Hacía tiempo que no me carcajeaba tanto en una sala de cine
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El pasado día 8 de mayo pudimos ver en la sala 1 de los Golem de Bilbao Bodegón con fantasmas del conquense Enrique Buleo. Es su primer largometraje y, desde su estreno el pasado año en el Festival de Sitges, ha ido cosechando buenas críticas e incluso ganó el Premio de la Crítica en Abycine y en la Semana de Cine Fantástico de San Sebastián. Desgraciadamente, ni siquiera su nominación en los Premios Feroz a Mejor Comedia, que se celebró el pasado 25 de enero, días antes de su estreno en cartelera, supuso un empujoncito a su carrera comercial. Tan sólo 6.000 espectadores se rascaron el bolsillo para ver esta comedia que se aleja de propuestas humorísticas menos arriesgadas o menos originales que sí han recibido el beneplácito del público. Véase Un funeral de locos, El casoplón o Los aitas, por poner tres ejemplos recientes.
Buleo, a la salida de la proyección, se quejaba ante uno porque creía haber rodado una película que debería haber tenido más repercusión en salas: tiene unos excelentes y socarrones diálogos, una iluminación expresiva de Gina Ferrer y la música que acompaña magníficamente a las historias es obra de Sergio Bertrán. Sin embargo, él era consciente de que no contaba con un cartel actoral de relumbrón (Nuria Mencía, José Carabias, Consuelo Trujillo...) que llamase y arrastrase al espectador. Sin el apoyo de Atresmedia, Telecinco Cinema o Movistar Plus+ detrás, y a falta de productores de raza, la batalla taquillera está perdida... casi siempre.
La razón de la presencia del manchego Enrique Buleo en Bilbao era para recibir el Premio Fantrobia, galardón que se otorga a aquellos directores que despuntan en sus inicios de carrera. Creo que con Enrique Buleo de 46 años tal premio se engrandece. Nunca me había reído tanto en una sala –mi memoria tendría que remontarse a 2011 con Intocable – como me sucedió con Bodegón con fantasmas conformada por cinco relatos. Y eso para mí a estas alturas de la vida es impagable. El hilo de todas ellas, con personajes diferentes y con leves interconexiones entre ambas, es la muerte. Los títulos de todas no tienen desperdicio, pero como no me acuerdo ni las apunté voy a hacer una reformulación de ellos:
- Cambio de sexo post mortem.
- No dejes nada a medias antes de palmar o la parienta lo terminará por ti.
- El purgatorio ya no existe.
- Posesión sexual de ultratumba.
- Las otras caras de Vélmez o cómo sacar partido (económico) de ello.
No quiero destriparles nada. El próximo 6 de junio se podrá ver en la plataforma Filmin. Si están deprimidos, creo que Buleo será un buen sustitutivo del citalopram, fluoxetina o escitalopram como inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina para sus cerebros. Háganme caso.
La siguiente entrevista está conformada por las declaraciones del director conquense en rueda de prensa y por las declaraciones realizadas tras la proyección de la película ante el público vizcaíno asistente.
– ¿Qué supone para ti este Premio de la 31ª edición del FANT de Bilbao?
– A parte de que es un reconocimiento que viene de un Festival muy importante, que conocía sólo de oídas, para cineastas inseguros como yo aunque también tozudo, es un espaldarazo y te ayuda a creer un poco en lo que haces, porque el camino para realizar una película es un camino extremadamente difícil. Tienes que pasar por tantísimos filtros, convencer a tantísima gente y con una ópera prima un poco particular porque tiene una estructura episódica, que recibirlo me hace sentir superorgulloso.
– ¿Desde tus inicios siempre quisiste hacer cine o llegaste a este mundo un poco por casualidad?
