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domingo, 26 de noviembre de 2023

Mi plano es...

 ¿Cuál es tu plano que simbolice o resuma tu vida?


Sucedió el pasado sábado, 18 de noviembre, en el bar Stop de Astrabudua. La reunión era de amigos de la cuadrilla de la infancia y juventud. Los años pesan y pasan pero encuentro que cada vez que nos reunimos reina una alegría viril, como en las películas de John Ford. En ocasiones también asisten esposas de algunos, la Maureen O'Hara de "El hombre tranquilo" o la Linda Darnell de "Pasión de los fuertes", mujeres de carácter, que hacen y deshacen. Pero he de decir que la alegría es más comedida, distinta, condicionada. En fin, que esa tarde en el Stop, pude entablar conversación con K., tipo al que tengo especial cariño, tal vez porque tiene una manera seductora de hablar, nunca sube el tono, es apuesto, con su pelín de arrogancia como escudo que saca en ocasiones -conmigo no es necesario-, disfruta de la naturaleza y tiene inquietud por todo. "La ignorancia de un hombre se aproxima a cero cuando no queda nada ya por averiguar, tercer principio de la termoignorancia", me dice serio. Y se ríe quedamente.

K. me pregunta por las últimas películas que he visto. Le gusta que le aconseje y, a veces, sigue mis consejos. Lo constato porque tiempo después me comenta que tal y cuál película que le recomendé le gustó, mucho y requetemucho. Y, claro, mi ego se expande. Así que cada vez que me pregunta,  le recomiendo sabiendo que (casi) nunca pincho en hueso. Suena a jactancioso. Y lo es.

La  conversación en un momento dado toma un tono filosófico o, digámoslo de otro modo, trascendental. Me pregunta que si tuviera que elegir un plano de una película para resumir mi vida, con cuál me quedaría. Me quedo pensativo, que es lo que hay que hacer en estos casos para darme la justa importancia y el tono adecuado de intelectualidad que, inmerecidamente, la cuadrilla me asigna. Será, entre otras razones, porque leo a Stefan Zweig al que llevo en el bolsillo del abrigo. Trago el valenciano como si de ese trago dependiese la respuesta. "Pues depende de la época, razono. A los 18 años tendría uno, a los 30 otro distinto, y ahora que tengo... pues sería otro completamente diferente". Él está de acuerdo. Pero insiste en que elija uno para resumir una constante en tu vida, un epitafio gráfico. Y, claro, el que me viene es este:

 

"Deseando amar" (2000) vista en los cines Lauren Getxo.


"¿Una película de Hong-Kong?", me imagino que me dice. "Sí, -le digo-. Es de un director nacido en Shanghai y que fue a Hong Kong a los cinco años. No pudo regresar ya que estalló la Revolución Cultural. A Wong Kar-wai, que es su nombre, le gustaba la fotografía y leía mucho. Empezó estudiando Artes Gráficas aunque lo dejó por el cine. A su madre la volvía loca el cine". "Claro, ahora veo el paralelismo con tu vida", me deja caer como si viese la conexión con él.

Me quedo reflexionando. ¿Podría ser que una película conectase contigo no sólo por ella misma sino de alguna manera misteriosa porque el realizador hasta cierto punto tuviera concomitancias con tu vida propia? K. me sonríe como si hubiera podido oír la pregunta interna que me hago.

Le describo el plano como si estuviera ante un cuadro en el Museo de El Prado, mientras la rasca de la noche cae sobre mi espalda. Ella, Li-zhen, secretaria de una empresa de exportación, está recostada sobre una pared encartelada de ladrillo; él, Chow, redactor de un periódico de Hong Kong, está fumando frente a ella. No se miran. Ella permanece con los ojos cerrados; él dando una calada con la mirada hacia abajo. Li-zhen lleva un vestido floreado; él un traje negro: vida y muerte, deseo y dudas. La luz de tonalidad naranja, nocturna, da una sensación de nostalgia. Parecen novios, pero no lo son. Y ahí reside el drama: ambos están casados... en 1963. En ese plano parece revolotear un secreto, un sentimiento reprimido que trata de luchar por salir de Chow. Ahí está su sombra proyectada hacia la pared, donde ella parece esperar con los ojos cerrados, o imaginar, el sonido de unas palabras reveladoras que no llegan a hablar. Él está sobre la parte del plano en que el director de fotografía, Christopher Doyle, ha dejado en oscuro; ella permanece en la luz mortecina, resplandecientemente hermosa, con el rostro ligeramente caído. Parece el fin de algo... hermoso.

K. me interrumpe en la descripción. No ha visto la película y eso pesa mucho a la hora de conectar con lo que le digo. "De todos formas -me sentencia con su mirada segura-, lo que todo el mundo tiene claro al final de sus vidas es el fundido a negro.Y muestra su rictus tembloroso como si hubiera enunciado una ley fundamental de la vida que se cumple sin tener que ser demostrada.





 Al regresar a casa, con cierto grado de alcohol etílico en vena todavía, me imagino una idea que nadie hasta ahora se le ha ocurrido. Bueno, el Cementerio de Sad Hill dentro de los límites municipales de Contreras y Santo Domingo de Silos podría aproximársele. Ahora que es un tiempo donde la religión por estos pagos ha ido retrocediendo, se me ocurre que, para seguir dando utilidad a los cementerios los cinéfilos, se podrían poner en nuestras tumbas en lugar de cruces un plano que simbolizara lo que fue nuestras vidas.

 



8 comentarios:

  1. Muy interesante este artículo
    Nunca me he hecho esa pregunta

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  2. Un texto muy bien escrito y bonito, gracias por compartirlo

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  3. Bonito ejercicio. Y hermoso texto. Ya pensé en el plano. Un abrazo en plano americano

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  4. Dios Bendito ¡ la que has liado!
    Ahora todos a pensar en ese plano personal
    Pero es precioso el artículo 🥰

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  5. Felicidades Iñaki por el texto que has realizado, tanto por su forma como por la originalidad de la idea.

    Los cementerios se convertirían en lugares visualmente mucho más atractivos e interesantes para las personas, independientemente de su pasión o no por el séptimo arte.

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  6. ¡Joder, joder, joder, qué bueno!
    Me encantan este tipo de artículos!

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