Los mejillones del bar Stop y los flashes
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Angelina Jolie vino, presentó (Couture) y marchó en ocho horas. |
Llevaba unos días sin aparecer por el bar Stop desde que este periodista había cubierto el 73º Festival de Cine de San Sebastián. Así que al aparecer por ahí muchos parroquianos quieren saber de ti, de lo vivido, de si has estado con tal actor o cual actriz, de si has hecho muchas fotos... Vamos, que salvo por los flashes y la ausencia de alfombra en el Stop, uno se siente en esos momentos como una estrella de Astrabudua.
Pasados los momentos de euforia, vienen esas preguntas más de autor: ¿qué películas te han gustado?, ¿qué te parece Los domingos?, ¿que si es para tanto la obra de Ruiz de Azúa?, ¿no crees que hay mucho cine patrio premiado?, ¿y Maspalomas está tan bien?, ¿es tan guapa la Angelina Jolie al natural?
Y aquí hago una parada.
—Cecilia, ponme un platito de esos mejillones que veo en ese expositor de pinchos.
—¿Te los caliento un poco o como están?
—Caliéntamelos y un crianza Campo Viejo, por favor.
La Ceci no pregunta. Tiene trabajo en sacar hoy las raciones domingueras de rabas, calamares rebozados y mejillones. Una experta.
Al fondo del bar, están las Txiribitongas, la cuadrilla femenina, la cara B de la cara A de mi cuadrilla. La Peggy Serna se me acerca y me da dos besos. "¿Qué tal por el Jolivú donostiarra?", pregunta con esos ojos azules del Cantábrico, aunque ella sea salmantina. Y procedemos a una entrevista informal en la que todo empieza por qué tal...
Con el tiempo y ya probando los deliciosos tigres de la Ceci, se me van acercando más miembros de las Txiribitongas: la Maitetxu, la Rosa Rosae, Encarnadilla de Noche, Tulipán Negro... casi todas con sus motes. Porque hace años, en Astrabudua, como en tantos sitios, a la gente se le ponía motes: eso sí, motes cariñosos.
Una de las preguntas estrellas era: ¿Has visto a la Angelina? Y, claro, uno deja de tener ese aura de periodista célebre que ha estado con estrellas en la habitación habilitada del hotel cinco estrellas del María Cristina cuando les dices que yo me dedico fundamentalmente a ver películas de la cosecha 2025. Y que sí, que a algunos personajes del mundo del cine he visto en las ruedas de prensa.
—¿Te vale con haber visto a José Luis Guerín, Olmo Omerzu, Arregi o Goenaga? —inquiero.
—Esos, ¿quiénes son? —me pregunta una.
Yo no quiero decepcionarlas. Soy el hombre que no he visto a Angelina Jolie en la Concha, en el Hotel María Cristina o en la sala de prensa del Kursaal 1. Y trato de driblar ese momento en que como si estuviera ante un defensa, llamado decepción, les explicas que a la hora en que la Jolie presentaba y defendía su película Couture, yo estaba en el pase de prensa del Teatro Principal viendo Maspalomas. Y veo a una mujer entrar en el baño y me tomo un par de tigres: deliciosos con un cierto sabor a...
—He leído en el Deia que Rebordinos, el del Festival, comentaba que traer a la Jolie y a la Jennifer Lawrence ha estado un poco por encima de las posibilidades del certamen —me pregunta Mafaldita, la más estudiada de las Txiribitongas—. Al menos a Jennifer la habrás visto, ¿no? ¿Es tan guapa y alta al natural, porque en la tele...?
Ahí sí. Ahí mi aura vuelve a brillar, pues tuve la ocasión entre la marabunta de cámaras hambrientas poder sacar alguna imagen con que impresionarlas. Ellas ven, comentan, analizan, alaban o deprecian, vierten adjetivos laudatorios o de tendencia bajista. Y, yo, por el rabillo del ojo, veo a otra parroquiana esperar ante la puerta del baño del Stop. Me extraño. Y, mientras, me tomo otro mejillón acompañado de un sorbito de Campo Viejo.
Explico que Rebordinos aprovecha traer, cuando puede, a estrellas de relumbrón para que el Zinemaldia esté en boca de todos. Suelen traer una película debajo del brazo: mala o regularcilla habitualmente.
