«Hagas lo que hagas, ámalo», dice Alfredo
Urinarios de un cine actual, de cuyo nombre no quiero ni debo acordarme |
Siempre que miramos hacia atrás, nos surge la misma pregunta: ¿fueron mejores tiempos? Al menos, fueron tiempos vividos, ¿o no? Esto último creo recordar que fue la respuesta de un personaje en una película de la que ya no recuerdo. Y si no es así, la apunto por si rodara alguna.
En ocasiones, tengo tiempo suficiente para hacer cosas poco productivas. Y me he puesto a mirar la cartelera de cine de Bilbao en un viernes cualquiera de los años 1975, 2000 y del presente 2025. Tan sólo sentía curiosidad por ver la desaparición progresiva de las salas de cine en las ciudades –y en los pueblos también–. El resultado lo tienen en esta tabla. Como ven la oferta cinematográfica ha ido disminuyendo: de 32 películas a 20 en Bilbao. Sin embargo, no se ha reducido tan drásticamente (aún habiendo disminuido el número de cines), porque en los noventa se extendieron otro tipo de multicines, lejos de aquellas pequeñas salas de los años setenta del pasado siglo, que los espectadores en general nunca vieron con buenos ojos por diferentes motivos.
Cines en Bilbao |
1975 |
2000 |
2025 |
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Abando |
Avenidas |
Cinesa Zubiarte |
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Actualidades |
Ayala |
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Albeniz |
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Ocharcoaga |
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Recalde |
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Santuchu |
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Trueba |
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Urrutia |
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Vistarama |
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Vizcaya |
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Zurbaran |
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Nº de películas |
32 |
27 |
20 |
Los megacines habitualmente se ubicaron fuera del centro de la ciudad, en los recientemente creados parques comerciales, y reunían varias salas de tamaño más considerable que las multisalas, tenían una inmejorable calidad de sonido y, sobre todo, de visión, pues los patios de butacas estaban dispuestos en gradas: ¡nadie que se pusiera en la fila de delante te fastidiaría poder contemplar las piernas de Elsa Pataky subiendo escaleras en Ninette o los subtítulos de una peli de Andréi Tarkovsky!
Si observan la tabla, es curioso señalar que el único cine que perdura son los Multicines (conocidos popularmente como Multis). Todo lo demás ha desaparecido. Justamente los Multis corresponden a esa década de los 70 del siglo pasado en los que muchos cines tuvieron que o bien cerrar o bien dividir sus grandes locales en otros más pequeños. Sin embargo, el caso de los Multis, sitos todavía en la calle bilbaína José María Escuza, fueron construidos ex novo por el empresario Julián Vinuesa Conal. No están en la columna de 1975 porque se inauguraron al público el 15 de septiembre de 1977, dos años más tarde.
Según Alberto López Echevarrieta*, "la idea del empresario era la de aprovechar un local creando salas de cine como habitaciones pueda tener un piso". Alrededor de un vestíbulo, se distribuyen las ocho salas (ahora siete). "Como novedad se anunció que los Multicines no tendrían acomodadores, ya que casa sala dispondría de una luz ambiental que permitiría al espectador encontrar perfectamente su asiento".
No quisiera recurrir a la palabra decadencia al describir en lo que se han convertido los cines de Bilbao en estas últimas décadas. Pero, ¿acaso no vivimos en una deterioro cultural viendo que allí donde había una oferta cultural ahora lo que nos topamos son gimnasios, tiendas de deporte, casinos, residencias de ancianos, clínica capilar, supermercados, hoteles, palacio de justicia, parque infantil, tienda de ropa...? En los años cincuenta, se llegó a hablar del Broadway bilbaíno por el número de salas que había en el bocho.
