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miércoles, 24 de septiembre de 2025

Zinemaldia 2025. Martes 23

 Hoy martes ni el director griego Lanthimos me salva el Zinemaldia



La vida es demasiado corta como para tomar café del malo”, leo en el bar Iturralde de la avenida Libertad. Parafraseando un poco hoy en la 5ª jornada del Zinemaldia podría decir: la vida es demasiado corta para ver mal cine. Hoy ha pasado. 


Imagen del filme "Las corrientes"


Milagros Mumenthaler es la directora argentina de “Las corrientes” vista a las 8:45 en el Kursaal 2. No se llena la sala más pequeña del Kursaaal y eso me da mala espina. Acierto. No sé si les pasará a ustedes que, en ocasiones, hay películas que, desde el primer minuto, te sacan de la pantalla. Y me pongo a pensar en mi vida real: en las lentejas y hamburguesa que me servirán en el Erdialde, un garito para pensionista a módico precio. 

“Las corrientes” trata de una mujer treinteañera, estilista (lo dice la sinopsis pues me he pasado todo el tiempo pensando a qué se dedicaba), casada y con una niña. Le dan un premio por su trabajo, lo lanza después a la basura, sale a la calle y se lanza al río. ¿Intento de suicidio?

Y claro, todo así para que te pases bastante tiempo averiguando de qué va esta tarada, guapa y con mucha sensibilidad para la belleza (ratificado en los innumerables planos de detalle de las cosas en las que se fija). Yo miro el reloj, entre planos detalle de una cabellera de la prota que no se moja porque tiene fobia. El psicólogo que esté en la sala disfrutará de la historia; yo, en cambio, la sufro.

Mumenthaler va de artista pretenciosa, de las que quiero pero no puedo. Hay alguna escena con interés (la del faro que ilumina la ciudad, que más bien ilumina el interior de ella y, de paso, descubrimos la razón de su trauma infantil), pero mi cabeza ya está en las lentejas que están sirviendo, un poco sin sal (porque en este establecimiento para viejitos tienen en cuenta la hipertensión).

El trato en el Bar Erdialde es cortés. Se dirigen a ti con tu nombre. En “Las corrientes” hay un letrero en una cocina -mientras cinco infantes miran cada uno pantallas electrónicas- que “la cortesía es la mejor forma para hacer un mundo mejor”. Ha faltado poco para insultar a la pantalla y a las ínfulas artísticas de la directora argentina. Sin embargo, he querido ser cortés y he aplaudido y me he marchado como corresponde a un caballero.


Fotograma de la película "Ya no quedan junglas"


Parece que el destino de hoy es ir acostumbrándome a la vejez y saber que, durante ella, lo mejor que puedes hacer hasta tu final es aguantar los dolores que te esperan. Eso dice en un momento del filme “Ya no quedan junglas” Ron Perlman, que hace de Theo, un exmilitar americano envejecido que vive de los recuerdos. Se cita los jueves con una prostituta que le recuerda a su mujer. Es el único consuelo que le queda. Ah, y juntarse en el bar del Casco Viejo de San Sebastián con Karra Elejalde, que le habría gustado ser Lee Marvin con txapela.

Los espectadores se ríen de los diálogos de tan ridículos, falsos y sonrojantes que son. Alguien en RTVE que ha puesto la pasta debería dimitir. Y el director, un tal Luis Gabriel Beristain, debería dedicarse a lavar los platos en el bar Erdialde. Sería de mayor utilidad para la sociedad.

Esto estaba programado en la sección Galas de RTVE, que se supone que es lo mejor que producen. Que Dios nos coja confesados. 


Plano del filme "La voz de Hind"

Era una de las películas que había que ver sí o sí en el Zinemaldia. Está en Perlas y su duración de por debajo de la hora y media convenía a estas alturas de festival. “La voz de Hind” de la tunecina Kaouther Ben Hania. Un título sobreimpresionado nos avisa que estamos en el 29 de enero de 2024 y que está basado en un suceso real. Arranca con la llamada de un tío de una niña de seis años a Emergencias de la Media Luna avisando de que ella está atrapada en un automóvil bajo el fuego militar. Desde ese momento, tratarán de mandar una ambulancia para salvarla. La historia transcurre fundamentalmente en la sala de la Media Luna y en conversación continua con esa criatura.  

