es corredor en regatas de traineras, frontones y plazas donde se celebran diferentes pruebas. Pero es también una obsesión que le impulsa a tomar muchos riesgos, siempre en colaboración con Kornelio, un personaje cobarde y cínico. La soledad de su mujer, Marcelina, sirve de contrapunto en una historia en la que la tragedia puede estallar en cualquier momento. 

 
Mediometraje
XABIER ELORRIAGA (ESPAÑA)
País(es) de producción: España - 1985
Intérpretes: Arantza Rentería, Juan María Segues, Igor Mendoza, Aizpea Goenaga, Elena Irureta, Idoia Arrizabalaga, Arantxa Urretavizcaya, Zuriñe Uriarte

La película, basada en la novela homónima de Arantxa Urretabizkaia, narra la vida de una mujer de treinta años casada y con un hijo. La protagonista reflexiona sobre los motivos que pudieron empujar a su marido, Txema, a dejarla sola con su hijo. A través de monólogos internos se exploran temas como la maternidad, la soledad y la rutina diaria en la sociedad vasca de finales de los años 70. 

 
Mediometraje
JOSÉ JULIÁN BAKEDANO (ESPAÑA)
País(es) de producción: España - 1986
Intérpretes: Iro Landaluze, Félix Arkarazo, Elene Lizarralde, Luis Iriondo, Eskarne Aroma, Eguzki 

Manuel relata su tranquila vida con su hermano Ramón hasta la llegada de una prostituta que altera su convivencia. La presencia de Esther desencadena tensiones y conflictos entre los hermanos hasta llegar a un desenlace trágico. La película explora las relaciones familiares y las emociones reprimidas en un entorno rural.



lunes, 16 de junio de 2025

Tres kilómetros al fin del mundo (2024)

 Bendita equidistancia en el cine



Fotograma de Tres kilómetros al fin del mundo, película rumana



Recuerdo que el añorado crítico de cine y locutor de radio, Carlos Pumares, decía que el cine en blanco y negro no era tal si no se añadía una coletilla esencial: "...Y una amplia gama de grises". Viene a cuento esto porque nunca me gustó el cine propagandístico, ese en el que los grises o no aparecen o están muy limitados en sus fotogramas (léase comportamientos de buenos buenísimos y malos malísimos). 

El caso más flagrante sería el cine concebido desde la Revolución rusa en 1917 como arma propagandística, cuyo objetivo era combatir el cine burgués ideado como espectáculo que sólo narra historias literarias y teatrales, alejado de toda enseñanza que haga tomar conciencia de clase (trabajadora, por supuesto) al espectador. 

Los géneros de cine político y social no suelen ser los de mi mayor agrado, pues siempre hay un mensaje, bien explícito (que me provoca sarpullidos neuronales), bien implícito (cosa esta última que agradezco, pues es como tomar viagra sin saber el poder oculto que conlleva). 

En estos géneros, siempre anda uno con la mosca detrás de la oreja pensando a ver qué me quiere "vender" el director y/o el que ha producido el artefacto. Si se acercaran a un escaparate, ¿les gustaría que la vendedora saliese y les invitase a entrar a comprar tal o cual producto porque está rebajado, es de mucha calidad o cualquier otro motivo comercial? Pues a mí me pasa lo mismo con el cine de "mensaje": me pongo en guardia... y salgo huyendo.

En la pasada edición de la Seminci, pude ver una película rumana titulada Tres kilómetros al fin del mundo (2024) de Emanuel Pàrvu. Es cine social, cuya idea motriz es mostrarnos cómo cierta parte de la sociedad rumana (no sé si mucha o poca) sigue sin aceptar la homosexualidad. El director nos lleva a una zona turística pero conservadora como es el delta del Danubio que desemboca en el mar Negro. Allí regresa el joven de 17 años Alí, que va a pasar un verano en su pueblo natal. Una noche es brutalmente agredido en la calle y al día siguiente su mundo dará un vuelco.