– Bueno, en la adolescencia quería ser músico y atleta. Sí que es verdad que a mí el arte siempre me había gustado mucho y con los amigos hacíamos cosas con videocámaras caseras. Yo vengo de un pueblo muy pequeño de Cuenca. La Escuela de Cine más cercana está mínimo a 200 kilómetros, mi familia es una familia humilde de agricultores, pensar en un entorno así ser cineasta era prácticamente una locura. Podías pensar en ser algo relacionado con el arte, pero relacionada con algo menos costoso, pues el cine es la disciplina artística más cara. El cine me gustó desde siempre pero hasta los 30 años no tomé consciencia de que podía intentar ser cineasta.
– ¿Qué formación tiene Enrique Buleo?
– Yo estudié Bellas Artes. Me pasé mucho tiempo pintando, haciendo música hasta que todo inevitablemente me llevó a hacer mi primer cortometraje. Porque en el fondo era lo que más me gustaba. Sin embargo, lo había desechado por imposible. Era tan improbable que acabara siendo cineasta.... pero, mira, aquí estoy.
– Ya lo eres.
– Me cuesta un poco reconocerme como tal. (Reflexiona) He hecho una película, la verdad, sí.
– De los temas que tratas en tu obra cinematográfica, todos muy actuales, ¿cuál es realmente el esencial?
– Bueno, yo tengo horror vacui. Trato de hablar de doscientas mil cosas. De hecho hay como muchas lecturas. La gente que la ve por segunda vez de repente dice "ay, mira, de esto no me enteré". Con el arte o con la música siempre trato de contar más cosas que las que hay en una primera lectura. Con la película, quise desde el primer momento desdramatizar la muerte, acercarme a ella y que no me doliera tanto. Me había pasado gran parte de mi vida pensando que la muerte era algo que no iba conmigo ni con mi familia. Hace unos años ocurrieron bastantes muertes cercanas de amigos y de familiares que me hicieron un poco a enfrentarme a ese tema de la peor manera posible: me obsesioné. Pasé de no pensar nunca en la muerte a hacerlo a todas horas.
– ¿Cómo materializaste esa preocupación por los fallecimientos?
– Siempre estoy escribiendo todas las cosas que me vienen a la cabeza desde hace muchos años. Las escribo en libretas, también en aplicaciones de móviles. Y me di cuenta de que llevaba tiempo escribiendo sobre la muerte. Y entonces pensé: aquí tengo una película episódica. Estaba claro que de todas las historias que tenía apuntadas iban en la misma dirección: desdramatizar la muerte y hacerla más abordable desde el humor o el costumbrismo.
Enrique Buleo (izq.) junto al programador del FANT, Eugenio Puerto en la sala 1 de Golem |
– Es importante destacar el papel relevante de la figura femenina ya que aparece en la mayoría de tus episodios.
– Vengo de una España donde el hombre era una figura ausente en casa. Pasé mucho más tiempo con mi madre y mis tías. Dramáticamente siempre me ha resultado mucho más interesante una mujer que un hombre. Tal vez porque aprendí que el abanico de emociones que tenía este era muy escaso: rudeza, ira y poco más. La mujer, en cambio, era otro mundo. Con ella podías ir a cualquier lugar. A veces me fuerzo a que el protagonista no sea una mujer en una historia.
–Has dirigido y escrito Bodegón con fantasmas, ¿en qué faceta te sientes más a gusto de las tres patas un filme, en lo visual, la dirección actoral o en la escritura?
– Me gusta mucho más el guion, hago más hincapié en ello. Para mí es la clave. Sin un guion bueno, nunca podrás realizar una buena película por muy buen director que sea, incluso de actores. Además, reivindico la figura del guionista ya que en el mundo de la cinematografía está poco valorado. Se le da más importancia a lo demás, y se deja muy relegado a un aspecto hiperimportante. La dirección de actores, en cambio, es lo que menos me gusta porque no estoy formado en ello y tampoco me interesa especialmente, puesto que el tipo de actuación que me gusta hacer con ellos es un poco como la no actuación, rebajarlos al mínimo para que sea extremadamente natural, sin intención ninguna. Eso a veces es muy complicado.
