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miércoles, 31 de julio de 2024

Zinemaldia 2024. Sección Oficial

 El menú oficial del 72º Festival de San Sebastián está casi servido, lo que provocará diarrea, vómitos y cortes de digestión entre el público

 

El pasado martes 16 la organización presentó las 12 películas que, junto a las ya conocidas 4 españolas, conformarán la Sección Oficial competitiva. Destacan por nombre las obras de François Ozon, Costa-Gabras, Mike Leigh o Maite Alberdi



 

No nos engañemos, cada año que pasa pierdo más interés en lo que puede ofrecerme la sección oficial. La mayoría será como esa comida «fast food» artística, que no alimenta ni el cuerpo ni el alma y, encima, daña la salud del gusto cinéfilo; alguna que otra satisfacción, que no compensará la cantidad de omeprazol tomada, y algún plato combinado que te dará corte de digestión. Por eso, últimamente me mantengo a dieta de lo que ofrece el Kursaal 1, sede del oficialismo: esa cosecha anual que no se ha visto en ningún certamen anterior y que, ¡oh!, será estreno mundial. ¡Como si al espectador de La Concha le importara ese detalle!

La carta de degustación para los días 20 al 28 de septiembre tiene nombres de directores, los cuales algunos ya conoces, otros que no les conocen ni en su casa aunque hayan rodado maravillosas y excelsas obras, y luego están los debutantes: dos directoras, la china Xin Huo con Bound in Heaven (2024), y la lusa Laura Carreira que presenta On Falling (2024). Hay que conseguir la paridad cueste lo que cueste. No espero nada de ellas, ojalá me equivoque.

 En cuanto a países, pues lo de siempre: mayoría de cine español (4 filmes, que para eso se juega en terrero propio) y francés (3, por eso de que están al otro lado de los Pirineos, aunque realmente son 4); luego viene la obligada muestra de cine yanki (nada del estilo Ford, Hawks, Scorsese o Tarantino); representación de cine social inglés, el ¿turbio y duro? cine danés y, cómo no, de Hispanoamérica alguna muestra (siempre algo argentino); del cine asiático, este año algo japonés afrancesado y una muestra china. Sorprende que en el menú no haya un poco de representación del cine coreano ni del centro y este de Europa, que el comunismo está de capa caída por ahí. Veremos cómo se complementa a ultima hora la Sección Oficial.

 


 

Los directores ya clásicos

 

El director francés François Ozon es la sexta ocasión que participa en la Sección Oficial, donde ganó la Concha de Oro y el Premio del Jurado al mejor guion con la notable En la casa (2012), de las pocas veces que no tildé la decisión de incomprensible. Sus películas al menos plantean cuestiones curiosas y  sacuden al público con asuntos de  índole ética (menor de edad que le gusta prostituirse, hombre que le agrada vestirse de mujer...). Se ven con mayor o menor interés y, al menos, no es un cine estomagante o soporífero. Ahí tienen para comprobarlo Una nueva amiga (2014) o Joven y bonita (2013), por ejemplo.

Ozon trae en esta ocasión Cuando cae el otoño (2024), protagonizada por Hélène Vincent y Josiane Balasko. Narra la historia de una mujer jubilada cuya vida cambia al conocer a un hombre, el hijo de una amiga, recién salido de prisión.

El octogenario inglés Mike Leigh será la primera vez que participe en la Oficial, aunque  ya ha pasado por «Perlak» -sección de obras proyectadas en otros festivales- con su obra maestra, Secretos y mentiras (1996). Su filmografía contiene un puñado de buen cine británico realizado en las últimas décadas como El secreto de Vera Drake (2004), Todo o nada (2002) o una que me gusta mucho como es Another Year (2010). Últimamente su producción ha ido espaciándose sin lograr resultados tan redondos.