La homofobia empezará a surgir, sobre todo en el seno familiar de Alí, pues sus padres son católicos que viven integrados en la pequeña localidad conservadora del delta. Lo que me convenció, a pesar de ser una película de tesis (o de propaganda) es que no impone su mensaje al espectador. La puesta en escena de Pârvu es tal que la cámara en muchas ocasiones está alejada de los personajes, de las diferentes situaciones dramáticas que relata. En ningún momento nos señala con el dedo de la cámara: "¡Ved qué malos que son casi todos los del pueblo, que son homofóbicos!". No, cada uno de los personajes expone su opinión, su posición, su ideología, en una trama bien construida y con un interés in crescendo. 

Por momentos me recordaba el cine del iraní Asghar Farhadi, cuya obra Nader y Simin, una separación practica el ejemplo claro de lo que quiero decirles: cada personaje en un divorcio plantea su punto de vista, y el espectador sabrá a qué atenerse sin que el demiurgo te lo imponga.

Al director Pârvu le preguntábamos en la rueda de prensa en Valladolid si todavía existía homofobia en Rumanía, a lo que este contestaba que desgraciadamente seguía existiendo. "Cuando hace unas semanas se estrenó la película en Rumanía, recibí mensajes bastantes duros en las redes sociales, mensajes que me insultaban y que me señalaban que no querían ver en el país películas gays", señalaba Emanuel Pârvu. Cree que la sociedad rumana va en el buen camino: el aceptar que no importe la raza, la orientación sexual, el color de la piel o la religión que uno profese. Lo que le preocupa es, en cambio, la velocidad con que esa aceptación va calando.

La obra de Pàrvu trata de combatir esa mentalidad de los espectadores que siempre está contra las minorías, sean estas las que sean. Ponía un ejemplo muy clarividente: "Yo soy un director rumano que está en España. Soy una minoría aquí por ser extranjero. Imaginemos que tengo una discusión con una persona española aquí en Valladolid. Si empezáramos a elevar el tono de la voz en plena discusión, al final no recibiría un insulto del tipo: estúpido, sino el de estúpido rumano. Porque yo creo que esa es la manera en que pensamos con respecto a las minorías. Siempre vamos a señalarlas por el hecho de serlo. No señalamos a la persona, al ser humano. No insultamos así a la persona, sino a la categoría (por ser homosexual, extranjero, de una determinada religión, etc.). Siempre insultamos en esa dirección hacia lo que es minoritario". 



Emanuel Pârvu
El director rumano Emanuel Pârvu, tras la rueda de prensa




El cine rumano que llega a España suele ser muy interesante. Ahí están los ejemplos de directores nacidos a finales de los sesenta y principios de los sesenta del s. XX: Corneliu Porumboiu (12:08 al este de Bucarést), Cristi Puiu (Sieranevada o La muerte del Sr. Lazarescu), Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días) o Constantin Popescu (Pororoca), con estos dos últimos Pârvu ha trabajado de actor curiosamente. Como bien decía en la rueda de prensa, esta Nueva Ola del cine rumano de los últimos 20 años "ha empezado a tratar temas sociales como las minorías, la homofobia o la corrupción política, pues hace 50 años no se abordaban estos asuntos pues era la época del comunismo, del socialismo, en el que había otras preocupaciones". 

Emanuel Pârvu nos afirmaba que "la Nueva Ola del cine rumano puso sobre el tapete muchos temas nuevos, de una nueva sociedad. Los autores han de inspirarse en el tiempo en que viven y deben reflejar ese tiempo. Los problemas de la sociedad de nuestro tiempo nos inspira. Y creo que deberíamos hablar de ellos". 

El hecho de que Pârvu sea director de teatro y también actor de cine, le ha ayudado mucho. Sobre todo cuando escribe el guion, pues "por lo general, de alguna manera interpreto a todos los personajes. Eso me consume mucho tiempo a la hora de reescribir. Con esta historia llegué a tener 40 borradores de guion. Al ser actor, sabes cómo tratarlos, pues son personas muy sensibles. Es fácil humillarlos cuando les criticas en voz alta delante de todos en el set de rodaje. No te das cuenta, pero estás creando una incomodidad muy grande, estás abusando de ellos. Suelo hablar en privado, a solas con los actores. No creo mucho en la actuación, pues la actuación es una muestra de tu mejor versión. Si se nota la actuación, es malo. Por eso hago muchas tomas con los actores. Porque hace falta que el cerebro se habitúe a que seamos el objeto de observación con la cámara, tratamos de mostrar nuestra mejor versión, ocultar barriga, mostrar nuestro mejor perfil. Y no quiero eso. Por eso creo más en la valentía. Para ello se necesita tiempo y que se habitúen al set de rodaje.".  

