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domingo, 29 de octubre de 2023

Seminci 2023: Palmarés y cierto bochorno

La Espiga de Oro de la SEMINCI va para la infumable 'La imatge permanent' de Laura Ferrés

 

La directora italiana Alice Rohrwacher recibe la Espiga de Plata por 'La quimera', historia de un zahorí que tiene el don de hallar tesoros etruscos bajo tierra toscana

 

    Laura Ferrés posa para los fotógrafos tras recibir el anuncio en la lectura del palmarés de la 68º edición de la Seminci vallisoletana de ser la ganadora de la Espiga de Oro



La marcha del director Javier Angulo de la Seminci trajo el nombramiento de Jose Luis Cienfuegos, que venía del certamen de Sevilla y, anteriormente, de Gijón. Momentos antes de la lectura del palmarés de la 68º edición, algunos periodistas ya nos temíamos que el reparto de 'trofeos' iba a ser duro de escuchar y más de aceptar. Cienfuegos comentaba al inicio de la lectura, ¿a modo de autocrítica?, que habían sido siete días muy intensos de una primera edición bajo su dirección que debería de haber sido "más tibia y conservadora". Se puede entender que se refería al tipo de películas que han poblado no sólo la Sección Oficial sino otras como Punto de Encuentro.Vamos, que propuestas más radicales como Samsara, Sobre todo de noche, Música o The Shadowless Tower entre otras iban a ser moneda de curso legal a partir de ahora, en lugar de obras más accesibles para el público 'normalito' como Sala de profesores, El rapto o El maestro que prometió el mar por poner algunos ejemplos.
 
No sé hasta qué punto la sombra de Cienfuegos en el jurado es alargada o no, pero sospecho que el palmarés ha debido de ser de su agrado, pues si 'La imatge permanent' de Laura Ferrés ya venía del Festival de Locarno, certamen que, como bien dice un compañero de fatigas, hay que huir como de la peste, 'Música' de la alemana Ángela Schanelec bien podría haber venido del mismo aunque participó en Berlín habiendo conseguido un inexplicable premio al guion.

Lo que me llamó la atención fue que tan sólo dos miembros del Jurado Internacional de los cinco, el director indio Pan Nalin y  el director y docente Iván Gravosky, subieran al escenario del Salón de los Espejos del Teatro Calderón a dar lectura del palmarés. ¿Señal de que hubo desacuerdo con el resto, la directora Meritxell Colell, el productor británico Mike Goodridge y la directora de la revista Caimán Jara Yáñez? Vete tú a saber. La rapidez con que leyeron el listado -en un momento les dijeron que fueran más despacio, la solemnidad lo requería- parece indicar que se querían quitar el marrón cuanto antes. Al menos  esa fue mi interpretación.

Curiosamente, el director no dio resultados de  asistencia ni otros datos de los que Javier Angulo solía informar. Personalmente, en los pases de Sección Oficial no he visto que se llenasen las plantas superiores del Teatro Calderón, como así ocurría en años anteriores, sobre todo antes de  la  pandemia. También ha habido problemas técnicos en la proyección de varias películas que dan una imagen de un festival como el de la importancia de Valladolid que lo desmerecen, sobre todo cuando cuenta con  tres millones de euros aproximadamente de presupuesto.
 
 

PREMIOS PRINCIPALES

 


 Laura Ferrés recibe la felicitación del director de la Seminci, Jose Luis Cienfuegos

 
 
 
 
Laura Ferrés y el guionista de El viejo roble Paul Laverty
De la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña, la ESCAT, están saliendo una hornada de directores que van copando premios en múltiples festivales. Este es el caso de Laura Ferrés con su 'Imatge permanent', cuyo anterior obra ya fue presentada por Valladolid. Había que amamantarla un poco más, pues una vez que un certamen amadrina a su retoño no ha de abandonarlo. 
 
