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domingo, 4 de febrero de 2024

Kurt Vonnegut y sus senderos de gloria

 ¿Y si proyectásemos la Historia al revés?

 

En Astrabudua hubo un bar Stop. Ahora está en la misma calle, la Consulado de Bilbao, el mismo reformado. Su nuevo nombre es Stop Berria. No es el mismo, el espíritu arquitectónico tal vez sí, pero la decoración ha variado con lo que ha perdido el sabor de lo añejo. Antaño podías ver sentado a Mr. Magoo, un vecino al que su dificultad para ver lo compensaba con el acercamiento a la hoja del periódico o a la página del libro que tuviera entre manos. Prefería gastarse la pensión de invalidez en lectura que en ir al oculista. Es lo que hay.

Recuerdo que un buen día, Magoo -siento no recordar su nombre auténtico- mientras tomaba una cervecita en el antiguo Stop leía un libro antibélico: Matadero cinco: la cruzada de los niños, editado por Grijalbo o Bruguera en aquel tiempo de la década de los 80. Tiempo en que ir a la mili empezaba a estar mal visto y empuñar un arma para la patria, peor. El autor de la obra era Kurt Vonnegut, un escritor americano que lo escribió en 1969, año en que Estados Unidos estaba en guerra con Vietnam. Lo digo para contextualizar. Es bueno y conveniente contextualizar.

 

Edición de Blackie Books de 2021

Magoo dejó el libro y me saludó. Me sacaba muchos años y era lector empedernido. '¿Qué tal está?', le pregunté. 

–Estoy por la mitad. Un poco raro. Trata de un tipo llamado Billy Pilgrim, soldado en la Segunda Guerra Mundial que sobrevivió al bombardeo de Dresde. Hay saltos temporales, escenas biográficas, extraterrestres que le capturan... Vamos, como si se hubiera tomado LSD.

Asiento y pido una San Miguel y una bolsa de patatas 'Los leones'. Y espero que Magoo continúe con su exposición. 

–Oye, a ti que te gusta el cine, he leído un fragmento que me ha gustado mucho y es original– me dice mientras se lleva una aceituna a la boca–. El prota, Pilgrim, está en su comedor y se pone a ver una película sobre los bombarderos estadounidenses en la II GM y los valientes hombres que los tripulan. En un momento dado, se pone a verla hacia atrás y resulta de lo más antibelicista posible. Ni Stanley Kubrick con su 'Senderos de gloria' es tan convincente.

Le miro con curiosidad. Sus ojos tras esas gafas de vaso de chiquitero que ya no le sirven adecuadamente son minúsculos pero inquietos. Y sigue con su relato:

–Ve unos aviones estadounidenses, llenos de agujeros, hombres heridos y cadáveres despegan hacia atrás de un aeródromo en Inglaterra. Al sobrevolar Francia, unos cuantos cazas de combate alemanes vuelan en dirección a ellos hacia atrás y aspiran balas y fragmentos de metralla de algunos de los aviones y sus tripulaciones. Lo mismo hacen con unos bombarderos estadounidenses que hay en tierra y que despegan hacia atrás para unirse a la formación.

Y continúa tras llevarse otra aceituna y pasarla con un trago.

–La formación vuela hacia atrás sobre una ciudad alemana en llamas. Los bombarderos abren las compuertas de las bombas y ejercen un milagroso magnetismo que encoge los incendios, los comprimen en contenedores cilíndricos de acero y los alza hasta el viente de los aviones. Los alemanes abajo tienen sus propios artilugios milagrosos, así los llama Vonnegut, que son largos tubos de acero. Los utilizan para aspirar más fragmentos de los aviones y sus tripulaciones. Cuando los bombarderos vuelven a su base, los cilindros de acero se sacan y se envían de vuelta a EE. UU., donde hay unas fábricas en las que día y noche se desmantelan los cilindros y se separan sus peligrosos componentes en minerales. Oye, se ven sobre todo a mujeres realizando este trabajo.

Le interrumpo para decirle que, en aquel tiempo, las mujeres tuvieron que abandonar el hogar para ocupar el lugar de los maridos, la mayoría en el frente. La II GM trajo algo bueno y me sonrío.

–Ya, ya –me dice–. Bueno, esos minerales –continúa– se envían después a unos especialistas en zonas lejanas. Su labor era enterrarlos y esconderlos para que nunca volviesen a hacer daño a nadie. 

Y se calla esperando el efecto antibélico en mí del fragmento narrado. Y continúa a modo de coda: 

–En la película proyectada al revés los pilotos estadounidenses devolvían sus uniformes y se convertían en estudiantes de instituto.

–¿Estudiantes porque en la II GM, como en tantas otras guerras, la mayoría de los soldados en el frente eran niños o, por lo menos, jóvenes de corta edad que luchaban por su país?– pregunto.

Magoo me sonríe afirmativamente. 

–De ahí su título alternativo o subtítulo según la edición: la cruzada de los niños. Es lo que hay.  Por cierto, ¿sabes que en 1972 rodó George Roy Hill una adaptación del libro? La veré si la encuentro en el videoclub Ruiz.

 

Hoy me imagino este final tras el encuentro con Magoo a raíz de la posibilidad que brinda el cine de proyectar al revés las imágenes:

Tras comer la bolsa de patatas 'Los leones' y apurar la birra, salgo del Stop. El cielo prepara su bombardero en forma de aguacero. Me subo las solapas de la gabardina. Si pudiera proyectar mi vida hacia atrás, podría encontrarme con mi ama fallecida y volver a decirle lo mucho que la quiero. Pero no es posible. Es lo que hay.

5 comentarios:

  1. Buenísimo. Me ha encantado. Gracias 🫂

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  2. Muy interesante Iñaki!!! 😉 y muy bueno "magoo"

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  3. Genial, Iñaki.: ¡ Pero qué bien escribes!
    Muy bonito y debo reconocer que me he emocionado. 😰

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  4. Estupendos relatos. Enhorabuena 👏 ㊗️

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