En esta ocasión, Leigh trae Hard Truths (2024), producción anglo-española y protagonizada por Marianne Jean-Baptiste y Michele Austin. Fiel a su estilo insobornable, la cinta retrata el día a día de una familia londinense y explora temas como las relaciones familiares, el duelo y la salud mental.

Homenajeado con el Premio Donostia en 2019, el nonagenario realizador franco-griego Costa-Gavras regresa a la Sección Oficial, donde presentó El capital en 2012, con su nuevo trabajo El último suspiro (2024). Al igual que Leigh, Gavras ya dio lo mejor de sí hace años, con películas tan notables como Desaparecido (1982), Z (1969) o La caja de música (1989).

Su última obra recoge las reflexiones sobre la vida de un médico de cuidados paliativos y un escritor. Está protagonizado por Denis Podalydès y Kad Merad.

Rodada en francés, aunque dirigida por un veterano director nipón no muy conocido en Occidente, Kiyoshi Kurowasa, Serpent's Path (2024) es una película sobre un hombre que urde un plan para vengar la brutal muerte de su hija. Está protagonizada por Ko Shibasaki, Damien Bonnard y Mathieu Amalric, Es una nueva versión de la homónima que el propio Kurosawa dirigió en 1998. ¿Razones para rehacer? Él sabrá. En la carrera del prolífico autor japonés, destaca la que le dio cierta relevancia por estos pagos, la soporífera La mujer del espía (2020) que incomprensiblemente recibió el premio Mejor dirección en la Mostra de Venecia. Le confundirían con el fallecido Kurosawa.

 


 

El cine hispanoamericano


La chilena Maite Alberdi saltó a la fama -un caso digno de Iker Jiménez- con dos obritas documentales: una es una simpática ocurrencia de convertir a un añoso señor en un espía dentro de una residencia para comprobar si hay maltrato a una anciana, titulada El agente topo (2020), y la pornográfica y edulcorada historia de una relación matrimonial, donde él padece alzheimer y ella es la cuidadora en La memoria infinita (2023), ambas nominadas al Oscar documental.

Alberdi participa por primera vez por la Concha, deja el documental y se pasa a la ficción con El lugar de la otra (2024), adaptación de uno de los casos recogidos en Las homicidas, ensayo de Alia Trabucco Zerán. Cuenta la historia real de la escritora María Carolina Geel, que en 1955 mató a tiros a su amante. Me apuesto el bigote que Alberdi nos convence de que bien asesinado estaba el amante. Al tiempo.

Por otra parte, de Argentina tenemos El hombre que amaba los platos voladores (2024) de Diego Lerman. El director bonaerense regresa por tercera vez a la competición con un filme sobre la creación audiovisual de presencia alienígena más recordada de la televisión argentina. Destacan en el plantel actoral, Leonardo Sbaraglia (atención a su peinado), Sergio Prina y Renata Lerman -hija del director- y que obtuvo, ¡con tan sólo 12 años!, la Concha de Plata a la mejor interpretación de reparto por El suplente (2022), dirigida también por Lerman.


 

Cine norteamericano, inglés y danés


La expectación vendrá por la que es nieta de Francis Ford Coppola y sobrina de Sofía Coppola, Gia Coppola (37 años). Dicen que desde pequeña ya trasteaba por los rodajes de su tía y esperemos que algo se le haya pegado del apellido y de su admiración por el abuelo. Trae The Last Showgirl (2024), con Pamela Anderson, Jamie Lee Curtis y Dave Bautista en el reparto. Su filme es el retrato de una veterana bailarina de 50 años situada en la encrucijada cuando cierra el espectáculo en el que ha trabajado durante 30 años. Como madre, se esforzará en reparar una tensa relación con su hija que no ha sabido atenderla en ese tiempo.

