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viernes, 26 de septiembre de 2025

Zinemaldia 2025. Jueves 25

Cuando la ficción falla, te queda el género documental


El director José Luis Guerín que presenta "Historias del buen valle"


Uno de los directores más apreciados por el que esto escribe se llama José Luis Guerín, junto con otro proscrito del cine como es Víctor Erice. Verle presentar un nuevo documental o como se llame lo que haga a este catalán no nacionalista (“el nacionalismo busca lo estático mientras que el mundo es dinamismo”, confiesa Guerín) es para estar de enhorabuena.

No encuentra financiación, así que ha tenido la suerte de tener a un joven llamado Jonás Trueba (del linaje Trueba) que le ha dado un empujoncito financiero, junto a alguien francés (siempre Francia salvando la cultura de debajo de los Pirineos). 

“Historias del buen valle” no ha convencido mucho. Yo la veo con sumo interés porque Guerín es un tipo interesante, que ama el cine y es un artista en el mejor sentido de la palabra. Y, además, saber mirar la realidad como a mí me gusta: con cariño por los seres humanos que retrata y con su dosis justa -como si fuera una especie que echa a su guiso- de lirismo poético. Lo justo para que que aquello que contemplas te parezca especial, rico, rico.

El documental aborda el paisanaje que reside en una zona periférica de Barcelona capital, rodeada por el río Besós, una línea de ferrocarril y dos carreteras. Es un mundo apartado, cuya geografía no es posible imaginarse como le sucedió a Guerin, que se le hizo imposible enmarcarla al principio, por lo que estuvo a punto de tirar la toalla.

En ocasiones me recuerda a la magna novela de “La colmena” de Cela, pues describe un paisanaje en un lugar variopinto, desde aquellas gentes venidas del Sur en época de Franco hasta los inmigrantes actuales procedentes de Ucrania, Guinea Ecuatorial, América, India, gitanos, Portugal o Marruecos. 

La estructura de “Historias del buen valle” me parece lograda, pues recorre -con un prólogo en blanco y negro- el pasado (sombras de lo que fueron viviendas derribadas y comidas por la vegetación), el presente (con la mixtura de idiomas y procedencias, con las tensiones que ello provoca) y finaliza con el incierto futuro de esa zona barcelonesa debido a que pasará el tren de alta velocidad. 

La muerte también está presente, como le pasa al barrio, que sufre al final las obras de construcción del ferrocarril. Destaco una escena con sabor a puro John Ford, con el aroma de la misa funeral por uno de los vecinos mientras alguien toca la armónica.

En Francia sería Dios. Aquí Guerín es un pringado que tiene que recurrir a los amigos para que le paguen este “working in progress”. Asco de país a veces. 


"Jay Kelly" de Noah Baumbach


Jay Kelly es una mirada retrospectiva de un actor, George Cloney, que lo ha alcanzado todo, al menos en el plano artístico. Le acompaña en esa vorágine de su vida llena de proyectos cinematográficos y de agenda ocupada por actividades por su agente-madre-consejero  y asesor interpretado por Adam Sandler.

Es un película donde desees que se callen un poco, pues los diálogos se hacen eternos. Y recuerdas aquellos western donde lo esencial se decía con el revólver. Lo más salvable son los momentos en Clooney trata de volver la vista hacia el pasado en un intento infructuoso de solucionar las relaciones rotas o poco fluidas con sus dos hijas en edad madura. En esos momentos me recuerda salvando las diferencias de calidad una obra maravillosa de Ingmar Bergman titulada “Fresas salvajes”.

Los momentos en que Jay Kelly recibe un homenaje en un festival de la Toscana italiana la cosa empeora. Poca cosa para Noah Baumbach, autor de una muy recomendable obra superior a la comentada; Historia de un matrimonio. 




"Errautsak" de Oier Plaza


Esta tarde en la sala 2 del Trueba, que hemos prácticamente llenado, se ha proyectado un pequeño documental del guerniqués Oier Plaza titulado Pope=Errautsak, que significa cenizas en checo y euskera. También está con un titulo paralelo, que diríamos los bibliotecarios, “Ashes”, pues es la única manera de que más allá se pueda entender el título. 