Su trabajo hunde sus raíces en lo biográfico. Si en su primer corto fue su padre y la quiebra de su empresa de autobuses la materia narrativa, en el caso de la obra ganadora de la Espiga de Oro le tocaba el turno a su familia materna, procedente de Andalucía. En el prólogo, trata de ello con unos pseudo actores escogidos con la  única condición de que al sonreír tuvieran los dientes en su sitio. Lo de interpretar ya es otro asunto. Con una ambientación ¿de los años 50? que produce sonrojo, pasamos luego en una elipsis a una época cercana a Barcelona, donde Carmen, una publicista (?) en busca de caras 'reales' para una campaña política, se topa con Antonia, una mujer que emigró a Cataluña hace décadas. Esta vive de hacer perfumes y venderlos como quien vendía aquellos pañuelos de papel en los semáforos. Los que encargan la campaña necesitan personas 'auténticas' y ven en Antonia una opción perfecta. Claro, a los guionistas, Carlos Vermut, sí ese ensalzado por hacer rarezas que encandilan a gafapastas que no pagan la entrada por ver 'Magical girl' o 'Quién te cantará', y Ulises Porra, no se les ocurre otro ardid que hacer que los que pagan la campaña obliguen a Carmen a 'seducir' a Antonia para que participe en la operación publicitaria. Por eso la traerá a vivir a su casa para poder enjaretarnos diversas situaciones pretendidamente cómicas y que yo tildaría de sonrojantes, plúmbeas y subvencionadas. Si ustedes miran la filmografía de Carmen y Antonia en Filmaffinity verán que está en blanco. ¿Me entienden lo que les quiero decir? 
 
Ni que decir tiene que 'Imatge permanent' tiene una idea magnífica, si he entendido algo de una película con un tono docuficticio, moroso y pobretón, es que la Fotografía, así con efe mayúscula, deja un testimonio de nuestras raíces no sólo familiares sino de un tiempo. Carmen publicista llega en un momento a mostrarle ese álbum suyo a una desarraigada Antonia, cuya vida no dejará huella indeleble en ningún álbum vital de nadie salvo por las fotos que Carmen le ha podido hacer en la calle antes de  entablar relación 'interesada' con ella. Alguien me explica que ambas son madre e hija. Yo ya estaba mirando el reloj a los diez minutos de metraje pensando en el café del mediodía. El galardón a Ferrés, constituye la segunda Espiga de Oro a una producción española en la historia del festival y la primera mujer cineasta que gana del país. ¿Lo pillan? Será un éxito de taquilla... dentro de veinte años.
 
 
El protagonista de La quimera busca reencontrarse con su amor perdido

 
La Espiga de Plata fue a parar a otra directora,  la italiana Alice Rohrwacher, por su irregular aunque interesante 'La quimera'. A Rohrwacher la subieron al altar festivalero en Cannes en 2014 con El país de las maravillas y 2018 con Lazzaro felice, única vez en que me fui de los Multis de Bilbao ante el sopor que me provocaba su historia en un viernes de estreno. Con 'La quimera' vuelve a contar con otro personaje introvertido, raro, imposible de empatizar al menos para mí. Se trata del taciturno Arthur, otro ser marginal que vive en una chabola, desarreglado y sin ducharse, muy del gusto de los personajes de la directora, que acaba de salir de la cárcel por tráfico de patrimonio artístico. Tiene el don de localizar cual zahorí con palito tesoros del pasado etrusco diseminados  por la Toscana. Los 130 minutos se dejan sentir encima de lo que hay en la butaca del Calderón, mi culo, pues la guionista, la misma que dirige, mete personajes que en cierta manera lastran la columna argumental principal. Es el caso de los pasajes del personaje interpretado por Isabella Rossellini, Flora, que acoge a Arthur tras su paso por la cárcel como si fuera el hijo que no tuvo, o la excesiva descripción de los amigos ladronzuelos, cuya única manera de sobrevivir es comerciando con antiguos ajuares funerarios arqueológicos extraídos del subsuelo. Arthur estuvo enamorado de una de las hijas de Flora, Beniamina, de la que no sabemos al principio si está desaparecida o muerta. De ahí las imágenes en formato celuloide que evoca a los dos. Rohrwacher juega con la idea de desentrañar de la tierra los objetos funerarios de una civilización tan misteriosa como los etruscos en la región de la Toscana -de ahí que en el cartel y en la película aparezcan imágenes invertidas- con la idea de poder recuperar el amor perdido de Beniamina por parte de Arthur. Contiene uno de los finales más hermosos y trágicos vistos en la Seminci.


