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domingo, 27 de abril de 2025

A sangre y fuego

Había más de dos bandos: héroes, bestias y mártires

 

 


 

 Hace una semanas entré en el bar Stop de Astrabudua. Tenía necesidad de parar, pues la próstata va presionando la vejiga con tal ahínco que cada vez la botella de litro para retener la orina se hace más pequeña. Así que me introduje subrepticiamente sin que Cecilia, la dueña, se diera cuenta. Eso creí. Recorrí a paso firme pero disimulado, entre el gentío, la distancia desde la entrada hasta el servicio de caballeros que hay al fondo. Tan sólo eran aguas menores, pero me urgía y no me apetecía pedir nada líquido. 

El estrecho WC, de medidas tales que, como dice el chiste, si fuera iglesia las ostias habría que darlas de canto, estaba como casi siempre limpio. El hecho es que, después de hacer mis necesidades, lavarme las manos como Dios manda y secármelas, me percaté de que alguien había escrito en la puerta del baño lo siguiente:

Recomiendo:

Chaves Nogales, Manuel. A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de España. Nueve novelas cortas de la guerra civil y la revolución. Santiago de Chile: Ercilla, 1937. 

 Me quedé pensativo. ¿Cómo era posible que en lugar de un buen pollón, una cita revolucionaria, una posturita del Kamasutra o el típico por aquí pasó fulanito para en el inodoro dejar un mensajito hubiera una cita bibliográfica en una aceptable caligrafía?

Ni corto ni perezoso apunté el título en mi cabeza, pues la cosa me intrigó. No había firma ni pista alguna del autor de aquella recomendación. Lo que sí sé es que Cecilia le habría arrancado la cabeza si le hubiera pillado. Buena es ella para las cosas grafiteras: guerracivilista.

Acabo de leer hace poco la obra de Manuel Chaves Nogales sobre la Guerra incivil española. Y he de decirles que es magnífica. La edición que tengo en mis manos (2013) la publica la Espuela de Plata en colaboración con la Diputación de Sevilla. En ella, a diferencia de la impresa en 1937 en Chile, hay dos relatos más (El refugio y Hospital de sangre) alcanzando así los once. 

Me quiero detener brevemente en el primero, pues transcurre en Bilbao. Supongo que Manuel Chaves sacaría el sustrato de su narración de lo acontecido en abril de 1937, cuando la Villa sufrió varios bombardeos por parte de la Legión Condor. Uno de los aviones debió ser alcanzado y en su huida dejó caer sus bombas sobre los barrios populares de Iturribide y Begoña. En Iturribide, a la altura de la fábrica de calzado de Cotorruelo, las bajas entre la población civil se contaron por decenas, entre ellas un bebé como se ve en la fotografía¹. En El refugio, se cuenta cómo unos niños (José Mari, Chomin, Iñasio y Carmenchu) se refugian en un sótano ante las alarmas que señalaban la inminencia de un bombardeo aéreo. Los padres no llegan a tiempo para refugiarse y contemplan atónitos cómo una bomba cae sobre el tejado del refugio sepultando a los allí recogidos. La imagen del final, con las balas de la aviación fascista fustigando el aire y la tierra en torno de la figura del padre que no se mueve ante el cadáver sepultado de su pequeña Carmenchu es impactante, pues el dolor le había hecho invulnerable e invencible.

 


 

No hace falta haber conocido en persona al autor para tener claro, tras la lectura de esta obra, que Chaves no era ni reaccionario (ahora gusta más decir fascista) ni revolucionario. Así lo refleja su pluma en este artefacto literario en forma de mosaico con diferentes historias, que abordan desde el frente a la retaguardia, desde escaramuzas bélicas a situaciones en fábricas o en pleno barrio de Salamanca madrileño, en los que aparecen fascistas, revolucionarios comunistas, milicianos, guardia civiles, militares, cenetistas, moros, población civil, proletarios... Todo con la sensación lectora de que rezuma verismo, de que tales narraciones parecen salir de la realidad. Cuando estudiaba Periodismo en los 80, se hablaba del Nuevo Periodismo americano, y de la novela de Truman Capote A sangre fría. Es un referente para explicar lo que Chaves Nogales relata de forma literaria algo que en su sustrato parece periodismo de testimonio. Sólo que él lo hizo décadas antes en lo que llamamos Periodismo literario o narrativo.

Cuando me separé de mi tercera esposa, la psicóloga que atendía mi depresión, me comentó que cuando se deteriora y rompe una relación siempre hay un porcentaje de responsabilidad de cada uno. Pues ahora que gusta de hablar de malos y buenos, creo que algo parecido pasó en la Guerra Civil de 1936. Cada cual que reparta ese porcentaje entre los bandos.