 Tengo algo de esperanza por ver lo que  ha cocinado Edward Berger, cuya película anterior Sin novedad en el frente (2022) ganó varios Oscar, entre ellos el de Mejor película internacional. Se agradece en principio que haya un thriller dramático de índole religiosa como es Cónclave (2024). Tenemos a Ralph Fiennes que interpreta a un cardenal que, tras el repentino fallecimiento del Papa, debe supervisar el cónclave del que saldrá elegido su sucesor. El cineasta alemán ha contado también con otros actores reconocidos y reconocibles: Stanley Tucci, John Lithgow e Isabella Rossellini. 

Acabamos el repaso de la Sección Oficial con The End (2024), la primera incursión en el cine de ficción del tejano Joshua Oppenheimer. Tilda Swinton, Michael Shanno y George MacKay entre otros destacan en este musical distópico sobre una familia adinerada que sobrevive en un búnker dos décadas después del fin del mundo. La obra documental anterior (The Act of Killing o La mirada del silencio) no destacaba por su optimismo en la humanidad y por la alegría de vivir sin violencia. 

Menos mal que al salir del Kursaal 1 podré disfrutar de una comida donostiarra un poco más edulcorada, picantona y sabrosona, sin que me provoque acidez ni amargo regusto. De la comedia, y su ausencia otra edición más, hablamos otro día (salvo que alguna lo sea). Me resuena en los oídos las palabras del director José  Luis Rebordinos en alguna pasada entrevista, «siempre intentamos buscar buenas comedias, pero no las encontramos o no las hay».


lunes, 29 de julio de 2024

Carros de fuego

 ¡Tráeme mi Carro de fuego!

 

 

 

 

 Ahora que han comenzado los JJ. OO. de París 24, con guiño al cine de los Lumière, Méliès y los Minions, me ha venido a la memoria algo que raras veces sucede ante una pantalla de cine al final de la proyección. Porque lo habitual es salir pitando, como cuando el cura nos decía: «Podéis ir en paz». Y salíamos escopetados de la iglesia de San Lorenzo en Astrabudua a tomar un marianito... y a ligar con las feligresas, ver lo elegantes que vestían, lo alegre y pizpiretas que andaban.

Esto que les cuento de "rareza" en un cine sucedió, creo, en el año 1984 en los cines Ideales de Bilbao. La película que provocó la 'rareza' que les comento -una de las que me llevaría a una isla desierta- es Carros de fuego (Chariots of Fire, 1981). Por alguna razón, que no recuerdo, llegué con mi novia -¿con mi chica, mejor?- y otras amigas suyas de la universidad deustuarra a la sala con la proyección ya empezada. 

«¡Vaya!», me dije, «ya me he perdido la secuencia del arranque». Y continuamos viendo la famosa rivalidad entre dos estudiantes de Cambrigde: Harold Abrahams, hijo de un judío lituano, y Eric Liddell, escocés e hijo de unos misioneros en China. Ambos tendrían que prepararse para llegar a la final de los 100 metros en los JJ. OO. de París de 1924, en el estadio de Colombes. Un enfrentamiento deportivo que no tuvo lugar.

Al finalizar la proyección, nos levantamos para salir. Yo un poco desconsolado. Pregunté a una señora si había "salido" ya el tema principal de Vangelis. «Sí», me dijo, «al principio». Y cuando ya me agarraba a la cintura de mi chica rumbo a las frías, húmedas y oscuras calles bilbaínas de un domingo con fútbol por la tarde, sonó.

Y ahí nos quedamos en éxtasis: mi chica, amigas, yo, señora y algún espectador más deleitándonos con el tema de vanguardia (en aquellos tiempos lo era): "Titles", que posteriormente sería conocido como "Chariots of fire".

Es la primera vez que tengo consciencia de haber esperado a que empezasen los títulos finales de crédito para escuchar 3 minutos 33 segundos de una BSO. Vangelis supo transcribir en una partitura lo que se desarrollaba en pantalla. Nada que ver con los compositores clásicos de la época dorada de Hollywood, cuya música en muchos casos, acompañaba en un divorcio evidente a la narración visual. Relleno.