Premios de dirección


Fotograma de Música de la directora alemana Angela Schanelec, Espiga a Mejor Dirección


 
Otro desatino fue el Premio a la Mejor Dirección que, en este caso, fue a otra directora de nombre Ángela Schanelec por 'Música'. Se proyectó el miércoles 25 y  obtuvo una desaprobación con abucheos en el pase de prensa del Calderón. Fue la que menos gustó con diferencia. La puesta en escena es del estilo que paso a denominar 'zombie muerto': planos estáticos muy laaargos, actores pasmados, sin aliento, marmóreos, con elipsis que te asaltan cuando estás a punto de morfear, guion críptico para ir de intelectual... Vemos un plano de una ambulancia y un auto de policía llegar a la costa de alguna parte de Grecia. Se me hacen eternos. Y es el arranque. Vemos a unos padres, no sé si están muertos, heridos o qué. La ambulancia deja al bebé en brazos de unos señores que lo acogen. ¿Quiénes son? Ni idea. Se van a la playa. Salto en el tiempo. Ya no estás en la pantalla. Entre plano y plano te ha dado tiempo a hacer la colada y preparar la comida en caso de estar viéndola en casa. Dicen que tiene una estilo minimalista y distanciado. Y ese niño ya es adulto. Y sale de la cárcel por haber cometido un homicidio involuntario. Y una funcionaria se casa con él. Me entero de que acaba ciego. Y el tipo acaba siendo músico. De ahí el título. Hablan de reformulación del mito de Edipo, la tapadera cultural para que el que esto escribe tenga ganas de asesinar al que decidió programar esto. El razonamiento que da el Jurado es de juzgado de guardia: "Ha reconocido en Schanelec su mirada única y la forma de aproximarse a las historias cual compositora que juega a esconder la emoción en el interior de sus imágenes para dejarla estallar de la forma más conmovedora y bella".
 
 
Por si no fuera poco tal desatino, el Jurado decide otorgar -mejor, regalar- otro galardón más a este bodrio: el de Mejor Fotografía a los planos de belleza austera de Ivan Markovíc, despreciando el trabajo de luz de Francesco di Giacomo en una de las mejores películas de la Seminci: 'El rapto'. Si ciego acaba el protagonista de 'Música', ciegos los cinco del Jurado Internacional por dar este premio a una obra rodada con luz natural del Mediterráneo pues no había presupuesto para más. Claro, se habrán puesto ciegos a Ribera del Duero. Ahora lo entiendo.

 
Por si no fuera poco, el premio Pilar Miró a la mejor nueva dirección fue a otra mujer: la británica Molly Manning Walker, por una cinta, 'How to Have Sex', excesivamente alargada y con unos diálogos propios esa parte de la juventud alelada y que solo piensa en beber, drogarse y en follar. Sus 98 minutos no daban sino para un corto. No he visto nada novedoso ni que me haga presagiar que estamos ante una revelación. Cuenta el viaje de tres jóvenes británicas a una localidad turística de Grecia. Ni que decir tiene que el único propósito es el de perder la virginidad y ver quién se tira a más tíos en esos días de asueto. El tema fue abordado con mayor calidad artística en 'Esa clase de amor' (1962) por John Schelinger dentro del movimiento Free Cinema británico. No sé muy bien qué quiere contar con todo ello la directora, o si hay una cierta mentalidad y presión por perder la virginidad o denunciar el trato de los jóvenes con las chicas, que tan sólo piensan en descargar y si te he visto, no me acuerdo. Recibió el Premio de la Juventud. Lógico.
 