Ha de tener en cuenta el lector de estas palabras que durante la contienda hubo gente que no quiso ni le convencía posicionarse con uno u otro bando. Es el caso del  periodista Manuel Chaves Nogales. Tenía dos opciones: o quedarse y elegir bando o huir. El primer caso queda claro en el personaje de Daniel que aparece en la narración Consejo obrero. Al final, vencido por el hambre, tiene que batirse heroicamente por una causa que no era la suya. Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese. Nogales, en cambio, opta por marchar a París, hallando allí un lugar donde poder mantener a su esposa y sus tres hijos con su escritura. 

Según propia confesión del periodista, los once relatos fueron escritos en el año 1937, en plena contienda, en un barrio de París. Como dice Andrés Trapiello en el prólogo del libro, quiso "contarle al mundo lo que había visto y firmar por ello su sentencia de muerte, civil y literaria. Ni unos ni otros le perdonarían sus escritos". De ahí que durante muchos años, el escritor sevillano sería un completo desconocido. Eso se nos da muy bien, a diferencia de los ingleses o franceses: enterrar a los del otro bando, pero sobre todo olvidarse de la existencia de la tercera España.

Después de acabada la lectura, me preguntaba por qué nadie hasta ahora había intentado trasladar a la pantalla estas historias. El director Amenábar ya había abordado su visión desde el personaje de Miguel Unamuno en Mientras dure la guerra (2019). Incluso Berlanga con La vaquilla (1985) quiso poner su granito de arena en una obra muy de la Transición. Actualmente, Julio Medem se ha estrellado (fracaso de taquilla) con su contribución a la mirada de la contienda civil en 8 (2025). Compruebo que en febrero de este año, en la alfombra roja de los Goya, J. A. Bayona comentaba su intención de rodar una película basada en A sangre y fuego con la ayuda de Agustín Díaz Yanes en el guion. Va a necesitar suerte y acierto, pues me intriga saber cómo va a montar estas historias (una detrás de otra o cruzándolas) o si dejará algunas en el tintero.

Mientras que el proyecto se fragua, aquí estoy de nuevo, en el cagadero del bar Stop con un bolígrafo en la mano para añadir debajo de la pintada revolucionaria en forma de referencia bibliográfica sobre la puerta: 

Gracias por la recomendación literaria. 

Cecilia me sabrá perdonar.

 

lunes, 21 de abril de 2025

Los comulgantes (1963)

El silencio de Dios

 

Los comulgantes dirigida por Ingmar Bergman en 1963. Espiga de Oro en 1966 en Valladolid

 

Es Lunes de Pascua. Abro los ojos y enciendo la radio. En lugar de los «buenos días, cariño» de tu ausente esposa, la palabra de un periodista radiofónico los sustituye. Un corte de sonido con la voz del camarlengo del Vaticano me anuncia que «a las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre». Esas palabras lejos de consolarme, me llenan de cierto desasosiego.

Tras haberme duchado, decido desayunar en el bar Stop. Es fiesta, pero Cecilia no es de cerrar el bar y viajar para gastar el dinero ganado por el extranjero (a Burgos, Asturias o Madrid). Como me dice a menudo, «la viuda ha de mantener tres bocas y el bar no da si se cierra».

El Stop presenta un ambiente de luto: la televisión muda hablando del fallecimiento del Papa; la parroquia ausente, amortajada todavía a las sábanas o desperezándose; el olor de la cocina a torrijas y leche frita propias de la Semana Santa; las mesas limpias y vacías; la calle sin sonidos que la enturbien, salvo los que proceden desde la Iglesia Parroquial de Astrabudúa: tañidos a difunto.

―¿Qué te pongo? ―me pregunta Cecilia.

―Descafeinado de cafetera y una torrija de las que acabas de hacer.

Me deja el periódico en la mesa, mientras espero que me sirva la comanda. Sin embargo, la mirada se dirige hacia la pantalla y de ahí, por misterios de las redes neuronales, me vuelve a resurgir en el recuerdo una escena –que me marcó desde que la vi– perteneciente a una película de Ingmar Bergman: Los comulgantes.

―Qué curioso que ayer fuera Domingo de Resurrección y hoy se muera el papa Francisco.

―La muerte casi siempre llama sin pedir permiso ―responde Cecilia.

―Ya sé que tú no eres de ir a misa, Cecilia. Pero ahora que acabamos la Pascua, he estado rumiando una escena.

―De película, claro. Y ahora me la vas a contar. Pues date prisa antes de que empiece a servir desayunos ―me apremia, mientras sonrío ante la humeante taza de café con leche.

―Se trata de un pastor protestante llamado Thomas (Gunna Björnstrand), que está pasando por una crisis de fe. El fallecimiento imprevisto de su esposa hace un tiempo le ha supuesto un duro golpe del que apenas puede recobrarse. El amor que siente una maestra por él no logra aminorar el dolor y recomponer su creencia religiosa.

―¿Y por qué? ¿Es fea ella?

―No. Justamente el director eligió a Ingrid Thulin en el papel de Marta, que no era una actriz fea que digamos. Lo que pasa es que Thomas todavía sigue anclado en la figura de su querida esposa.