Como siempre que vas con poca expectación, esta se ha visto superado con creces. Se ve con un interés creciente y con emotividad. Plaza se aleja de lo que he visto del estilo documental de Guerín, pero logra mediante una narración investigadora crearte una curiosidad por lo que se cuenta.

Todo arranca por una casualidad como las grandes y pequeñas historias de la vida. Por una parte, un profesor de educación secundaria, Unai Eguía, aprovecha la reclusión en época del Covid para leer la novela de Javier Cercas “El impostor” sobre la figura de Enric Marco, una persona que se hizo pasar por otro que había estado en el campo de concentración de Flossenburg. Eguía comenta en el documental que creía que a la novela de Cercas le faltaba un epílogo explicando quién era el verdadero suplantado: la figura de Enric Moner.

Por otro lado, tenemos a Antón Gandarias que relata que su ama tuvo durante más de treinta años la carta que un vasco-francés le envió sobre Angel Lekuona, tío y hermano respectivamente de ambos. La madre la ocultó porque su contenido era muy doloroso y porque “Franco se encargó de que una capa de silencio como la bruma en la memoria reinara durante los 40 años que duro el régimen”. La cita no es exacta pero por ahí van los tiros. 

La misiva relataba algunos pormenores del destino de Ángel Lekuona. Este fue un soldado republicano que pasó la frontera pirenaica como tantos miles en 1939 tras la Batalla del Ebro. Había que poner pies en polvorosa o tener un incierto destino si se quedaban. Tras unos años en Francia, los nazis le capturaron  en 1943 y vivió un periplo nada turístico entre campos de concentración de diferentes lugares europeos. 

La búsqueda sobre dónde pudo acabar sus restos dará lugar a un relato con más etapas sorprendentes, cuya hora y media se sigue sin consultar el reloj.

Es apreciable el uso de unos dibujos animados para representar ciertos pasajes que, por razones presupuestarias, no podían asumirse en esta producción. Pero que, en honor a la verdad, la animación le dota a Popel de una mayor fuerza expresiva a la historia. 

Todo ser humano necesita saber quienes han sido sus antepasados. Y cuando le arrebatan a un ser querido es como si en su ADN tuviera un vacío que transmite esa ausencia a los descendientes. Urge cicatrizar ese hueco con la búsqueda de la memoria y la verdad. Y eso es Popel: la recuperación sanadora para los supervivientes. 


Aspecto del Trueba 2 para ver Popel=Errautsak

Sobre “Un fantasma en la batalla” de Agustín Díaz Yáñez decir brevemente que tiene un problema importante: haber salido poco tiempo después de otra que el año pasado ganó el Goya: La infiltrada de Arantxa Etxeberria. 

Se nota que se trata de un encargo, algo con que alimentar el motor de ventas de Netflix. La película bascula entre ser un thriller algo moroso y sin demasiada tensión en la primera parte con otra parte repletas de imágenes de archivo que contextualizan lo que fue ETA durante varias décadas. 

La interpretación  de Susana Abaitua es correcta pero sin la intensidad si la comparamos con la anterior que le daba a un papel muy parecido Carolina Yuste. Del que hace de policía de la guardia civil que dirige la operación de infiltrar a un miembro femenino en el corazón de ETA, Andrés Gertrúdix, me parece una actuación tan seca como un cactus del desierto.

Me comentaba un compañero abertzale que estaba hasta las narices de que siempre “nos retratan con cara de mala leche, nunca sonriendo” Tal vez la explicación esté en una escena que demuestra hasta qué punto parte de un pueblo esté fanatizado con la tensión que eso produce. Le dice en un momento dado la que directora de una ikastola y miembro de ETA a la infiltrada lo siguiente: “Los que somos vascos abertzales nacemos en libertad condicional y acabamos en la cárcel o en libertad condicional ”


"Un fantasma en la batalla" del director Agustín Díaz Yanes


La última película vista por la noche dejó a todo dios en el pase de prensa del Teatro Principal con un sabor de decepción y alguna cabezadita. "Vida privada" de Rebecck Zlotowski es una peliculita que sirve muy bien para echar la siesta después de comer unos espaguetis fríos y sin sal y un filete de hígado encebollado requemado. Eso sí, la Jodie Foster habla muy bien el francés; acompañada del tradicional ramillete de actores franceses no desentona su pronunciación francesa.

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