–La fórmula de un filme compuesto de varios sketches no es muy del agrado de los productores por ser menos comercial, ¿has tenido problemas a la hora de llevar adelante esta estructura episódica?
–Sí, pues muchos. Tenía claro que para mi primer filme quería que fuera episódica. Soy muy seguidor y me gustan mucho. Cuando se lo planteé a los productores, me dijeron que adelante, que confiaban. En el Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, el proyecto fue muy bien valorado, obteniendo creo la mayor puntuación en nuestra convocatoria; en otros lugares, tuvimos más problemas para que entendieran que por ser episódica tenía que ser más inaccesible o difícil. Hay filmes que han funcionado muy bien así. Por ejemplo, Relatos salvajes (2011) de Damián Szifrón estuvo nominada a Mejor Película de habla no inglesa, es reciente, clarísimamente episódica, donde no hay ningún tipo de enlace salvo que hablan siempre de venganza. Sin embargo, nos encontramos con que había muchísimos recelos y prejuicios con este tipo de estructuras narrativas.
– ¿Se os cerraron las puertas?
– Cuando íbamos a pedir financiación o apoyos, nos decían: "Ya pero como es episódica…". Pero vamos a ver, qué más dará que lo sea. Lo importante es lo que cuentes y cómo lo hagas. Incluso me sugerían que en el último episodio pusiera a todos los personajes de las anteriores historias. No pienso que al meterlos con calzador, los espectadores que vieran Bodegón con fantasmas iban a tener una sensación de mayor unidad. No creo que porque sea episódica vaya a ser mala obra. Y al revés. Pero como ya te dije, de la misma forma que soy inseguro también soy tozudo. Y me dije: va a ser por episodios.
–¿Tuviste que hacer cesiones?
–Tuve que hacer cesiones. De lo contrario, la película no se hubiera hecho. Pero fueron las mínimas.
–Has tocado el tema de la emigración en un pueblo rural, de pequeña población de Castilla La Mancha, ¿por qué lo has hecho?
–Pues porque en nuestra sociedad vivimos con personas de otros países. Quería hacer un retrato, a pesar de tener un tono fantástico, en el que los protagonistas fueran gente real de hoy en día. En mi pueblo, Villanueva de la Jara, somos 2.300 habitantes, y de ellas 400 mínimo son inmigrantes, de Hispanoamérica, Marruecos y de Europa del Este. Alguna historia quería que la protagonizara alguna de ellas.
–¿Y qué pasó?
–Yo tenía escritos doce sketches para la película y al final se quedaron en cinco. En principio iban a ser 9 episodios para los que escribí una docena. Se fueron cayendo algunas hasta quedar en cinco. Algunas que cayeron estaban protagonizadas por inmigrantes. Aunque sea un filme costumbrista, fantástico y macabro, también es una película social. Y al serlo quería retratar la sociedad actual, llena de gente de otros países. Además, no quería que tan sólo interpretasen el papel de inmigrante. El papel de la rumana (Bianca Kovacs) de la cuarta historia está ahí por ser la viuda de una persona que acaba de morir.
– Rodaste en tu pueblo natal del sur de Cuenca, Villanueva de la Jara.
– No lo conoceréis pues es muy pequeño. No sale muy bonito ya que no quería que fuera un vídeo para FITUR. Es verdad que tiene una basílica, cuatro conventos y otras cosas bonitas, pero intenté mostrar una realidad un poco más árida. Eso iba bien con la película. No tenía mucho sentido mostrar todo el tiempo el patrimonio artístico que tenemos, pues iba en detrimento del filme.
– ¿Cómo surgió el proyecto de rodar Bodegón con fantasmas?
– Al principio no tenía mucha convicción de que se pudieran convertir mis escritos en una película, pero en el confinamiento (por el Covid), me di cuenta de que llevaba escribiendo bastante tiempo sobre la muerte y, sobre todo, de la necesidad de transgredir la muerte y desdramatizarla un poco. Entonces me dije que tal vez aquí hubiera una película episódica. A mí me gustan mucho los filmes episódicos por muchas razones. Me puse a escribir y todo salió rodado.