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Angelina Jolie firmando en la presentación en el Kursaal 1 de Couture |
—Recuerdo que en un episodio de Cámera Café, el Ríchar, el informático, lee en un periódico que Angelina Jolie venía a España. Eso sería por el 2005 o 2006, recuerdo —comenta Peggy Serna.
—¡Anda, mujer! ¡Qué iba a venir! —replica Maitetxu.
—Que sí, que a la directora de la empresa, Victoria, como se le queda pequeña la empresa y necesita asociarse o una campaña que la lance al extranjero, se le ocurre traer a la Angelina a la oficina. «Una cara famosa, ¡menudo espaldarazo para la empresa!», comenta Victoria.
—Pues algo parecido ha hecho el Rebordinos trayendo a ambas actrices de Jolivú —sentencia Mafaldita.
Mientras escucho, entre mejillón y trago de crianza, veo que la cola de mujeres ante el WC va alargándose. Trato de sacar el móvil y mostrarles algunas fotos con escaso éxito viendo que la conversación toma otros derroteros.
—Y Victoria le pide al Ríchar y a Jesús Posadas, jefe de ventas, una foto al precio que sea de la Jolie en la oficina —continúa rememorando Peggy Serna—. Algunas compañeras en la oficina se quejaban de que la traían porque era mona, otras porque siempre se usan a las mujeres como floreros —ya se venía la marea feminista—. Victoria decide comprar flores para ella y whisky caro para él.
—¿Para quién? —pregunto ya intrigado con mi smarthphone y las fotos que contiene en la mano sin saber si meterlo al bolsillo o qué viendo la deriva de la conversación. Al fondo, la situación era rara: ante la puerta del WC de caballeros había un tipo que no conocía esperando también. Miré al plato y apuré los últimos mejillones.
—Para Brad Pitt, que también venía.
—Ay, qué rico. Con esos ojos, ese pelo, esa sonrisa... —detalla Maitetxu.
—¡Y ese culo! —completa Rosa Rosae, mientras ríen en una explosión jubilosa.
—En aquella ocasión venía ella a inaugurar una casa de acogida —prosigue Peggy Serna—. Y a Victoria se le ocurre conseguir un sintecho para que se haga con él una foto. Y el informático trae a Braulio, un desarrapado, con barba larga y cana, mano extendida y un carrito del súper con sus cosillas a la oficina. La Cañizares, secretaria de Victoria, trae a un yonqui rehabilitado con pinta de recaer en cualquier momento. Y recuerdo que el sinvergonzón de Quesada trae un lince ibérico en peligro de extinción para darle pena a Angelina Jolie.
—¡Y lo había metido en el baño en el que estaba el rehabilitado! —recuerda ahora Encarnadilla de Noche que se ha añadido a la conversación.
—Pero la Angelina quería niños huérfanos, justo lo que no tenían en la oficina —comenta Peggy Serna.
—Los famosos son así: siempre piden lo que no hay en el menú —anota Mafaldita.
—Al final, le piden a otra secretaria uno de sus hijos para que haga de huérfano y así de gancho para atraer a la actriz —continúa Peggy—. Consiguen la foto pero el niño se queda con Pitt y Angelina.
—Sí, en aquella época tenían la manía de adoptar todo.
—Bueno, ahora ha traído al Zinemaldia una nueva adopción: una peli titulada Couture —trato de traer la conversación al presente, mientras una de las Txiribitongas comenta que tiene que ir al baño.
Oigo voces al fondo. Alguna aporrea la puerta del WC. Yo siento que mi vientre empieza a sentirse mal, y con necesidad de aligerar el equipaje. Y que mis fotos de Jennifer Lawrence por recibir el Premio Donostia no son los suficientemente interesantes para opacar el día en que Angelina Jolie y Brad Pitt vinieron a España y a Victoria de la Vega, la directora de márketing de la empresa, logró lo que yo no había obtenido por ver Maspalomas: una foto de ambos con un niño que hacía de huérfano en la oficina. Vamos, como hizo José Luis Rebordinos, pero sustituyendo al niño por una Alta costura, que es lo que significa Couture.
Salí del bar Stop dejando al fondo unas súplicas de entrar urgentemente al baño por parte de varios parroquianos. La misma urgencia con la que estuvo la Jolie en San Sebastián, que tras ocho horas enfiló rumbo a Roma para un rodaje. Pero sin necesidad de tomar los mejillones en mal estado de la Ceci.
Gracias por tenernos siempre tan bien informados y por la chispa añadida
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