Quise alabarle el hecho de que en su historia no había personajes intrínsecamente buenos ni malos. A lo que contestó que "no es mi forma de relacionarme con el cine. Nadie se levanta por la mañana para ser malvado. Creo que en todos nosotros hay un deseo de hacer el bien en la sociedad, pero a veces lo que yo entiendo como una buena acción no coincide con tu opinión. Y es ahí donde surge la colisión, los problemas. Cuando queremos hacer algo, no actuamos teniendo en cuenta lo que opina el otro".

Emanuel Pârvu nos ponía un ejemplo que trataba de arrojar luz sobre el tema que trata la película al respecto: "Cuando te peleas con tu mujer, y luego le traes una ramo de flores para disculparte. Pero ella no quiere las flores. A veces las arroja y sigue la pelea e incluso se agrava. Y tú sigues reivindicando tu gesto de generosidad. Pero es que ella no necesitaba esas flores. A lo mejor lo que necesitaba, en cambio, es que fueras agradable o que le acercaras un vaso de agua. Y todo porque no le has preguntado, no les has dicho qué puedo hacer por ayudarte. Es una pregunta muy importante. No siempre tenemos que hacer el bien a nuestra manera propia, sino que hay que preguntar. Es decir, por lo que respecta a la sociedad, es importante hablar de los problemas contemporáneos de la sociedad". 

Y la homofobia en Rumanía lo es.

PD.: Tres kilómetros al fin del mundo se ha estrenado esta semana. Si por casualidad van a verla en sala (o más tarde en una plataforma), tal vez salgan preguntándose por qué lleva este título. Emanuel Pârvu nos comentó en Valladolid que tiene dos sentidos: el literal, el pueblo donde transcurre la historia está literalmente a tres kilómetros del fin de la tierra, donde comienza el mar Negro; por otro lado, está el significado metafórico de la misma, que consiste en que como sociedad, y no hablo solo de mi país sino de la sociedad en conjunto, si seguimos en la dirección de seguir prejuzgando y maltratando a las minorías por serlo, creo que estamos entonces a "tres kilómetros del fin del mundo".

lunes, 9 de junio de 2025

Los gozos y las sombras

 Cuando se ama, hace falta el cuerpo o/y una pantalla de cine


 


No soy de ver series, un consumo que se ha puesto de moda desde hace algunos años con las plataformas de streaming de contenidos. Las series me recuerdan a la institución del matrimonio: mucha inversión de tu vida para que, al final, no sea satisfactoria, pudiendo acabar en divorcio a la primera o segunda temporada. Por eso, sigo manteniéndome fiel a la fórmula de echarse una amante, de relación breve e intensa: el filme. 

En esta ocasión les voy a hablar de una serie española que me parece de lo mejorcito que se ha rodado, con permiso de Patria o Antidisturbios que vi en el incomparable marco del Kursaal 1 del Zinemaldia. Me refiero a Los gozos y las sombras (1982) dirigida por Rafael Moreno Alba. Bueno, más que de la serie en sí, del libro en tres tomos que escribió el ferrolano Gonzalo Torrente Ballester.

La serie se estrenó en RTVE en 1982 y recuerdo que me marcó. ¿O mejor sería decir nos marcó? Protagonizada por Carlos Larrañaga, Eusebio Poncela, Charo López y Amparo Rivelles, el Círculo de Lectores tuvo el buen ojo –tras ver el éxito de la misma– de sacar una edición especial en tres volúmenes titulados: El Señor llega, Donde da vuelta el aire y La Pascua triste.

Sabía que cuando los compré no los iba a leer de inmediato. En aquel tiempo, había un agente de El Círculo de Lectores que te traía una revista bimestral y el pedido que habías hecho en la anterior visita. Me hizo ilusión la edición porque venía en un estuche y era más cuidada que la inmensa mayoría de las publicaciones de Bertelsmann. Tenía demasiado fresca las imágenes y la historia  como para meterme entre córnea y retina las más de mil páginas de la edición no abreviada. Así que durante 42 años los tres volúmenes han estado durmiendo en un estuche el sueño de ser leídos. 