– ¿Sentiste vértigo al querer rodar una película de episodios?
– Vértigo siempre espero, pero como han sido tantos pequeños pasos, nunca he tenido la sensación de vértigo del todo. Porque la primera vez que escribes el guion, piensas que no va a acabarse en una película. Pero de repente te la seleccionan en un sitio, luego vas a un programa de desarrollo, después un productor se interesa, luego consigues una ayuda... Son tantos pequeños pasos que al final no sientes ese vértigo. Eso sí, ha sido complejo y largo.
– ¿Cómo fue el casting de actores?
– Siempre había trabajado con actores naturales. Sin embargo, para esta película quería hacer un híbrido entre actores profesionales y naturales. Lo que más miedo me daba era que funcionaran juntos porque cada uno tiene como un registro bastante particular. Hicimos el casting teniendo en cuenta el tipo de actuación que estaba buscando.
– Eso requeriría más tiempo para ensayar, ¿no?
– Realmente me hubiera gustado ensayar mucho más de lo que ensayamos, porque ensayé un día con los actores antes del rodaje. Un día puesto que no había más presupuesto ni más tiempo. Luego en el rodaje, mientras preparaban las luces, sí que trabajaba mucho con ellos. Yo estoy bastante contento con el casting pues no era una cosa fácil. Más me daba miedo que unos eclipsaran a otros: o los profesionales a los naturales, pues tienen mucha más facilidad para meterse en el papel, o los naturales a los profesionales puesto que al final son más auténticos, más frescos. Sin embargo, creo que nadie eclipsa a nadie.
– Quisiera que me hablases de la comicidad del filme. ¿En qué pretendías que fuera o surgiera el humor?
– Esta pregunta tiene más miga de lo que parece. Yo me relaciono con la comedia de una manera un poco difícil. Como espectador a mí me gusta mucho la comedia. De hecho, me rodeo de gente que tiene mucha gracia, pero no soy nada espectador de cine de comedia. Si voy al cine, la última película en la que me fijo es aquella que pertenece al género de la comedia. Prefiero las pelis de terror, fantástico, drama, thriller... prácticamente cualquier cosa antes que una cómica.
– ¿Y como creador o guionista...?
– Como creador sí que me gustan meter elementos de comedia en las cosas que hago, pero con la balanza equilibrada. En otras palabras, no me gusta que la gente diga es una comedia en la que te ríes muchísimo y ya. ¡Uf! Me duele un poco, la verdad. Lo que intento siempre es que la balanza entre comedia y situaciones macabras o más oscuras o dramáticas estuviera muy equilibrada. De alguna manera que el espectador estuviera entre la sonrisa y el suspiro.
– ¿Qué tipo de humor te gusta?
– Para buscar la comedia tuve que pensar en lo que a mí me hace gracia: una serie de cosas concretas, un sentido del humor muy absurdo, muy macabro y aposté por eso porque es lo único que sé hacer. Si intento hacer un humor más blanco u de otra manera, pues seguramente ni me salga ni me guste. Tiré de lo que a mí me funciona, y rezando para que a alguien más le funcionara, no solamente a mí.
– ¿No crees que en la comedia española se da una gran variedad de humor dependiendo de la región donde tenga lugar la historia, en tu caso de Castilla La Mancha?
– Creo que en La Mancha se hace un tipo de humor muy concreto. Bueno, se hacen más, pero es verdad que ese humor medio macabro, medio absurdo que puedes encontrar a veces en directores como José Luis Cuerda o también en Pedro Almodóvar o en Los Chanantes es verdad que es un humor como muy de La Mancha. Sin embargo, también hay otro tipo como el de José Mota que es diferente. Creo que la tierra imprime carácter. En el fondo nacer en un lugar concreto te marca de alguna manera. Pero también es verdad que vivo rodeado de gente de allí y no tiene el mismo humor.
– Y tu humor, ¿de dónde crees que surge?
