Visitas de las páginas en total

9487

lunes, 17 de marzo de 2025

¿Comedia o drama?

 Brian Murphy ha muerto, ¡vivan los Roper!




Una de mis numerosas ex me afirmaba que la serie británica de los setenta, George & Mildred, no le gustaba nada porque era muy triste. Me sorprendía tal afirmación cuando a nadie se le ocurriría desetiquetarla de comedia. En fin, supongo que Freud tendrá una respuesta para tal afirmación, pero no estoy por la labor de llamarle.

Su protagonista masculino, Brian Murphy, que interpretaba a George, falleció el pasado 2 de febrero. Y ahora, delante de su lápida, me siento obligado a escribirle algunas palabras de cariño. Bueno, a él y a su encantadora y adorable esposa, Yootha Joyce que interpretaba a Mildred, fallecida en 1980 como consecuencia del alcoholismo. Ha tenido que esperarle casi medio siglo para yacer juntos en mi imaginaria tumba. Me hicieron muy feliz.

Los Roper, así se llamaron en España cuando se emitieron entre 1979 y 1981 por la TVE, fue una serie de 36 episodios. El primero de ellos, Cambio de domicilio, tuvo lugar en La 1 a las 11 de la noche un viernes 12 de enero de 1979. Su duración, como la del resto de los episodios, no alcanzaba la media hora. Después de las últimas noticias, la emisión acababa un poco más allá de las 11:30. Pantalla en negro. No había más canales, ni internet, descartado el uso del  teléfono a esas horas... ¿Se imaginan? Supongo que la radio era la única compañía, mientras uno esperaba a ser vencido por el sueño en la cama. O leer un libro debajo de la sábana si era pequeño.



Programa de televisión que aparecía como suplemento
en el periódico El Correo español-El pueblo vasco


Mildred y George eran una matrimonio mal avenido, incompatibles diríamos hoy. Aunque en aquellos tiempos, en Inglaterra existía la ley del divorcio (no como en España) los magníficos guionistas, Johnnie Mortimer y Brian Cooke, siempre evitaban la ruptura de la pareja. Los diálogos, paradójicamente, eran crochés a la mandíbula de George propinados por Mildred. Y este los evitaba con pasos hacia atrás o con algún deslavazado jab. Ella era la que le reprochaba su falta de ambición, su egocentrismo, su escaso interés por trabajar, e, incluso, por no tener algo más de vida sexual. Vamos, George pertenecía más al reino Plantae que al Homo Sapiens.

Cuando asisten al departamento de orientación matrimonial, la orientadora les pregunta por las cosas que tienen en común, y, tras reflexionar un buen rato ambos en silencio, George responde: "Es difícil... ¡A ninguno de los dos nos gusta la sopa de fideos!". Y la esposa exclama: "¡A mí sí, George!". "A parte de ella, quería decir", replica George. "Pasamos mucho tiempo hablando de la televisión. Ella no quiere verla y yo sí. A mí me gusta mucho". Ella le reprocha que se queda pegado al televisor desde la carta de ajuste hasta el poema final, de tal modo que cuando le apaga el televisor le salen ampollas en la mano (¡de lo caliente que está el aparato!).

La orientadora ve que son un poco incompatibles. Les pregunta por sus relaciones sexuales:

Mildred: ¡Ajá! Vamos a ver, ¿le contestas tú o contesto yo?

George: Esa parte de nuestro matrimonio es muy privada.

Mildred: Ya lo creo, la mitad de las veces ni siquiera yo la conozco.

George: Cumplo con mi deber —con tono de pavo real algo herido.

Orientadora: Señor Roper, no debe pensar en ello como un deber. 

Mildred: ¡No le diga eso! Es la única salida que tengo. No me importaría tanto si alguna vez fuera algo romántico y me sacase.

George: Hace poco te saqué y te llevé a la lucha libre.

Mildred: Sí, y eso me hizo recordar lo que me estaba perdiendo. ¡Nunca me lleva al teatro ni al cine ni a bailar! No le gusta bailar.

George: ¡Sí me gusta! He visto todas las películas de Fred Astaire.

Mildred: Y por si fuera poco, ahora descubro que hay otra mujer.

Orientadora: ¡De verdad?

Mildred: Sí, Dorothy.

Con este pequeño fragmento del capitulo 16 titulado Las cartas de Dorothy quería recordarte, George, que siempre me diste a entender que la base para un matrimonio feliz es la incomprensión mutua

Otra columna de esta sitcom, ahora se les llama así, era la familia Fourmile, matrimonio de clase media que comparten jardín con los Roper en el barrio residencial de Hampton Wick. La serie alternaba en montaje alternado historias de ambas familias, con situaciones de concurrencia ocasionalmente. 

Él, Jeffrey Fourmile, era un estirado, petulante, maniático del orden y partidario de los conservadores. En frente está George, holgazán, vive del subsidio, es torpe, algo infantil -hoy diríamos inmaduro- y que vota a los laboristas, ya saben, conciencia de clase. Los binomios antagónicos siempre son una fórmula que funciona en la dramaturgia.