El tema aparecía al principio con los planos de aquellos jóvenes estudiantes universitarios que, de punta en blanco, se entrenaban en una playa. Como comprenderán, yo también estaba en esa edad, llena de ilusiones, aspiraciones, el futuro por delante lleno de optimismo, bregando por objetivos. La sensación de correr, descalzos o con zapatillas, salpicados por esa arena mojada de mar era euforizante; el aire salado entrando en los pulmones, la brisa y el sonido de las notas de un piano... Y allí estaban, Abraham y Liddell, amigos y oponentes, corriendo a ¡cámara lenta!, acompañados de música electrónica de vanguardia cuando ellos pertenecían a los años del charlestón. El chapoteo del agua, las pisadas sobre terreno mullido y húmedo, las miradas alegres entre ellos, la responsabilidad olímpica todavía lejana... ¿No me digan que no es una secuencia de arranque fascinante? A mí se me pone el vello de punta.


Estreno en Bilbao   

 

Presentada en el Festival de Cannes en 1981 bajo bandera británica, en España el filme de Hugh Hudson se estrenó en Madrid en el cine Alexandra en versión original subtitulada. Dicen las crónicas que debido a la escasa confianza que tenían los importadores en que fuera comercial. Sin embargo, los cuatro Oscar logrados (entre ellos el de Mejor Película) hizo que se gastaran el dinero en el doblaje. A Bilbao llegó el 16 de abril de 1982. La cadena de cines Astoria se jactaba en la prensa de que «salvo uno, todos los Oscar de 1982» estaban en sus salas. Poderío.

 Curiosamente la ganadora del Oscar de aquel año se proyectó en el cine Astoria-2 o 3. Sí, no fue al Astoria bilbaíno situado en la plaza de Campuzano, de 1080 localidades, que luego fue un Forum Sport y ahora un casino -degenerando, degenerando-, sino en el sito en alameda de Urquijo, que también degeneró posteriormente en un negocio de seguros.


Salvo Atlantic City de Louis Malle, todas con premios Óscar se proyectaban en los cines Astoria



Anécdota


Resulta curioso, ahora que lo pienso, que casi durante dos años estuve escuchando el tema de "Chariots of Fire" antes de ver la película. Supongo que, como en otras tantas cosas de la vida, siempre he ido con retraso. Así que cuando fui a verla ya sería una reposición, es decir, que después de haber tenido un primer estreno y pasar por los cines de otras localidades, se volvía a reponer tiempo después en Bilbao. El videoclub todavía no había hecho mucha pupa a las salas, o lo estaba empezando a hacer a principios de los 80.

El hecho es que la casa editora de la banda sonora, Polydor (la del disco negro con fondo rojo), decidió para promocionarla sacar el single "Titles", lo que fue un auténtico bombazo comercial. Convirtió a Vangelis en unos de los compositores más populares a nivel internacional.

Yo, que frecuentaba las máquinas de petacos de bares y demás salas recreativas, era consciente de que el tema que sonaba en las gramolas no tenía mucho que ver con otros estilos musicales. El caso es que el temita me cautivó por su originalidad.

Hice lo posible para convertir ese tema musical en el Santo Grial de mi cuadrilla, de mis amigas de San Ignacio y de todo bicho viviente que me rodeaba. La casete de Polydor en aquella época era para mí algo inalcanzable con mi paga semanal. Los grupos de amigos teníamos la costumbre -sobre todo, cuando eran mixtos- de regalar algo por los cumpleaños. Así que un buen día, me llegó el cumple y el regalo. En lugar de recibir una casete de Carros de fuego de Vangelis -cosa que sí recibió mi amigo Juanjo inexplicablemente, pues su cinefilía se ceñía a Cantinflas y a la comedia española-, yo me tuve que conformar con un muñeco, al que le llamé Mabebe.

Ahí se acabó mi preparación para los JJ. OO. de la vida. ¿Para qué seguir luchando si la mala suerte era mi entrenadora? 