―Que deje pasar el tiempo. Lo cura todo ―recomienda pragmática Cecilia.

―Ya. No soporta los gases de Marta, ni su eczema, ni sus otros problemas de salud... El pastor protestante tampoco sabe cómo reconfortar a una pareja de feligreses que acuden a él. Uno de los cuales acaba por suicidarse ante la impotencia de Thomas. Sin embargo, ese no es el asunto del que quiero hablarte.

―Entre tus reflexiones y las campanas de San Lorenzo, empezamos bien el día ―se lamenta Cecilia.

 

Gunnar Björnstrand como el pastor Thomas
Allan Edwall como el sacristán con dudas



―Voy al grano. En la última misa que va a oficiar Thomas ―continúo sin reparar en sus lamentaciones―, un sacristán le quiere comentar algo que le inquieta. En cierta ocasión, el sacristán no puede dormir a causa de los dolores, y Thomas le sugiere que lea para distraerlos. El ayudante de misa empieza a leer los Evangelios. 

―¡Vaya aspirina que le recetó el cura: la lectura! ―lanzó descreída desde la barra Cecilia.

―Pues de vez en cuando, la lectura de las Sagradas Escrituras le permitía relajarse y conciliar el sueño con más facilidad. Sólo de vez en cuando, Cecilia ―lo digo con una ligera sonrisa mientras la miro afanarse en la barra―. Llega a la lectura de la historia de la Pasión de Cristo. Y le comenta que hay matices que no ha entendido.

―¿Matices? ¿Solo matices? ―me inquiere Cecilia parándose en seco y dejando lo que hacía.

―Sí. Sobre la Pasión de Jesús y su sufrimiento. «¿No cree que el enfoque del sufrimiento de Cristo es un error?», le pregunta el sacristán al pastor Thomas. 

―¿Qué quieres decir? ―me pregunta.

―Verás, el sacristán cree que se hace demasiado hincapié en el dolor físico que padeció Cristo en la crucifixión. Él cree que ha sufrido más dolor físico que el que sufrió Jesús en la Cruz; además, su tormento fue bastante breve. ¿Cuánto duró?

―Tú sabrás.

―Unas horas. El acólito cree que el sufrimiento fue de otro tipo. Y pone el ejemplo de Getsemaní donde tuvo lugar la última cena, en el que sus discípulos se duermen. No habían entendido nada. Cuando llegan los soldados, huyeron. Incluso, Pedro, que además le negó. Habían vivido día y noche con él durante tres años. Le abandonaron, todos y cada uno de ellos. Le dejaron completamente solo. «Eso sí que debe ser doloroso, Padre», le afirma reflexivo.

―Eso pasa a menudo. Cuando vienen mal dadas, no encuentras a nadie en quien confiar. Eso tiene que ser muy doloroso ―me mira fijamente Cecilia y luego a la pantalla del televisor donde se ve al Papa el día anterior sentado en una silla con aspecto fatigado y frágil.

―Sí, pero lo peor aún estaba por llegar, Cecilia―. Cojo un trozo de torrija y me la llevo a la boca. El dulzor contrasta con el tema del que hablo con ella―. Cuando Cristo fue clavado en la Cruz, sufriendo aquel tormento, se desesperó.

―¡Oh, Dios mío, por qué me has abandonado! Lo digo a menudo. Aunque ya no vaya a misa.

―Algo así le comentó el sacristán al pastor Thomas, sí. Es muy duro pensar que, en el último instante de vida, todo en lo que has creído es mentira. Y que tu Padre celestial te abandona. Antes de expirar, las dudas se apoderan de uno. «Sin duda eso debió ser lo peor, ¿verdad, padre?», le dice al pastor. «El silencio de Dios».

Por la puerta, empiezan a llegar a poquitos los parroquianos del Stop. Saludan y unos se acodan en la barra; otros buscan mesa de su agrado. La cafetera pita lastimeramente mientras que Cecilia se afana en servir tazas, torrijas y raciones de leche frita.

Me despido y salgo. El cielo encapotado amenaza lluvia y la temperatura ha bajado. La luz en pleno abril parece invernal, "Winter light", así se tituló el filme en inglés. A Cecilia no le he mencionado que Bergman en la escena relatada va encuadrando a Thomas y al ayudante durante el diálogo que mantienen en la sacristía de manera alternada. Cada vez que se acercan al meollo de las preocupaciones metafísicas de este último, la cámara (la pluma) va aproximándose cada vez más a la angustia de uno y al rostro de inquietud reflexiva del otro. Son aspectos (de estilo) que Cecilia no daría importancia, me temo. Pero para mí son esenciales.

De camino a casa, me asaltan a la memoria unas palabras que el sacristán le dice a Marta cuando llega con el pastor a una iglesia, en la que todavía ningún feligrés –ni lo habrá– ha llegado aún: 

«Las luces eléctricas de hoy que sustituyen a las velas impiden el adecuado recogimiento». 