Es verdad que al premio Pilar Miró tan sólo cuatro directores podían aspirar a él. El bilbaíno Víctor Iriarte podría haber sido bien merecedor de él con su ópera prima 'Sobre todo de noche', relato de maternidades usurpadas en el régimen de Franco contado con cierta originalidad, tanto en la puesta en escena como incluso en el uso del formato de las imágenes a través de una crónica epistolar de dos mujeres a las que dan vida Ana Torrent y Lola Dueñas. Se tuvo que conformar, que no es poco, con el Premio Fipresci de la crítica internacional. Reconozco que no es plato para el gran público pero al menos siento que ha querido hacer algo que por otros derroteros habría sido más trillado.  

Premio a los actores



Ken Loach, director, y Paul Laverty, guionista, presentan El viejo roble cuyo actor Dave Turner consiguió el premio a Mejor Actor


 
Que hay gente que sin dedicarse a la actuación pudiera dar el salto a la interpretación es un hecho que ya lo confirmaron en el Neorrealismo de los 40 Rossellini, Visconti y compañía. Dave Turner es un ejemplo de ello. Bombero y hostelero de profesión, pasó al cine cuando Ken Loach lo eligió para papeles secundarios en Yo, Daniel Blake (2016) y Sorry We Missed You (2019). El Jurado ha debido ver una actuación premiable en su papel protagonista como el dueño de un pub venido a menos en el norte de Inglaterra en el filme 'El viejo roble'. El pasado de una esplendorosa industria minera ha quedado en el olvido y la depresión económica azota la región. A ello se suma la llegada al pueblo de unos refugiados sirios que sacudirá los más ocultos sentimientos de los habitantes del lugar: racismo y sensación de injusticia. El regente del pub El viejo roble tendrá que apaciguar los ánimos autóctonos y echar una mano a la nueva comunidad que no eligió Inglaterra por gusto. Loach rueda una película flojita, que llega al corazón del público, sí, pero que no oculta su demagogia y su subrayado tanto en el mensaje -la colectividad del  comunismo frente al individualismo del liberalismo para lograr una sociedad más justa- como en la composición de los personajes: sirios refugiados buenísimos, la clase proletaria inglesa malísima, salvo el prota TJ Ballantyne y una mujer oenegeta que ayuda a aquellos en su integración. No es su mejor película ni de lejos pero obtuvo, además, el Premio del Público
 
Aprovecho para comentar que el actor Andrew Scott protagonista de 'Desconocidos' bien pudiera haber sido el que se llevara el gato al agua. Desgraciadamente, la obra del también británico Andrew Haig se fue sin ninguna recompensa. Toda una injusticia para una historia muy interesante y contada con pulso y emoción. El argumento está basado en una novela japonesa y plantea la cuestión de qué pasaría si tuvieras la oportunidad de volver a ver a tus padres fallecidos hace tiempo.

 
 

 
Nada que objetar al premio Mejor Actriz que fue a parar Léa Seydoux por su trabajo en 'The Beast' de Bertrand Bonello. Se trata de la adaptación de un relato corto de Henry James, La bestia en la jungla, escrito en 1903. Bonello lleva este relato a tres momentos temporales: 1910, 2014 y 2044. Se hace larga, confusa en su montaje y reiterativa en su desarrollo. De las tres épocas, es en la primera donde Léa Seydoux está más acertada. El director no acierta en su loable intento de contar una historia mediante tres géneros diferentes: el melodrama, el thriller y la ciencia ficción. El tema moral que aborda James en su relato, el de la necesidad de comprometerse auténticamente en el amor y la pulsión egoísta y evasiva que huye de ese compromiso, se ve confuso en esta adaptación cinematográfica.
 