– No sé analizar de dónde surge el mío: de mis vivencias, de la gente con la que me junto, de lo que he leído y visto. Es verdad que en mi pueblo, la gente es como bastante bestia con el humor. He llegado a oír cosas tan bárbaras como lo que decía una señora que había tenido dieciséis hijos: "Menos mal que se me mueren si no no sabría qué hacer con tantos hijos". Y lo decía tan tranquila. Ese tipo de cosas, que ponen los pelos de punta y que la gente lo cuenta con tal naturalidad, a mí me encanta. Estoy muy pendiente de todas esas cosas que oigo porque todo lo apunto y luego lo utilizo sin pudor alguno. Creo que mi humor viene de ahí, de que la gente cuenta cosas muy tremendas con mucha naturalidad. Y eso es algo que me gusta utilizar como recurso humorístico. De repente cuentan: "Ah, pues yo quedarme viuda y hacerme los labios, ahí empecé a vivir". Ese tipo de cosas me las inventé, pero podría haber sido perfectamente algo que hubiera oído a mi vecina.
El director Enrique Buleo recibe el premio Fantrobia de manos de la nueva directora del FANT, Amaia Domingo |
– ¿Cómo fue apostar por el mítico actor José Caravias, secundario del cine y televisión?
– Pues muy bien (duda). He hecho muchos coloquios con él y siempre dije que a él le hubiera gustado hacer todos los papeles. De hecho lo probé para tres papeles: para la señora trans de la primera historia y era una maravilla; luego para que interpretara de señor moribundo de la segunda que está haciendo la maqueta de cartuchos. Pero a veces por ser tan flexible y tener tanta capacidad para hacer determinados papeles, acabas siendo asignado al papel que menos te gusta. Era el mejor en el papel que hace en la película, sin embargo, en los otros dos había gente que lo hacía tan bien como él, por lo que al final le dije que le veía más en la última historia. A él no era la que más le gustaba, pero le dije que era el mejor en ella indudablemente y en las dos primeras había gente tan buena como él.
– ¿Y acertaste?
– Fue un acierto porque es un actor con muchísimas tablas. Y, además, ayudó muchísimo a los que no eran actores profesionales: los que hacen de su mujer, sus hijos y la alcaldesa.
– ¿Cómo llevas trabajar con actores "naturales" para tu primer largometraje?
– Yo había trabajado con ellos en mis tres cortometrajes anteriores. Así que estaba como muy tranquilo porque tenía ya mis trucos para saber o pedirles lo que quería que hicieran. A mí el miedo que me daba era saber cómo iban a funcionar con los profesionales como ya te he comentado antes. Si sabes lo que puedes pedir y sabes lo que te pueden dar y haces un casting concienzudamente, sabiendo que no tienen una flexibilidad muy grande, pero que brilla por su frescura y su autenticidad, creo que entonces no hay ningún problema para trabajar con ellos. La que hace de alcaldesa en el quinto episodio es una actriz no profesional, aunque ahora está haciendo una serie en Atresmedia, por cierto (risas).
– ¿Y cómo la descubriste?
– Yo soy de Cuenca, pero antes vivía en Albacete. Para un cortometraje titulado Decorosa que rodé (y que está en la plataforma Filmin), quería gente que fuera muy auténtica y fresca. Para ello me fui a todas las asociaciones de barrio, club de jubilados de Albacete para proponer que se presentaran a un casting. Recuerdo que cuando fui a hablar con ella, estaba haciendo punto o un jersey con un grupo de señoras y le dije que me gustaría hacerle una prueba y me dijo: "No". Ella es muy estoica, tan estoica como en la peli. De hecho, no ha tenido que interpretar mucho (risas). Recuerdo que le dije que se lo pensara, que volvería la semana siguiente. Me dijo que sí, "ya que me ha dicho mi hijo que lo haga". Desde entonces ha estado en todos mis cortos y en este largometraje. Ahora está trabajando en una serie con Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes, Carlos Areces... encantadísima.
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