¿Será por eso lo del silencio de Dios?

martes, 15 de abril de 2025

Fant 2025

 ¡Ya estamos aquííí!

 


 

El concejal de Cultura del Ayuntamiento de Bilbao, Gonzalo Olabarria, Amaia Domingo, nueva directora del Festival de Cine Fantástico de Bilbao que sustituye a Justo Ezenarro, y el programador Eugenio Puerto han presentado esta mañana la programación de la que será la 31ª edición del FANT. Esta se celebrará del 2 al 10 de mayo.

El cartel de este año rinde homenaje a Leatherface (Cara de cuero), personaje famoso por el uso de la motosierra en La matanza de Texas (1974), película dirigida por Tobe Hooper hace 51 años y que la programaron en lo que denominan preFANT.

Los organizadores han querido resaltar que este año el FANT consolida su proyección internacional al formar parte de la Federación de Festivales Internacionales Méliès, convirtiéndose así en "competitive member" de la Federación. Esto supone elegir un premio más, el Méliès de Plata al Mejor Cortometraje Fantástico Europeo, que pasará a aspirar al premio Méliès D'Argen, galardón de Oro a un corto europeo de género fantástico.

El largometraje inaugural, fuera de concurso, será Hallow Road (2025) del director Babak Anvari. Este estreno europeo se podrá ver a las 19:30 el 2 de mayo en el Teatro Campos. Se trata de un thriller interpretado por Rosamund Pike y Matthew Rhys, que encarnan a los padres de una hija adolescente que una noche los llama porque acaba de atropellar a un peatón. Estos van urgentemente al lugar del accidente antes de que nadie más se tope con la escena. A medida que avanza la noche, varias revelaciones inquietantes amenazan con destrozar a la familia.

Junto a este largometraje, pero a las 22:00 en el mismo escenario, se podrán ver los 10 cortometrajes que conforman FANT en corto vasco.

Por su parte, la película que clausura el certamen el viernes día 9 de mayo en la sala BBK será Timestalker (2024), de la directora Alice Lowe. Narra la historia de Agnes que se enamora del hombre equivocado y, luego, se reencarna y se enamora de él una y otra vez, viajando por la Escocia de 1680, la Inglaterra rural de 1790, el Manhattan de la década de 1980 o un siglo XXII apocalíptico.

En esta edición, la Sección Oficial está conformada por 19 largometrajes y 30 cortometrajes. Según el programador Eugenio Puerto, se trata de "la programación más sólida de los últimos años". Todas se proyectarán en el auditorio de Azkuna Zentroa-Alhóndiga Bilbao y en los cines Golem Alhóndiga. 

Destaquemos de entre ellas, El instinto (2024) del realizador español de Juan Albarracín sobre un arquitecto agorabófico que se somete a una cura con un adiestrador de perros; la francesa Mads (2024) del realizador francés David Moreau con un relato sobre un personaje llamado Romain que prueba una nueva pastilla para ir de fiesta y sus inquietantes consecuencias; o la norteamericana Desert Road (2024) de Shannon Triplett, cuya intérprete, la noruega Kristine Froseth, ganó el premio a mejor interpretación femenina en Sitges 2024. No podemos dejar de destacar también la china Breve historia de una familia (2024), debut de Jianjie Lin en el largometraje o del cine franco-belga La noche eterna (2024) de Michiel Blanchart, en la que Mady, un estudiante de día y cerrajero de noche, ve cómo su vida da un giro dramático al abrir una puerta equivocada y, sin querer, se ve involucrado en el crimen organizado.

El equipo organizador ha querido destacar que en algunos de los pases habrá presentación de la película con miembros del equipo artístico. Es el caso de, por ejemplo, Idilia (2024), de los hermanos José y Javier Sepúlveda, que será estreno mundial y se proyectará el sábado 3. Por otra parte, también estarán presentes los actores Eva Llorach y Javier Pereira que participan en el filme El instinto (2024).

 

 

Idilia de los hermanos Sepúlveda se proyectará en la Sección Oficial

 

 PANORAMA FANTÁSTICO Y ÓRBITA FANT

En la sección Panorama Fantástico 2025, se presentan 7 largometrajes que se podrán ver en la Sala 2 de los Golem Alhóndiga. Cabe destacar la nutrida participación de cine español: A nadie le importas (2024) de Cristina Galán y David Suárez, Keratyna (2023) de Miguel Azurmendi, Sinél (2024) del cineasta Emilio Martínez-Borso y Tu sangre (2024) de Guillermo Barreira. 

Por último, en Órbita FANT, conformada por películas que no van a estrenarse en salas sino en plataformas, habrá tres: Bookworm (2024), Azrael (2024) y Daaaaaalí! (2023).