Aquí podemos comentar la película desde la perspectiva sociopolítica y propagandística o sobre consideraciones cinematográficas. Con respecto a lo segundo, si usted han tenido ocasión de ver “The Guilty” del danés  Gustav Möller pueden hacerse una idea de cómo va la puesta en escena -aunque he decir que esta es muy superior en mi opinión-. 

Con respecto al primer asunto, me debato en el dilema si el filme es pornografía fílmica o no. Me explico. La directora Kaouther avisa al espectador desde el principio de que en las conversaciones que vamos a escuchar aparece la voz de la verdadera niña a la que le pasó lo que se narra. Lo demás estará ficcionado, pero el  espectador ya no se puede abstraer del todo de que lo que está viendo sin dejar de pensar que parte de ello es o ha sido “real”. No sé si la película es dura o durísima. Lo que percibo es un sepulcral silencio durante el tiempo que ha durado el desalojo del Teatro Pricipal. Luego a seguir con nuestras vidas. 


El director Yorgos Lanthimos ha dirigido "Bugonia", su último filme

 

 Sabiendo que en su filmografía tiene películas tan famosas como “Pobres criaturas”, “La favorita” o la que a mí me encandiló cuando el nombre de Yorgos me sonaba a marca de colonia para hombres, “Canino”, la última del griego era una gran esperanza para salvar el día. Pues ni por esas. “Bugonia” es de un argumento tan sencillo como el mecanismo de un sonajero. Dos jóvenes conspiranoicos -algo que debe abundar en esa Norteamérica lejos de Nueva York- secuestran a la dueña de una gran empresa farmacéutica en la creencia de que es la responsable de que las abejas estén desapareciendo. Y, claro, con ellos el mundo. Si le quitamos que la protagoniza Emma Stone y que está dirigida por Lanthimos, pensaríamos que es de esas pelis de raptos que acaban en los festivales de terror. Ni el uso de la música de orquesta atronadora y potente en ciertos momentos -marca del director y obra del compositor Jerskin Fendrix- logra salvar la historia de un cierto déjà vu. 

Hay que esperar a las dos últimas escenas para que el espectador se asombre de algo: primero de convertir un thriller en algo cómico-fantástico y luego reconvertirlo en una distopía con unos planos finales sobrecogedores. Pero para eso me quedo con “El planeta de los simios”, la de 1968 por supuesto. 

A la salida me comentan que es un remake de la película coreana “Salvar el planeta Tierra” (2003). Y como curiosidad, por si les da por verla y se preguntan como yo por el significado del título, comentar que la palabra en español, bugonia (del griego bous -buey- y gonia -generación-), se refiere a la creencia en la Antigüedad en la generación espontánea de vida, particularmente la idea de que las abejas pueden surgir del cadáver de un buey u otro animal sacrificado. Este concepto se encuentra en la literatura antigua, como las Geórgicas de Virgilio, donde el apicultor Aristeo crea un nuevo enjambre de abejas a través de la bugonia. Gracias a la IA que me ha informado.


Plano de la película de "El amor que permanece"


Venía con la escopeta cargada pues ya vi en su momento la morosa “Godland”. No sé las veces que he disparado al proyeccionista por ver si se paraba la proyección y podía huir del Teatro Principal. Hasta que me di cuenta de que la proyección era automática y ya no había persona contra la que cargar. Esto que les parece una ocurrencia mía, lo he vivido esta noche viendo “El amor que permanece” del islandés Hlynur Palmason. Es cine de ocurrencias, ocurrencias poéticas visuales unas, ocurrencias humorísticas otras, ocurrencias dialogales sobre un tema… Escasa narración sobre la vida de una familia cuyos padres están separados. Le reconozco al director islandés un estilo propio de filmar pero de las ocurrencias no se vive. 
In ejemplo. El tipo yace tumbado y ella pasa por encima con lo que su falda larga cubre la cabeza de él; vemos un olano picado desde la perspectiva de él observando absorto las piernas y las bragas de ella. El se envuelve col falda dejando el semblante descubierto; en otro plano vemos como ella desaparece y es sustituida por una fuente de luz solar que cubre la falda. Ocurrencias… a veces bonitas pero que llegan a cansar. 

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