Desde hace algún tiempo suelo subrayar aquellos pasajes en los que aparece alguna referencia al cine. Y en Los gozos y las sombras hay varias. Lo que he descubierto, como algo casual o premeditado de Torrente Ballester, es lo que me ha motivado a escribir este artículo.

La novela transcurre en Galicia durante varios años de la II República. El arranque es así: "La venida de Carlos Deza (Eusebio Poncela) a Pueblanueva del Conde, si bien se considera, no fue venida, sino regreso. La precedieron anuncios, y aun profecías, especie de bombo y platillos con los que se quiso , como de acuerdo, rodearla de importancia". El autor ya nos augura que la llegada de Carlos, tras haber estudiado psiquiatría en Viena, es algo así como la llegada al pueblo de un pistolero revestido de sabiduría, donde esperan que se enfrente a Cayetano Salgado (Carlos Larrañaga), de educación inglesa, socialista y dueño de un astillero, que representa el nuevo poder. Ya se lo advierte doña Mariana Sarmiento (Amparo Rivelles) en su primer encuentro –el otro contrapoder de Pueblanueva–: "Será la primera persona de quien te hablen en el pueblo, antes que de mí, porque a mí me odian, pero a él le temen".





En ese duelo entre los dos bandos (Churruchaos frente a los Salgado), Carlos Deza no querrá verse involucrado. Sin embargo, la atracción que siente por Rosario la Galana, amante de Cayetano, hará que Deza no pueda evitar verse involucrado en un enfrentamiento. 

Carlos también se verá atraído por otra mujer: Clara Aldán (Charo López), pobre, con no buena relación con sus dos hermanos y harta de cuidar a su madre alcoholizada. Será ella la que tenga el privilegio de ser invitada un domingo al cine por Carlos Deza. En mi época de juventud, los años ochenta, cuando invitabas a una chica al cine era como una declaración. Sólo la llevabas al cine si ya te habías declarado o se daba por hecho que había algo entre los dos. Raro era ir con una "amiga" sin que hubiera lecturas secundarias sobre las pretensiones de uno. Curiosamente, en aquella época de los años de la República que cubre la novela, también llevar a una mujer soltera no estaba bien visto si no eran novios.

Clara ve la invitación como una oportunidad de acabar siendo la novia o querida de Carlos Deza, una salida a su miseria. Él no entiende la obsesión que tiene Clara por la ropa, pero ella le confiesa que sólo dispone de "unas bragas y una camisa, cosidas y remendadas, ése es todo mi ajuar. Cuando las lavo y tardan en secar, como hoy, hay que aguatar sin ellas, y dormir vestida". Sabe que todas sus desdichas le vienen de tener un cuerpo bonito, y sabe también que si le sucede algo bueno en este mundo, será por lo mismo.

No es extraño que Clara le confiese su mayor deseo, que es el de ir al cine. Está tan cansada que sueña con meterse "allí y ver cómo otros viven y sufren". No sabe por qué eso descansa tanto, y queda una tranquila. Las películas eran así un escapismo ante las vicisitudes de la vida. Clara le relata que en una ocasión un muchacho le invitó y "me dejé llevar, pero, en cuanto apagaron, quiso meterme mano. Es para eso para lo que me quieren".

El domingo en que van Carlos y Clara al cine, la mujer del boticario, doña Lucía, cuidadora de la virtud de las jóvenes vírgenes de Pueblanueva para que no caigan en el pecado, se acerca a Carlos para increparle por la compañía que lleva al cine. "¡Y yo, que había elegido para usted una de mis amigas! Claro que son chicas de las que no van al cine solas con un hombre". 

Si a menudo oigo que uno no va al cine por la mala educación de los espectadores, Torrente Ballester describe que en la República la educación no era muy distinta: "El público de las butacas alborotaba. Se tiraban cáscaras de cacahuetes, bolas de papel; se llamaban a voces; los niños de las filas delanteras disparaban flechas, se insultaban o se agredían. Un acomodador (...) daba gritos en vano". La diferencia entre el hoy y el ayer se inclina a favor de esta, pues "sosegaron al apagarse la luz. En la pantalla apareció Gary Cooper, oficial de lanceros bengalíes. Cuando mató, de un tiro, a una serpiente, todos exclamaron: ¡Oooh!". Hoy cuando se apagan las luces, se encienden los móviles...

