LA BILBAÍNA FÁBRICA ARTIACH SE INSPIRÓ EN LA FÁBRICA DE LOS SUEÑOS
Me gustan los paseos sin rumbo, pues en ocasiones te topas con lo imprevisto, la sorpresa, lo que no estaba en el guion o se sale de la rutina. Esto fue lo que me sucedió el pasado 8 de julio de 2024. Recorriendo la calle Muelle de Churruca acabas desembocando en el Parque Evaristo Churruca de Las Arenas. Allí sueles ver a jóvenes jugando en una cancha de baloncesto, rodeada de arbolado. Tras ella, tenemos un monumento a Churruca, un navarro de Izu que construyó el puerto exterior del Nervión. Está sentado con una pluma (?) en la mano y sosteniendo un periódico (?) con la otra. Siempre tengo la sensación de que está ausente, ensimismado en la resolución de algún problema. Tan sólo las palomas u otras aves le acompañan de vez en cuando. Y algún turista despistado que dispara una foto de recuerdo.
Antes de pasear por lo que es el muelle propiamente dicho, no muy largo y ajardinado, hay una pequeña explanada en la que me encontré esta estampa:
Se trataba de una exposición callejera, supongo que sufragada por la BBK con fondos del Museo de Bellas Artes de Bilbao. El motivo que sustentaba la muestra era la infancia en el arte. Así que me paré. ¿Tal vez con la esperanza de que alguna obra me llevara a ese paraíso perdido?
El espíritu de Proust
Interrumpiendo mi paseo, me detuve a contemplar algunos cuadros hasta que me llamó la atención uno en concreto, más bien era un cartel publicitario. Como si me hubiera llevado a los labios «una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena, en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior». La imagen que tenía delante de mí me trasportó cual magdalena a uno de los recuerdos más antiguos de mi infancia. Aquel sábado, porque era un sábado de algún año de los 70, fui con mi aita en nuestro Seat 600 a recoger a mi tía que, por aquel entonces, trabajaba de galletera en la fábrica Galletas Artiach en la Ribera de Deusto 69.
Recuerdo que iba de copiloto y, a falta de unos kilómetros, no me acuerdo a quién se le ocurrió que me escondiera en la parte trasera del automóvil, que no era muy grande. A medida que nos acercábamos a la fábrica, la emoción por darle una sorpresa me hizo impacientarme. Así que ese pequeño trayecto que faltaba se me hizo eterno como la resolución de los penaltis o del predictor. Cuando entró mi tía preguntó si no había venido "el niño". Y recuerdo saltar como un cheyene sobre su cuello para expresarle mi alegría y amor. ¡Cosas de niños, vaqueros e indios!
Durante mi infancia tuve la suerte de saborear las caras galletas `Chiquilín', que traía mi tía. Fue un producto desarrollado por Artiach a finales de la década de 1920. No estaba basado en ninguna otra galleta del mercado, y fue la competidora de la María durante décadas. Seguramente el secreto de esta galleta fue que era difícil decir a qué sabía, en cuya fórmula estaba el coco pero no tenía sabor a este fruto.
Ustedes estarán deseando ver el cartel publicitario:
Cartel publicitario creado por Emilio Ferrén para Artiach |
Charlot y El chico
La galleta bilbaína `Chiquilín` tuvo ese nombre por el cine, concretamente por una película muda titulada "El chico" (1921) dirigida por Charles Chaplin y bastante larga para su época, 88 minutos. En ella, Charlot, un vagabundo, descubre a un bebé abandonado que no tendrá más remedio que criarlo. Años después, Charlot se convierte en vidriero y el chiquilín le precederá rompiendo cristales. Negocio lucrativo. Ese niño se llamaba Jackie Coogan.