 

PREMIOS HONORÍFICOS

Uno de los apartados especiales de todo certamen que se precie son los premios a personas que han destacado en el mundo del género fantástico. Este año son cinco los grandes nombres que reciben los galardones del FANT en su 31ª edición. Así el Premio Estrella del Fantástico se entregará en la gala de clausura del 9 de mayo en la sala BBK a la actriz, directora y guionista británica Alice Lowe, una de las mujeres más reconocidas del género fantástico.

Eva Llorach se suma al director Daniel Monzón, del que veremos en proyección especial El corazón del guerrero (2000), y al actor Saturnino García, del que se verá Justino, un asesino de la tercera edad (1994), en los galardones FANT de Honor. 

Por otro último, el Premio FANTrobia, que se otorga a una figura emergente dentro del género, es para el director Enrique Buleo por su ópera prima titulada Bodegón con fantasmas (2024). Se podrá ver el jueves 8 en los Golem. Además, el conquense dará una masterclass dentro de las actividades paralelas del festival. 

 

MAESTROS DEL FANT

La misma sala 2 de los Golem acogerá las películas enmarcadas en las sesiones Maestros del FANT. Este año está dedicado al cineasta mexicano Carlos Enrique Taboada (Más negro que la noche (1975), Veneno para las hadas (1986)) y al actor y director Terry Gilliam, del que se verá Brazil (1985). Del mismo modo, se rendirá homenaje a la productor británica Amicus con las proyecciones de Freedie Francis, Las profecías del Dr. Terror (1965), y Roy Ward Baker, con Refugio macabro (1972).

 

ENTRADAS Y ABONOS 

Las entradas para la sesión inaugural podrán adquirirse en el Teatro Campos al precio de 5 euros cada una, y para la gala de clausura y las proyecciones del palmarés en la Sala BBK al mismo precio.

Las entradas para las proyecciones programadas en el Auditorio de Azkuna Zentroa y la Sala 1 de los Golem Alhóndiga también estarán a la venta al precio de 5 euros.

Las entradas se podrán adquirir desde el miércoles 16 de abril. El acceso a la Sala 2 de los cines Golem será gratuito hasta completar aforo. 

La Sala BBK acogerá la proyección de los principales títulos premiados en dos sesiones especiales un día después, el sábado 10, a las 17:00 horas el palmarés de la Sección Panorama Fantástico, y a las 19:30 el palmarés de la Sección Oficial.

 


 

 Consulte aquí la programación del FANT 2025:

👉  Programación FANT 2025

domingo, 13 de abril de 2025

La matanza de Texas (1974)

 Hogar, dulce hogar... a veces

  

Cartel del FANT 2025 homenajeando al matarife de La matanza de Texas


 El pasado 10 de abril se proyectó en la sala 1 de los  Golem La matanza  de  Texas (1974) de Tobe Hopper. Suele ser habitual que el FANT, Festival de Cine Fantástico de Bilbao, vaya calentando calderas con lo que ha dado en llamar el PreFANT, o sea, alguna película que se proyecta antes de la programación oficial, que este año será del 2 al 10 de mayo de 2025. Anteriormente, se había programado Una ballena (2025) de Pablo Hernando con la presencia de uno de sus actores protagonistas, Ramón Barea.

Para estas sesiones la entrada suele ser gratuita. Lo que no se entiende es que en la página del festival no haya información de cuándo van a ser estas proyecciones del preFANT. Pareciera que no interesara mucho que los cinéfilos del terror se informaran.

Entré con una amigo para ver cómo le habían sentado los 51 años desde su estreno a la única obra de Hooper, con permiso de Poltergeist (1982), que puede pasar a la historia del fantástico, sección terror. Cuando fui a sentarme, observé que en la fila había una señora anciana, enjuta y menuda, con cara de apuntarse a cualquier cosa con tal de no ver en el salón de su hogar a su momificado y barrigudo marido delante del televisor. Le pregunté, con mi exquisita educación adquirida en el barrio de Astrabudúa, que si sabía de qué trataba La matanza de Texas, que creía que no era un filme adecuado para ella, que a su edad ya no estaba para pasar malos ratos. Ella me miró sorprendida y dubitativa y, tras un instante de meditación ante mis consideraciones, me  preguntó: "¿Hay tal vez escenas de violación?".

Es curiosa la memoria de uno. Yo había visto hace unos pocos años la obra de Hooper y, por esas cosas que tiene la memoria creativa, creía que en el filme había bastantes escenas de gore (ya saben, amputaciones, cuchilladas, muñones sanguinolentos, cuerpos mutilados salvajemente...) y no, nada de eso, como bien me advirtió mi compañero, que la había visto varias veces ya. En mi creencia de que el cineasta norteamericano había dirigido una obra llena de escenas sangrientas, le comenté a la anciana que viese la pantalla donde aparecía el cartel del FANT de este año: uno de los personajes del filme, Leatherface (Cara de cuero), sosteniendo una motosierra: "¡Va a ser toda una fiesta sanguinolenta!", le previne.