 

Merecidos los premios de guion y montaje

 

 
'El rapto' del octogenario autor italiano Marco Bellocchio se llevó el premio a Mejor Guion. Sabe a poco, pues esta obra de más de dos horas se merecía mucho más. Curiosamente, un compañero me decía que era un filme clásico, como si eso fuera un desdoro a su valía. Se ve con interés de principio a fin y contiene momentos de gran cine. Bellochio a sus 83 años sabe lo que es una cámara y sabe cuándo debe usar el plano general, el medio y el primer plano, sabe cuándo mostrar Bolonia, sabe cómo iluminar y sabe como dirigir a los actores hasta lograr escenas tan fascinantes como el momento en que un niño en sueños desclava a Jesucristo crucificado o una madre mantiene una tensa y emotiva conversación con un religioso para recuperar a su hijo.
 
Estamos en 1858 en un barrio judío de Bolonia. Por orden del cardenal de la Santa Inquisición, unos hombres entran en casa de la familia Mortara para llevarse a uno de los hijos, Edgardo, por saberse que ha sido misteriosamente bautizado cristianamente. La ley papal hace que deba recibir una educación católica a pesar de la familia. La lucha por recuperar a su hijo por parte de unos padres angustiados por una situación absurda será el eje dramático. Como telón histórico de fondo, Bellocchio describe muy bien cómo los Estados Pontificios, regidos por el papa Pío IX, van a ser aniquilados para formar parte del nacimiento de Italia como Estado, del mismo modo en que Edgardo irá siendo domeñado hasta convertirse en un buen cura católico. El drama me recuerda a 'Centauros del desierto' (1956) con la búsqueda de la secuestrada sobrina de Ethan por parte de los comanches y la triste recuperación de esta convertida, tras años de búsqueda, en una comanche más. Curiosamente, un compañero me desvela que Edgardo Mortara tiene una calle en la localidad guipuzcoana de Oñate.

 
Sala de profesores de Ilker Çcatak se llevó el premio al Mejor Montaje

 
Otra de las notables películas que hemos visto en esta edición, no hubo en mi opinión obras sobresalientes, se trata de 'Sala de profesores' del alemán Ilker Çatak. Merecido el premio al Mejor Montaje a Gesa Jáger. Es una historia de 94 minutos que se ve con sumo interés y que no permite ir al baño ni al frigorífico -si se está en casa-  hasta que no acaba. Narra la historia de Carla Nowak (fantástica Leonie Benesch, que podría haberse llevado el premio a la interpretación), profesora de un instituto. Se nota que lo suyo es vocacional, se viste por los pies, tiene integridad y respeta a los alumnos, los comprende y los apoya. Cuando se registra una serie de robos en el centro, las sospechas recaen en un alumno. Ella decide buscar al sospechoso y aclarar todo. Sin embargo, su acto tendrá unas consecuencias inesperadas para todas las partes que conforman ese microcosmos: padres, profesores, alumnos y demás personal. Me gusta porque nada es blanco y negro, todo tiene matices en esta historia de suspense y que coloca a Carla, y por ende, a nosotros como espectadores, en un estado de tensión difícilmente soportable. El final es digno de los tiempos educativos en que vivimos. Alemania ha decidido -con gran acierto- enviarla a los Oscar de 2024.

Hasta aquí ha llegado lo que el escaparate de este blog ha podido mostrar en torno a la 68º edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. 17 películas a concurso y muchas más en otras sesiones. De entre las vistas en ellas, no quisiera dejar de mencionar por su valor cinematográfico y para quien quiera tomar nota de una obra que roza lo sobresaliente. Se trata de 'En nombre de la tierra' de DK Welchan y Hugh Welchman, los cuales han usado la técnica de 'paint on glass' - como lo hicieron para Loving Vincent (2017)- para narrar una bella historia en la Polonia rural a caballo entre los siglos XIX y XX. Una joyita que no deberían perderse por la cuenta que les tiene.







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