Y hablando de entrenadores, recuerdo al que tenía Harold Abrahams, uno profesional encarnado por Iam Holm (sí, el androide de Alien) y una escena que me encanta. Holm en lugar de  asistir a la carrera de los 100 metros para ver a su pupilo, se queda en la habitación del hotel donde se aloja. Al ver izar la bandera británica desde su ventana, descubre que su alumno ha logrado la medalla olímpica de oro.

En la pista principal de tenis de París, la Philippe Chatrier, hay un lema en un frontal de la grada que afirma: 

«La victoria pertenece a los más tenaces».

Y aquí estoy con mi tenacidad dándole a la tecla aunque pocos me lean, menos me jaleen y nadie  me reconozca. Mantengo así el espíritu olímpico y rememoro algunos versos del poeta William Blake (1757-1827) del que salió el título de la película británica:

 «Bring me my Bow of burning gold;               «Traedme mi Arco de oro ardiente; 

  Bring me my Arrows of desire:                        Traedme mis Flechas del deseo: 

 Bring me my Spear: O clouds unfold!              Traedme mi Lanza: ¡Oh nubes desplegadas! 

Bring me my Chariot of fire                           ¡Traedme mi Carro de fuego


 

 

 



martes, 16 de julio de 2024

Cine español en el Zinemaldia 2024

Toros, machismo laboral, cuidados paliativos y llantos terroríficos ofrece la 72ª edición del Zinemaldia de cine español


 

 

 

Suele dictar la tradición desde hace años que José Luis Rebordinos, director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, se desplace a Madrid. Firmará autógrafos, estrechará manos y acabará de tachar muchas obras maestras del cine español cuyos artistas no podrán disfrutar del Hotel María Cristina ni de la playa de La Concha entre otras delicias. 

Rebordinos, en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, anunció el pasado viernes 12 de julio los 17 títulos de producción española seleccionados para el festival: 12 largometrajes, un mediometraje, un corto y tres series, que podrán verse entre el 20 y el 28 de septiembre en la Sección Oficial y en las secciones New Directors, Horizontes Latinos, Zabaltegi-Tabakalera y Velódromo de la 72ª edición del Festival de San Sebastián. 

¿Son muchas? Pues depende de si son buenas o no, de si entretienen o provocan bostezos en los espectadores del Kursaal o en el Teatro Victoria Eugenia. 


Iciar Bollain, una clásica del Festival



La directora Iciar Bollain en la presentación
La actriz Mireia Oriol en Soy Nevenka

 

Soy Nevenka, la historia real de una concejala que pagó un alto precio por atreverse a denunciar el acoso del alcalde, supondrá la quinta participación de Iciar Bollain (Madrid, 1967) en la Sección Oficial. La autora de Te doy mis ojos (2003), Mataharis (2007), Yuli (2018) y Maixabel (2021), que recibieron distintos premios en San Sebastián, volverá a optar a la Concha de Oro con este filme que protagonizan Mireia Oriol y Urko Olazabal. 

El Festival también programó en ediciones anteriores trabajos de Bollain en Proyecciones Especiales, que incluyeron En tierra extraña (2014), y en Made in Spain, que acogió, entre otras, Hola, ¿estás sola? (1996); Flores de otro mundo (1999), galardonada en la Semana de la Crítica de Cannes; Katmandú, un espejo en el cielo (2012), y La boda de rosa (2020).


Otro clásico: siempre hay un novel por descubrir

 

La Sección Oficial acogerá también El llanto, estreno como director de Pedro Martín-Calero (Valladolid, 1983), autor de cortometrajes y numerosos trabajos para la industria musical y publicitaria. 

El guion de su debut en el largometraje está escrito junto a Isabel Peña, coguionista habitual de Rodrigo Sorogoyen en títulos como Que Dios nos perdone (Sección Oficial, Premio del Jurado al mejor guion, 2016), El reino (Sección Oficial, 2018) o As bestas (Perlak, Premio del Público Ciudad de San Sebastián a la mejor película europea, 2022). 