Para aquellos que no sepan de qué va, les diré que La matanza... trata de un grupo de cinco jóvenes, uno de ellos en silla de ruedas, que van en una furgoneta de excursión al campo para visitar la tumba del abuelo de dos de ellos. Quieren comprobar si ha sido profanada, pues como escuchamos al inicio la radio da noticia de un suceso en el cementerio de la zona. Como se están quedando sin gasolina, se acercan a una granja con la esperanza de que allí les podrán echar una mano. Sin embargo, el recibimiento que les dispensará la extraña familia de carniceros que habitan allí no será la esperada: acabarán siendo parte de su alimento. 


El color blanco de la fachada contrasta con lo que ocurre en el interior de la familia de carniceros


A los 15 minutos de proyección, la viejita se levantó de su asiento y consideró que ya tenía suficiente con ver que un autoestopista perturbado, que habían recogido los excursionistas, se cortase con una navaja su palma de la mano e hiriese el antebrazo de uno del grupo. Enfiló pasillo abajo y, desorientada, giró hacia la izquierda pensando que ahí estaría la puerta de salida. Sin embargo, no había más que la papelera de desechos y una pared oscura. Afortunadamente, giró sobre sí misma y cruzando la pantalla pudo abrir la puerta de emergencia. La sala sonrió aliviada de saber que la señora no caería en manos de Leatherface (Cara de cuero).

  Durante unos segundos, vi cómo se cerraba la puerta de emergencia. Deseaba que la luz que entraba y se desparramaba por la sala se consumiera rápidamente. Imaginé que la vieja asquerosa a la que había advertido fuese salvajemente aniquilada por la luz del exterior, desintegrada como el príncipe de los vampiros ante el contacto de la luz solar. Porque los cinéfilos anhelamos la noche artificial del cine, donde un pequeño ruido o una entrada de luz provoca que el sueño de la ficción desaparezca. Rememoro las palabras de André Bretón sobre el cine en su juventud:

«Lo que más valorábamos del cine, hasta el punto de no interesarnos por nada más, era su poder desorientador, que funciona en varios niveles y admite distintos grados. Lo verdaderamente maravilloso, que hace palidecer las virtudes de cualquier película, es la facultad del espectador que entra en un cine para abstraerse de su propia vida, al menos en la gran ciudad, tan pronto como cruza una de las puertas apagadas que dan a la oscuridad».

La primera víctima a manos de Cara de cuero sucede cuando aquel traspasa la puerta cancel al no responder nadie desde dentro. La estructura arquitectónica del vestíbulo es muy parecida a la de Psicosis (1960), no ocultándose su influencia: escalera a la derecha, una sala a mano izquierda y, al fondo, la puerta de la cocina.


El vestíbulo de La matanza de Texas (1974)


Vestíbulo de la mansión de Psicosis


 La profanación del hogar ajeno suele tener consecuencias indeseadas. Tobe Hooper ya ahondaría en ello con su otra obra de éxito, Poltergeist. En ella una familia de clase media sufrirá las consecuencias de habitar una casa asentada en un antiguo cementerio. La niña pequeña desaparece a otra dimensión. La primera vez que la pequeña avisa a sus padres de que "¡Ya están aquí! (los espíritus)" lo hace mientras mira la pantalla del televisor con nieve. La única manera de volver a recuperarla de entre los espíritus afligidos y perturbados es aconsejándola que se aleje de la luz del más allá. Para ello la madre tendrá que adentrarse en ese túnel luminoso para rescatarla. Al final, la casa de la familia Freeling será engullida con enérgica violencia por las fuerzas malignas.

El escritor Julio Cortazar tiene un relato de seis páginas titulado Casa tomada, que en su día me marcó sempiternamente. Dos hermanos heredan una casa espaciosa en la que guardan los recuerdos de sus bisabuelos, el abuelo paterno, sus padres y toda su infancia. Ambos llegan a creer que es ella la que no les deja casarse, de tal modo que entrando en la cuarentena, ambos forman un matrimonio de hermanos. Tras una descripción detallada de la estancia y del día a día de ambos, una noche mientras Irene tejía, el narrador va a preparar mate cuando escucha un sonido "como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación". Se tira contra la puerta que separa las piezas del fondo del ala delantera y cierra con llave. Cuando regresa a donde Irene le dice:

—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.

Los primeros días les pareció penoso porque ambos habían dejado en la parte tomada muchas cosas que querían. Sin embargo, los ruidos continuaron y se dieron cuenta de que ahora procedían del lado donde ellos se habían refugiado. Corrieron y cerraron la puerta cancel y se quedaron en el zaguán. Estaban con lo puesto e Irene dijo:

 —Han tomado esta parte.

Él cierra la puerta de entrada y tira la llave a la alcantarilla. "No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada".

Cortazar en ningún momento detalla qué o quién expulsa de su hogar a los dos hermanos, pero la inquietud del lector se instala en el cuerpo puesto que en lugar de entristecerse por dejar "todo su mundo" ahí, teme por alguien que quiera entrar en su casa tomada. 

