¿La Bella Durmiente es un sleeper?
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Cartel del documental de Javier Longoria estrenado el 13 de mayo 2025 |
Imagine que un buen día, usted, que ya peina bastantes canas y vive en el barrio adinerado de Salamanca de Madrid, decide que la casa en la que vive se hace bastante grande para la vida que le queda. Sus hijos ya han abandonado el nido y escucha en estéreo cada pisada dada por el laaargo pasillo que le conduce al baño. Imagine que usted decide comprar un pisito más pequeño, donde el paseo desde la cocina al salón no suponga un esfuerzo de maratón.
¿Y qué hacer con ese cuadro que ha presidido comidas, meriendas y cenas durante tantos años en la familia de rango abolengo? Que dice el padre, o el abuelo, que siempre ha sido un cuadro "bueno". Antiguo y "bueno". Pero bueno, ¿por qué? Porque lo ha pintado un buen pincel. Pero no sabemos a ciencia cierta, como tantas veces pasa en la vida cuando nada se documenta y se pasa la información de forma oral, que un buen día alguien ya no recuerda de dónde vino, cómo vino y, lo más importante, quién lo pintó.
Y ahí está el cuadro en la pared: una escena en la que se ve a Cristo con una corona de espinas; delante de él a Poncio Pilatos que apoyado en una barandilla indica con las manos un "he aquí el hombre" (Ecce homo); detrás de Cristo un esbirro le retira (¿o le pone?) un manto rojo. La escena religiosa es harto famosa pues en ella Pilatos se lava las manos.
Los dueños del cuadro (metro once cm de alto por 86 cm de alto) deciden embalarlo y circunstancialmente acaba en la casa Ansorena de Madrid, una de las casas de subastas de arte y joyería más importantes (su página web dixit) del país. Y como tal el cuadrito de la familia de rango abolengo es registrado en su catálogo con la descripción: "Círculo de José de Ribera (s. XVII). La coronación de Espinas. Óleo sobre lienzo". El precio de salida es de 1500 euros. Y sin marco, pues o bien la familia o bien la propia casa lo ha vendido previamente. Un precio asequible para los que viven de la RGI si quisieran invertir en arte.
Y, claro, todo marchante que se precie no ojea ni hojea los catálogos de arte, sino que los examina, supervisa, controla o/y vigila si en alguno aparece un sleeper. O sea, una obra de un autor de relumbrón que lleva durmiendo en el anonimato décadas o cuya autoría ha sido asignada a un segundón o a un don nadie por tratarse, tal vez, de una copia.
Así que alguien ve la imagen de esa Coronación de Espinas y empieza a sospechar que del Círculo de José de Ribera, nada de nada. Que más bien tiene pinta de un Caravaggio, ese pintor escandaloso del siglo XVI al XVII que trabaja directamente sobre el lienzo, sin bosquejar siquiera los personajes, encarcelado por lo que hoy se denomina pedofilia y posteriormente desaparecido en una playa de Roma, quizá asesinado como el cineasta Pier Paolo Pasolini. ¡La apoteósis en pintura de lo que se llamará, más tarde, el arte barroco!
De modo que los mensajes de whatsapp y las imágenes del cuadro por correo electrónico rulan por todos los teléfonos marca Iphone de todos los marchantes de arte que se precien. Y salen cuales galgos directos a la presa desde Roma, París, Londres o de Madrid a la Casa de Ansorena. ¡Un millón de euros! ¡Yo ofrezco tres! ¿Por trescientos millones de euros me lo venderías? Despacio, despacio, que el precio de salida son 1.500 euros, no 1.500.000 de euros.
Así que la familia se queda patidifusa. ¡Un Caravaggio en el salón de mi casa!, exclama la hija mayor, la mediana y la más pequeña, la madre y la señora con cofia que lleva en el servicio 20 años en la familia de rango abolengo del barrio de Salamanca, y que siempre miró con desdén la escena.
Cuando uno se encuentra con un sleeper, lo más probable es que acabe perdiendo la cabeza, como Juan el Bautista. Primero, ¿estamos seguros de que es un Caravaggio? Se ha de llamar a los expertos en pintura del Barroco italiano. ¿Y qué van a decir ellos, que cobran un pastón por certificar esto o lo otro? Sí, es verdad que se juegan su prestigio, pero ¿hasta qué cantidad de euros, dólares o petrodólares tienen adjudicado su prestigio y honradez?
Además, el cuadro está deteriorado y hay que restaurarlo. Se llaman a los prestigiosos restauradores de... Italia, ¡cómo no! ¡Y tras casi un año los dueños pueden ver el cuadro "Ecce Homo" por fin en su restauración definitiva en la galería de arte Colnaghi!
De alguna manera, toparse con un sleeper es como una versión del cuento de la Bella Durmiente. Hay un destino como si fuera un hada que en lugar de acabar en la muerte (cubo de basura, incendio o deterioro irreversible), el cuadro, o sea, la Bella durmiente cae en un sueño mágico hasta que un príncipe (en este caso un marchante o experto en arte) le dé un beso (le ponga el ojo experto) y despierte a la vida (acabe en un casa de subasta para que un adinerado lo ponga en su pared para regocijo suyo y de las visitas).
Ahora toca venderlo. Pero, claro, con el Ministerio de Cultura de España nos hemos topado. Se declara BIC: no el bolígrafo de punta fina, punta cristal, dos escrituras a elegir, sino Bien de Interés Cultural. Eso significa que el cuadro no puede salir de España.
Así que el precio ha de bajar para aquel que tenga pasta (liquidez, dirían los economistas de Harvard).
Todo esto se narra en el documental The Sleeper. El Caravaggio perdido de Álvaro Longoria que he visto con agradable compañía femenina en los Golem de Bilbao. Longoria es un documentalista cuya obra con más repercusión fue Hijos de las nubes. La última colonia (2012) sobre la situación política del norte de África y la responsabilidad de las antiguas potencias occidentales en esa zona.
The Sleeper está narrado con cierto aire de thriller, aunque al final el espectador se queda sin saber ni quién lo compró definitivamente ni a qué dineral llegó el acuerdo con la familia de rango abolengo madrileña del barrio de Salamanca.
He mirado a ver cuántas obras del pintor italiano se conservan. La inteligencia artificial me responde que se conservan menos de 80 pinturas de Caravaggio, aunque se le atribuyen otras más en medio de debates. En el documental, se comenta que hay dos maneras de tratar de averiguar si un obra artística pertenece a un autor o no: una mediante el estudio del estilo con que ha sido pintado; el segundo mediante un estudio documentado de la procedencia de la pintura. Si las dos coinciden, pues lo más probable es que haya un mayor consenso entre la comunidad de marchantes, galerías de subastas e historiadores de arte. Eso añadirá ceros a la hora de subastarla en Sotheby's, Christie's o Bonhams, por poner ejemplos conocidos.
Al final del documental se indica que el Caravaggio perdido ha sido cedido indefinidamente al Museo del Prado de Madrid y que no se sabe quién lo ha comprado, aunque en la wikipedia osan afirmar que "actualmente pertenece a un coleccionista británica con residencia en España”. Otra vez la Pérfida Albión dando por culo, ¿o esta vez no?
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