La película fue un éxito en España a partir de los años veinte y treinta. El distribuidor del filme en España puso el nombre de Chiquilín al chaval protagonista de "El chico". Por eso, las galletas se llamaron así y, además, tanto en las cajas como en los carteles publicitarios de aquella época salía un niño sensiblemente parecido al de la película. De alguna manera, lo que se pretendía era el efecto proustiano de la magdalena: todos los consumidores que hubieran visto la película, al comerse una chiquilín, lo asociarían a esa obra que, por primera vez en la Historia del Cine cómico, se arriesgaba a combinar una historia dramática y casi trágica con las risas y la farsa. Nada más empezar un rótulo indicaba que era:
«Una película hecha con una sonrisa, y quizá con una lágrima».
El final de la fábrica
Desde hace años, el barrio de la Ribera de Deusto, ahora se le denomina Zorrozaurre, ha ido transformándose. En verano de 1983, Bilbao sufre unas inundaciones dramáticas, en las que, entre otras desgracias y pérdidas económicas, se produce la total inundación de la fábrica de Galletas Artiach. Todo ello implicó que a mi tía la prejubilaran y se fuera a vivir a otro lugar. Desde ese tiempo el edificio a duras penas se ha conservado. Hace unos pocos años pasé por allí para sacar algunas fotos antes de que todo se fuera al carajo, y comprobé que se había reutilizado el edificio para instalar una Escuela de Creación Cinematográfica de Bilbao. Hoy ya no está ahí tampoco la escuela.
Marcel Proust reflexionaba en su famosa obra "En busca del tiempo perdido" que:
«Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo».
En mi caso, no fue el olor ni el sabor de la Chiquilín, sino la imagen del cartel el que me llevó a ese edificio derruido de mi infancia. Y continué con mi paseo.
Ilustración de la fachada de la fábrica. Tomada de Artiach, la fábrica de galletas de Bilbao, 1907 |
Leyendo tu artículo, me ha venido a la memoria una pequeña historia personal. Te la cuento brevemente:
ResponderEliminarEn los años 70 mi abuela fue la niñera en la familia Artiach. Cuidaba de los tres niños (una chica y dos chicos); entiendo que eran los nietos del fundador de Artiach.
Como mi abuela estuvo muchos años con ellos y el nieto pequeño era solo un año mayor que yo, tuve cierta familiaridad con esa familia.
Y recuerdo que varias veces, los viernes, cuando salía del colegio, iba a la casa de los Artiach en Zugazarte.
No recuerdo muchas cosas (yo tendría 5 o 6 años) pero hay cuatro recuerdos que mantengo:
Uno es que recuerdo que pasaba el Puente Colgante desde Portugalete y en Las Arenas había un chofer esperándome para llevarme a la casa.
También recuerdo que en la casa tenían en el sótano una sala que a mí me parecía enorme llena de juguetes.
Otra cosa que recuerdo es que cuando estaba en esa sala venía una criada de uniforme y me preguntaba que quería para cenar. Yo siempre pedía huevos fritos.
Y la otra cosa que recuerdo es que los niños de la familia Artiach iban de vacaciones a Disneylandia en Estados Unidos (cuando Disneylandia era Disneylandia y no Disneyworld). A mi aquello me parecía como viajar al paraíso.
Yo comía galletas de esas en todos los campamentos. Nos traían las que se rompían de la fábrica.
ResponderEliminarDespués de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás".
ResponderEliminarPues mi primer recuerdo de infancia es un bar de Santutxu rodeado de negras muy negras con pelo afro primeros años de Michael Jackson,unos taburetes y una barra de bar , forrada en skay acochado color Burdeos y botellas de whisky en una estantería
Este artículo me ha dejado impactada
ResponderEliminarLa fachada de la fábrica Artiach es un lujo o fue un lujo
Y me embarga una emoción que cuentes y recuerdes con detalle el encuentro.
Sé que significó mucho para ti ...
A veces las cosas más insignificantes cobran una gran importancia en nuestras vidas quedando aparcadas en el cerebro y en momentos más inesperados ...brotan
Me ha gustado tus comentarios y vivencias
Muy chulo!!!
ResponderEliminar👏🏻👏🏻👏🏻 muy interesante Iñaki, mis recuerdos sin embargo son de la fábrica Gullón de Aguilar de Campoo, de nuestras idas y venidas del pueblo.
ResponderEliminarNuestros recuerdos de niñez son un tesoro 🥰😘