Comprobaremos si la pluma de Peña sigue tan vigorosa sin Sorogoyen. Cuando hay cambio de pareja, el ritmo del baile se desacompasa y se pisan los pies, se tropieza y acaban cayéndose los bailarines. Veremos.

En El llanto, coproducción de España con Argentina y Francia, Ester Expósito, Mathilde Ollivier y Malena Villa interpretan a tres mujeres que, en momentos distintos del tiempo y conectadas sin saberlo, se enfrentan a una amenaza que las trasciende.

 

Otra amadrinada del Zinemaldia

 

Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) presentará su tercer largometraje, Los destellos, inspirado en Bihotz handiegia (Un corazón demasiado grande), relato de la escritora Eider Rodríguez. Patricia López Arnáiz, Antonio de la Torre, Marina Guerola y Julián López encabezan el reparto de esta historia sobre una mujer que acepta la tarea de cuidar a su exmarido enfermo pese a llevar más de una década separados. 

La ópera prima de Palomero, Las niñas (Made in Spain, 2020), se estrenó en Generation Kplus del Festival de Berlín y ganó la Biznaga de Oro a la mejor película en Málaga y los premios Goya a la mejor película, mejor dirección novel, mejor guion original y mejor fotografía. Todo un torrente de premios, a todas luces desmedido. 

Tras esta irrupción exitosa, el Zinemaldia acogió en su seno su segunda película, La Maternal.  Concursó así en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián en 2022 y brindó a Carla Quílez la Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista (ex aequo con Paul Kircher).

 

Antonio de la Torre, actor en Los destellos

 

 

¿Fichando pestiños?

 

Otra tradición del Zinemaldia, negativa en este caso, es que cuando un enfant terrible o director de prestigio, bendecido en otros tan o más importantes festivales, recae por aquí se debe a que no ha vendido la mercancía "averiada" en aquellos otros. Este puede ser el caso -voy a rezar a la Virgen de los Desamparados para que así no sea- de Albert Serra (Banyoles, 1975), que participará por primera vez en la Sección Oficial con Tardes de soledad. Es una película de no ficción en torno a la tauromaquia, que aborda los estados mentales y espirituales que el torero experimenta en el ruedo. 

Desde sus inicios Serra ha sido seleccionado en citas como la Quincena de Cineastas de Cannes, donde presentó Honor de cavalleria (Made in Spain, 2006) y El cant dels ocells (Made in Spain, 2008). Con Historia de mi muerte (2013) se alzó con el Leopardo de Oro del Festival de Locarno. También logró el Grand Prix en el FID Marseille con Roi Soleil (2016) y Liberté (2019) le granjeó el Premio Especial del Jurado en Un Certain Regard del Festival de Cannes, en cuya Sección Oficial compitió con Pacifiction (Made in Spain, 2022).

 Doy fe de que no me he expuesto a ninguna de sus obras maestras. Dicen las malas lenguas que es más entretenido en persona que cuando se pone a escribir textos audioplúmbeosvisuales. Veremos.


José Luis Rebordinos, director del Zinemaldia (izq.) y equipo artístico de Tardes de soledad (con gafas el director Albert Serra)


Más series, por favor

Desde que en 2020 Rebordinos y su equipo tomaran la decisión de incluir series en el Zinemaldia -una decisión un tanto controvertida-, he de confesar que el tiempo le ha dado la razón. Haber visto Patria o Antidisturbios ha sido de lo más memorable que recuerdo en los últimos años.