En la pluma de los guionistas, las que salen bien paradas siempre son las mujeres, en este caso, Mildred y la mujer de Jeffrey, Ann, que siempre está dispuesta a la sororidad con aquella. Pensándolo bien, ahora que los tiempos son femeninos, tengo la convicción de que Los Roper era una sitcom feminista. Tal vez por eso la estrenaron en el tramo de noche. No tenia dos rombos, pero el horario de programación la hacía sospechosa, atrevida. 

La voz cantante al final siempre la llevan ellas, aunque no trabajen y se dediquen a sus labores. La modernidad  la encarnaba Mildred, con sus ganas de prosperar en todas las facetas, relacionarse socialmente, de desarrollarse como persona y no sentirse estancada como le pasaba a su marido, siempre delante del televisor, jugando a las apuestas, yendo al pub o dando de comer a su pez Moby Dick.

Otra muestra de que los guionistas se decantaban por ellas. En el capitulo comentado, vemos cómo Ann desea tener un segundo hijo, pero Jeffrey piensa que no es lo que desean ("habría destrozado nuestra vida, no habríamos podido salir de vacaciones"). En una escena posterior, de noche, Jeffrey regresa al salón tras haberle leído un cuento a su hijo. Allí se halla en el sofá su esposa maquinando mientras lee una revista:

Jeffrey: Estoy deseando conocer el final del cuento —le comenta sentándose en la butaca.

Ann: Aprovecha ahora que es pequeño. Ya no tendrás a otro al que puedas contarle cuentos.

Jeffrey: ¿Qué quieres, que tengamos otra discusión por este asunto?

Ann: ¡En absoluto!

Jeffrey: ¡Mejor!

Ella le recuerda que le ha preparado una cita mañana para que se haga una vasectomía. De modo, que ya no podrán tener un segundo hijo, que es lo que él quiere, pero ella no. El matrimonio, como el de George & Mildred, es un combate de boxeo donde los asaltos de poder se suceden. Ann sabe que su marido es un pusilánime y lo sabe aprovechar en su combate por el triunfo de ser madre en una segunda ocasión,

Ann: Me han dicho que no duele nada. Solo anestesia local y "tris tras".

Jeffrey: ¿Tris tras? —cruzando las piernas con muecas de dolor.

Ann: Puede que sean  tres. ¡tris, tras, tris!— insiste con indudable intención.

Jeffrey: ¡No me lo recuerdes!

Ann: Luego te cosen...

Jeffrey: ¡Que me van a coser?

Ann: Naturalmente, no te lo van a hacer con pegamento, Jeffrey. Mañana, a las dos.

Jeffrey: Sí, bueno... Pero todavía no me he decidido del todo, ¿sabes? Estas cosas no se pueden hacer a tontas y a locas— arguye mientras da vueltas alrededor del sofá donde está su mujer disfrutando de su argucia femenina—. Es un asunto muy importante y... muy complicado.

Ann: No lo creas. ¡Tris, tras!

Jeffrey: Creo que lo de mañana es muy repentino.

Ann: ¿Crees que deberías aplazarlo un mes o así?

Jeffrey: ¡Oh, sí! O quizás un poco más tarde. ¿Un año?

Ann: Oh, Jeffrey, ¿por qué no nos acostamos pronto y lo discutimos?—le susurra mientras le abraza sensualmente.

Jeffrey: Muy buena idea.

No hace falta decirte, George, que más adelante, el segundo retoño aparecerá en un capítulo. En fin, os dejo a los dos, ahora que compartís cementerio, para que sigáis discutiendo de vuestras cosillas. Creo que ha sido buena idea el reposar en tumbas separadas. No creo que eso os haga feliz. Ahora se lleva eso de cada uno en su casa, y Dios en la de todos. Bueno, el dicho es más viejo que la pana, pero es lo que se lleva ahora: cuando uno cree que es compatible, tras convivir juntos, tener hijos y pagar hipoteca, se casa.

 Ahora que lo pienso mejor, Los Roper sí que era una serie triste. De alguna manera, a mi alrededor, veía muchos matrimonios parecidos, que estaban como el perro y el gato. Sin embargo, ver los problemas en pantalla, con esos diálogos magníficos creados por Mortimer y Cooke, te hacían sonreír. Y si te hacen sonreír es una comedia... amarga, pero comedia.

Por cierto, la Dorothy que se menciona en ese capítulo era la actriz Dorothy Lamour, actriz que rodó una serie de comedias populares en los años 40 con Bob Hope y Bing Crosby. La buena de Mildred creía que aquellas cartas eran prueba de inequívoca del adulterio de su esposo. Pero George tan solo puede mantener relaciones idílicas. La coyunda no es lo suyo. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Indique su opinión

ÚLTIMO ARTÍCULO PUBLICADO:

La senda del pecado (2025)

Juan Dávila o el humor irreverente convertido en documental N o sé si aquellos que lo han disfrutado se interesarán por un documental y se r...

ARTÍCULOS MÁS LEÍDOS