In illo tempore, quise hacer un reportaje sobre el antes y después de muchos de esos cines, pero alguien se me adelantó. Aquí tienen el resultado:
Los cines de Bilbao: 1977-2018. En lo que se han convertido hoy
Si mal no me falla la memoria, sería por el verano de 1990 cuando llevé a mi novia y a una pareja de amigos a ver Cinema Paradiso (1989) de Giuseppe Tornatore en el cine Gurea de Algorta. Al salir, recuerdo que hablando de ella me emocioné. Solté algo así como que el cine se estaba muriendo, vamos, la contemplación del mismo en salas. Muy melodramático, he de confesarlo, pero cierto. Por aquel entonces, el vídeo y las cadenas de televisión privadas habían corneado a un modo social de ver el séptimo arte. Con la llegada de las plataformas digitales, el resultado en 2025 es el que ven en la tabla: cornada mortal de necesidad.
Cuenta Martín Eguia en su obra Cines y películas a través del prospecto: 1945-1970 una anécdota divertida. Él estudiaba en el colegio de los Escolapios de la calle Alameda de Recalde de Bilbao. En la última planta había un salón de actos/cine. Recuerda que cuando había un beso todo el cine gritaba: "¡Uno cero!”. Nunca se pasaba del 3-0. Entonces el cura, que se encargaba de la proyección, tapaba el proyector con la mano, provocando un follón impresionante de protestas y silbidos. Se paraba la película y bajaba el cura desde la cabina a poner orden. Martín creía que todo estaba preparado, pues debajo de la sala de proyección habían montado un cuarto con un ventanuco en el que se vendían chucherías y no se reanudaba la película hasta que no se atendía a todos los que hacían cola.
Cinema Paradiso, como todos saben, es la relación entre un niño llamado Salvatore, huérfano, y un proyeccionista de cine de nombre Alfredo en un pueblo ficticio de Sicilia. La sala de cine era un lugar de encuentro y de sueños sin censura; de meterse mano o para descubrir otros mundos que los atlas apenas nos dejaban imaginar, de aprender o de matar el tiempo riendo.
A la salida del cine Gurea había un cartel de la película, donde se ve a Alfredo y Salvatore montados en una bicicleta que recorre un sendero compuesto por aquellos fotogramas de los besos censurados que el público del pueblo nunca pudo disfrutar. Les conminé a mis acompañantes a que se fijaran en un "tag line" o lema –algo muy habitual entre los publicistas– que decía:
Cuando las luces del cine se apagan empieza la magia
Y después de leerla, me les quedé mirando pensativo con ojos húmedos. "A ellos les robaron los besos, a nosotros nos roban la magia", les dije.
Releo una crítica de aquella época: «Alfredo era un hombre bueno y sabio, capaz de tomar frases de los grandes héroes cinematográficos, de ver cuando está literalmente ciego, de mostrar ternura (...) Mantiene una máxima en la vida: "Hagas lo que hagas, ámalo". La lucidez le lleva a desear para el chico mejor futuro que la cabina de proyección, donde hay demasiada soledad, y a hablar de la vida como algo más duro que el cine».
La ceguera del proyeccionista Alfredo me recordaba a la de Jorge Luis Borges, el escritor argentino. Cuando le preguntaron cómo era convivir con ella, Borges dijo que era una forma de relacionarse con la soledad. De ahí lo mágico de la sala oscura. Nos sentimos solos... hasta que se ilumina la pantalla y dejamos de estar ciegos.
Y ahora que miro hacia delante, ¿aquellos que frecuentan los gimnasios, tiendas de deporte, casinos, residencias de ancianos, clínica capilar, supermercados, hoteles, palacio de justicia, parque infantil, tienda de ropa, que sustituyeron a las salas de cine, se sentirán menos solos? ¿Y menos cultos?
(*) Los cines de Bilbao (2000)
En los Maristas pasaba lo mismo con los besos
ResponderEliminarHabía sala de cine con dos plantas,25 pesetas sesión doble,dos películas y cuatro do había algún beso la gente empezaba a chillar y patalear.El garbanzo (hermano marista encargado de la proyección) paraba la película y un silencio contenido se apoderaba de la sala de butacas.El garbanzo se paseaba por la sala, cual comisario político buscando culpables pero todos poníamos cara de poker. Se reanudaba la proyección y se repetía el proceso.
Qué bien lo pasábamos y pobre garbanzo, que estará sentado al lado de san Pedro y del santo Job
Lo de garbanzo era porque tenía una cabeza muy pequeñita,como un garbancito 😉