El desasosegante relato del autor de Rayuela me lleva a recordar un cuadro famoso de René Magritte titulado El imperio de las luces (1954). Se trata de un óleo sobre lienzo de tamaño intermedio que se conserva en el Musées Royaux des Beaux-Arts en Bruselas. Se ve una casa de tres plantas con las contraventanas cerradas salvo dos en la primera planta. Ahí se observan luces en el interior. Es de noche como así lo atestigua el que una farola esté encendida y se vea su reflejo en la laguna que está enfrente del edificio. Sin embargo, como en casi todas las telas de Magritte, se puede observar elementos en pugna que provocan un impacto que sacude nuestro espíritu y nos estimula a pensar. El caso es que en esta obra el cielo, con el azul claro y sus nubes blancas, pertenece al día. Noche y día pugnan en la imagen. El interior de la casa parece pertenecer a las tinieblas, salvo en esos dos ventanales; el fondo del cuadro es el reino de la luz.

 

El imperio de las luces (1954) de René Magritte

 

Todas estas divagaciones transcurren por mi mente mientras me tomo un pacharán en el bar Stop de Astrabudua de un lunes. Cecilia, la dueña, ya va recogiendo. Deja sólo la luz imprescindible para señalar a los transeúntes del exterior que el Stop ya no permite la entrada a ningún cliente más. Es hora de cerrar.

Parece que no tienes hogar —dirigiéndose a mí, único que queda en el local.

 La miro con esa curiosidad por saber si le incomodo por la tardanza en marchar y le respondo:

—El Stop es mi segundo hogar, Cecilia. No sé qué haría si no existiera.

—¿Y cuál es tu primero? Supongo que tu piso.

—No. Mi primer hogar es el espacio oscuro de la sala de cine, semejante a un útero materno.

—Ay, las madres, ay... —dice suspirando Cecilia mientras barre el suelo con colillas esparcidas.

Al salir del Stop, tras haber pagado la consumición, me sumerjo en la luz de la noche. Al cabo de unos pasos, escucho el cierre de la persiana del Stop. Por la noche, sobre todo en el mundo rural, uno debe tener la impresión de estar en una sala inmensa de cine, pienso, con el cielo estrellado. 

Todos estos pensamientos me ponen triste. Me pongo unos cascos, y con la esperanza de ahuyentar los espíritus de la tristura, empiezo a escuchar la canción que interpreta la actriz Deanna Durbin en El primer amor (1939) de Henry Koster. Dice así:

 ‘Mid pleasures and palaces though we may roam,
Be it ever so humble, there’s no place like home;
A charm from the sky seems to hallow us there,
Which, seek through the world, is ne’er met with elsewhere.
Home, home, sweet, sweet home!
There’s no place like home, oh, there’s no place like home!

lunes, 7 de abril de 2025

La senda del pecado (2025)

Juan Dávila o el humor irreverente convertido en documental



No sé si aquellos que lo han disfrutado se interesarán por un documental y se rascarán el bolsillo. Para asistir a uno de los espectáculos más exitosos de los últimos años, hay público que ha pagado el 200%, 300% o más del precio oficial de una entrada en reventa. Me estoy refiriendo al espectáculo La capital del pecado de Juan Dávila. Si no saben aún quién es, pueden teclear en youtube su nombre y sabrán de quién les hablo. 

El largometraje documental se titula La senda del pecado y lo ha dirigido Alberto Utrera. Se podrá ver en cines a partir del 15 de mayo de 2025. Utrera ha sido el más listo de la clase y no ha querido esperar a que el tiempo ponga en su sitio dicho espectáculo, se produzca la decadencia -el público siempre acaba cansándose, las fórmulas no son in aeternum- y la nostalgia cocine un testimonio audiovisual sobre lo que fue el espectáculo para aquellos nostálgicos. Ha decidido que en pleno éxito, estando en la cumbre, Dávila se merecía un documental sobre cómo ha llegado a situarse en la cresta del éxito. Dicen, aunque tal vez esto sea más una exageración de márquetin publicitario, que Juan Dávila se ha convertido en el cómico europeo con más entradas vendidas en el último año con su espectáculo La capital del pecado, llenando estadios y acumulando más de cinco millones de seguidores en redes sociales.