Siguiendo con la misma política, la Sección Oficial incluirá una serie fuera de competición. Alauda Ruiz de Azúa (Barakaldo, 1978) presentará Querer, que narra la historia de una mujer que tras 30 años de matrimonio rompe con su marido y le denuncia por violación continuada. Nagore Aranburu protagoniza esta miniserie de cuatro episodios en cuyo reparto también figuran Pedro Casablanc, Miguel Bernardeau, Iván Pellicer y Loreto Mauleón. Se trata del nuevo trabajo de Ruiz de Azúa, que presentó su primer largometraje, Cinco lobitos (Clausura Zinemira, 2022), en la sección Panorama de la Berlinale antes de triunfar en el Festival de Málaga, donde obtuvo la Biznaga de Oro a la mejor película española, las Biznagas de Plata a la mejor actriz (Laia Costa y Susi Sánchez) y al mejor guion, así como el premio del público, y en los Goya, donde fue reconocida como mejor directora novel.

 

Proyecciones especiales en la Sección Oficial

 

Por otro lado, dentro de Proyecciones Especiales Yo, adicto contará en seis episodios, el relato de superación del libro homónimo escrito por Javier Giner (Barakaldo, 1977). Giner, a quien encarna el actor Oriol Pla, es también co-creador de la serie junto a Aitor Gabilondo (San Sebastián, 1974), autor de Patria (Sección Oficial Proyecciones Especiales, 2020). En el elenco artístico de Yo, adicto también destacan, entre otros nombres, Nora Navas, Omar Ayuso, Victoria Luengo, Alex Brendemühl, Ramón Barea, Marina Salas e Itziar Lazkano. Javier Giner y Elena Trapé (Barcelona, 1976), autora de Blog (New Directors, 2010), Les distàncies (Las distancias, Made in Spain 2018) y Els encantats (Los encantados, Made in Spain 2023), dirigen los seis episodios de la serie (tres cada uno).

 

 

Najwa Nimri en la serie La virgen roja

      

Las Proyecciones Especiales de la Sección Oficial también acogerán fuera de concurso el nuevo largometraje de Paula Ortiz (Zaragoza, 1979), directora de títulos como La novia (Zabaltegi, 2015) o Teresa (2023). La virgen roja, protagonizada por Najwa Nimri, Alba Planas, Aixa Villagrán, Patrick Criado y Pepe Viyuela, revisita una historia real acontecida en la España de los años 30, donde una joven llamada Hildegart es concebida y educada por su estricta madre para convertirse en la mujer del futuro.

 

sábado, 13 de julio de 2024

Jackie Coogan y las galletas Chiquilín

 LA BILBAÍNA FÁBRICA ARTIACH SE INSPIRÓ EN LA FÁBRICA DE LOS SUEÑOS




Me gustan los paseos sin rumbo, pues en ocasiones te topas con lo imprevisto, la sorpresa, lo que no estaba en el guion o se sale de la rutina. Esto fue lo que me sucedió el pasado 8 de julio de 2024. Recorriendo la calle Muelle de Churruca acabas desembocando en el Parque Evaristo Churruca de Las Arenas. Allí sueles ver a jóvenes jugando en una cancha de baloncesto, rodeada de arbolado. Tras ella, tenemos un monumento a Churruca, un navarro de Izu que construyó el puerto exterior del Nervión. Está sentado con una pluma (?) en la mano y sosteniendo un periódico (?) con la otra. Siempre tengo la sensación de que está ausente, ensimismado en la resolución de algún problema. Tan sólo las palomas u otras aves le acompañan de vez en cuando. Y algún turista despistado que dispara una foto de recuerdo.

Antes de pasear por lo que es el muelle propiamente dicho, no muy largo y ajardinado, hay una pequeña explanada en la que me encontré esta estampa:

 





Se trataba de una exposición callejera, supongo que sufragada por la BBK con fondos del Museo de Bellas Artes de Bilbao. El motivo que sustentaba la muestra era la infancia en el arte. Así que me paré. ¿Tal vez con la esperanza de que alguna obra me llevara a ese paraíso perdido?