Por cierto, aunque el autor gallego no lo indica, la película que ven Carlos y Clara es Tres lanceros bengalíes (1935) de Henry Hathaway.





La otra mención a la sala oscura, tiene lugar cuando don Baldomero, el boticario, y su mujer, doña Lucía, invitan a Carlos Deza a ver una película de Jean Harlow. Baldomero le confiesa un día a este que podría ser santo si no fuera por las mujeres. Le gustan con las tetas en punta, bien duras. "Es una especie de obsesión", le revela. Pero el boticario sufre porque se casó con una mujer que "no tiene tetas. ¿Ha visto usted todo ese armatoste que se gasta? Postizo. Me engañó. Me dio el puñetero pego con unos cucuruchos de algodón en rama". Al menos don Baldomero se consuela gracias a la existencia del cine. "No piense que estoy del todo contra el cine", le admite a don Carlos un día. "Mire, en cierto modo, es un remedio. Ahí tiene a mi mujer. Gracias al cine, los domingos por la noche se siente cariñosa. Claro que no piensa en mí, sino en un tío guapo que se llama no sé cómo, pero es igual". Si la mujer de don Baldomero se le arrima, él sabe que a quien se arrima en realidad es al tío guapo del cine. Admite de buena gana, al menos, el adulterio mental. 

El día que los tres van al cine, Lucía observa de refilón cómo su marido "tenía los ojos saltones y alargaba hacia adelante el labio superior, mientras clavaba los dedos en el brazo de la butaca". Y el escritor pone en la cabeza de ella una observación sino desternillante sí provocadora de un rictus en la boca del lector: "También eran ganas de engañarse: el brazo de la butaca es duro, y no puede de ninguna manera sustituir a las piernas, o a lo que sea, de Jean Harlow. Pero los hombres son así de ilusos. Van al cine dispuestos a creer que lo que ven es cierto...".

La modernidad en la vida sentimental de Pueblanueva del Conde entra a través de lo que se ve en la pantalla: el cine de Hollywood de los años 30 sin la censura del código Hays todavía. No es extraño que mientras ve la película, doña Lucía se ve sacudida en su moral católica tradicional al ver cómo Jean Harlow quería "divorciarse. ¡La muy pécora! Era de esas que piensan que lo acabado, acabado, y ahí queda eso, como si no hubiera moral". Torrente Ballester en unas pocas líneas nos muestra la hipocresía de la esposa de don Baldomero: ella, una infeliz en su matrimonio, tísica y sin más finalidad en la vida que salvaguardar la moral de las jovencitas del pueblo. Pero cuando ve ante la pantalla todo lo que ella desearía tener, la moral se viene abajo. Jean Harlow, de noche y por las calles de Nueva York, es cogida por la cintura por un galán –que no es su marido– y la besa en la boca. "¡Dios mío, con qué delicadeza!", piensa Lucía. El beso le sacude los nervios hasta la punta de los pies, sintiéndose invadida y arrebatada, "como si el cuerpo de Jean Harlow, todavía abrazada (...), se saliese de la pantalla y envolviese el suyo, lo asumiese y lo llevase consigo, incorporado al beso, al abrazo y a la ternura del galán".

Como dice Gonzalo Torrente, doña Lucía no estaba sentada junto a su marido y Carlos, sino "hecha luz en la pantalla. Sus ojos abiertos sorbían las imágenes que, en su interior, se trasmudaban en vida propia y la hacían reír, llorar, gemir o desvanecerse de dicha. Se olvidó de sí misma".

Así que cuidado si usted todavía es joven y le invitan al cine, puede que encuentre novio o novia o puede que se deshaga en la pantalla. Algo parecido a lo que le sucedía a Mía Farrow mientras veía La rosa púrpura de El Cairo en un cine de Nueva Jersey justamente en 1935, año en el que transcurre una de las mejores novelas españolas del siglo XX.

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