Me temo que a Dávila no le pondrán nunca un programa en La 1 como a David Broncano con La revuelta. Su fórmula es tan novedosa por estos pagos y tan políticamente incorrecta para las mentes biempensantes -curiosamente ahora de izquierdas- que será difícil que entre en la televisión pública. Ni falta que hace. A La capital del pecado acuden políticos, enfermos de cáncer, drogatas, colgados, deportistas de élite (los hermanos Williams, por ejemplo), abogados, parados, jubilados, salidos, minusválidos, tartajas, sopranos... Cualquiera que se preste a que se rían de él y con él. Porque esa es la fórmula transgresora: el propio "humillado" en público toma parte en el número que Dávila, como buen perro de caza que es, sabe rastrear los secretos divertidos, canallas, miserables... de aquellos que se prestan al juego. Dávila es el mejor improvisador que he visto jamás. Sale al escenario sin un texto escrito, todo va surgiendo según la marcha, según los personajes que se atreven a subir al escenario. Escruta sus debilidades, sus ocultaciones, sus frustraciones o aspiraciones terrenales o lujuriosas y entra a matar... con el estoque del humor salvaje.

Juan Dávila empieza a formar parte de esos humoristas españoles que gustaban de meter un poco el dedo en la llaga de los españoles, del gobierno, de los tabúes y de lo respetabilísimo del momento: ahí estaban Tip y Coll, Martes y Trece o los muñecos Rockefeller, Monchito o Macario de José Luis Moreno entre otros.

Les pongo un ejemplo del espectáculo humorístico en el que intervienen los hermanos futbolistas Williams del Athletic Club, que le han traído dos camisetas al humorista.


David: -(Mirando la parte trasera de las camisetas) Williams Junior y Williams nada. ¿Y tú quién eres? -pregunta a un tercero que les acompaña.

Tercero: -El acompañante.

David: -Tú eres el geta. ¿Dónde los conociste?

Tercero: -En clase, de pequeño. 

David: -¿Habéis ido a clase, vosotros?

Nico: -Yo sí, yo sí.

David: -Tu hermano, no.

Nico: -Mi hermano, no.

David: -¡Y te has puesto blanqueador en los dientes!

Nico: -Un poquito.

David: -Un poco, un poco. Se ha blanqueado los dientes, el negro, hijo de puta -Nico, aplaude divertido e Iñaki Williams se descojona.

Un espontáneo del público dice algo.

David: ¿Quién ese ese? -pregunta-. Escucha, date la vuelta y vente, o si no, salta la valla, ¡salta la valla!. ¡Tú -dirigiéndose a Iñaki Williams-, ayúdale!, que de eso sabes. (Risas del público). 



 

Leído así, y en los tiempos que corren, la humorada parece no tener ni puta gracia. Pero la comicidad surge de la complicidad de los que salen al ruedo con ganas de ser embestidos, mientras que el humorista los torea como quiere. No es humor blanco, ni verde ni rosa ni amarillo: es humor rojo, porque a ver quién es el guapo que traspasa esas líneas rojas y se mete hoy en día a hacer humor con el racismo, la xenofobia, el feminismo, el cáncer, la drogadicción, la minusvalía...

El documental en clave de comedia narra la imposible historia de Juan Dávila, que, tras haber probado suerte como futbolista, fisioterapeuta y policía municipal, no se le ocurrió nada mejor que dejarlo todo para dedicarse al espectáculo y empezar un camino de penurias que duraría más de diez años. La senda del pecado es, sin duda, la historia de un perdedor que terminó ganando. Y yo me alegro por los ganadores. Más debería haber.

La senda del pecado relata el viaje del humorista y showman Dávila que, a sus 32 años, deja un puesto fijo como policía municipal para dedicarse al mundo del espectáculo. Empieza así un viaje de diez años actuando en bares, salas de variedades y algunos teatros. Un viaje en el que levanta una compañía de teatro llamada Improclan donde junta a personas que, como él, buscaban su hueco como cómicos.

Con historias insólitas como tener que actuar en una plaza de Albacete para absolutamente nadie, obligado por el alcalde, la película documental de Alberto Utrera cuenta cómo la insistencia de Juan le lleva a invertir, después de diez años de fracasos, todos sus ahorros en un último espectáculo: La capital del pecado. Así fue cómo en junio de 2022, vestido de monje y con un megáfono en la Gran Vía de Madrid, luchaba por vender 40 entradas para el Teatro Arlequín. Cuatro meses después batió los récords de venta, colocando 8.000 entradas en menos de cuatro minutos para un espectáculo en el Palacio Vistalegre Arena.

El humorista afirma que "el director y amigo, Alberto Utrera, me insistió mucho en que esta historia tenía que ser contada, porque es una historia que puede ser de cualquier tiempo y lugar, y que mucha gente se podría sentir identificada, sobre todo en tantos momentos en los que he pensado en abandonar".

Juan Dávila no venia de la nada sino que se convirtió en showman, actor y cómico actuando en Paramount Comedy, Comedy Central y en series como El incidente y Acacias 38. Tras ejercer seis años como miembro de las fuerzas de seguridad del Estado, en 2012 completó su formación en interpretación en el Estudio Corazza para el Actor y comenzó su trayectoria como cómico en vivo en La Chocita del Loro de Gran Vía en Madrid. 

El humor de Dávila no es para todos los públicos, pero es el más necesario en estos tiempos de crispación y ante la existencia de tantos meapilas que crecen como las setas.




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