El espíritu de Proust


Interrumpiendo mi paseo, me detuve a contemplar algunos cuadros hasta que me llamó la atención uno en concreto, más bien era un cartel publicitario. Como si me hubiera llevado a los labios «una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena, en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior». La imagen que tenía delante de mí me trasportó cual magdalena a uno de los recuerdos más antiguos de mi infancia. Aquel sábado, porque era un sábado de algún año de los 70, fui con mi aita en nuestro Seat 600 a recoger a mi tía que, por aquel entonces, trabajaba de galletera en la fábrica Galletas Artiach en la Ribera de Deusto 69. 

Recuerdo que iba de copiloto y, a falta de unos kilómetros, no me acuerdo a quién se le ocurrió que me escondiera en la parte trasera del automóvil, que no era muy grande. A medida que nos acercábamos a la fábrica, la emoción por darle una sorpresa me hizo impacientarme. Así que ese pequeño trayecto que faltaba se me hizo eterno como la resolución de los penaltis o del predictor. Cuando entró mi tía preguntó si no había venido "el niño". Y recuerdo saltar como un cheyene sobre su cuello para expresarle mi alegría y amor. ¡Cosas de niños, vaqueros e indios!

Durante mi infancia tuve la suerte de saborear las caras galletas `Chiquilín', que traía mi tía. Fue un producto desarrollado por Artiach a finales de la década de 1920. No estaba basado en ninguna otra galleta del mercado, y fue la competidora de la María durante décadas. Seguramente el secreto de esta galleta fue que era difícil decir a qué sabía, en cuya fórmula estaba el coco pero no tenía sabor a este fruto.

Ustedes estarán deseando ver el cartel publicitario:


Cartel publicitario creado por Emilio Ferrén para Artiach 


Charlot y El chico


La galleta bilbaína `Chiquilín` tuvo ese nombre por el cine, concretamente por una película muda titulada "El chico" (1921) dirigida por Charles Chaplin y bastante larga para su época, 88 minutos. En ella, Charlot, un vagabundo, descubre a un bebé abandonado que no tendrá más remedio que criarlo. Años después, Charlot se convierte en vidriero y el chiquilín le precederá rompiendo cristales. Negocio lucrativo. Ese niño se llamaba Jackie Coogan. 

La película fue un éxito en España a partir de los años veinte y treinta. El distribuidor del filme en España puso el nombre de Chiquilín al chaval protagonista de "El chico". Por eso, las galletas se llamaron así y, además, tanto en las cajas como en los carteles publicitarios de aquella época salía un niño sensiblemente parecido al de la película. De alguna manera, lo que se pretendía era el efecto proustiano de la magdalena: todos los consumidores que hubieran visto la película, al comerse una chiquilín, lo asociarían a esa obra que, por primera vez en la Historia del Cine cómico, se arriesgaba a combinar una historia dramática y casi trágica con las risas y la farsa. Nada más empezar un rótulo indicaba que era:

«Una película hecha con una sonrisa, y quizá con una lágrima».


El final de la fábrica

 

Desde hace años, el barrio de la Ribera de Deusto, ahora se le denomina Zorrozaurre, ha ido transformándose. En verano de 1983, Bilbao sufre unas inundaciones dramáticas, en las que, entre otras desgracias y pérdidas económicas, se produce la total inundación de la fábrica de Galletas Artiach. Todo ello implicó que a mi tía la prejubilaran y se fuera a vivir a otro lugar. Desde ese tiempo el edificio a duras penas se ha conservado. Hace unos pocos años pasé por allí para sacar algunas fotos antes de que todo se fuera al carajo, y comprobé que se había reutilizado el edificio para instalar una Escuela de Creación Cinematográfica de Bilbao. Hoy ya no está ahí tampoco la escuela.

Marcel Proust reflexionaba en su famosa obra "En busca del tiempo perdido" que:

«Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo».


En mi caso, no fue el olor ni el sabor de la Chiquilín, sino la imagen del cartel el que me llevó a ese edificio derruido de mi infancia. Y continué con mi paseo.


 

Ilustración de la fachada de la fábrica.
Tomada de Artiach, la fábrica de galletas de Bilbao, 1907

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