LO EFÍMERO Y LO ETERNO
Aquí ando dándole a la tecla. El tejado ya lo tenía en la cabeza, ahí arriba está pero lo demás está sin hacer, en blanco, vaya. Y cual pintor con pincel en ristre, ando manchando esta parcela. En la carrera de Periodismo se estudiaba que el titular era lo último tras haber redactado el cuerpo de la noticia. Pero ando anárquico, errático o sin inspiración, vaya. A ver qué sale.
Les cuento una situación que me pasó con un buen amigo ya mayor, para 93 tacos. Le conocí en el cineclub FAS y fue durante una época su presidente en los 70. Su nombre Jesús María Etxano, abogado, sociólogo y filósofo. Ante todo buen conversador de todo, como hoy le pasa a uno si frecuenta bus, bar o metro, que entabla “interesantes conversaciones”… con su móvil.
Un buen día tras quedar con él, me fijé en que tenía desatados los cordones de uno de sus zapatos y, tras comentárselo, pronunció el imperativo bisílabo: “Ata”. Y humildemente doblé la espalda y se los até. No más mención de ello.
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Franchot Tone, Anne Baxter y Erich von Stroheim en Cinco tumbas al Cairo (1943) |
En la primavera de 1998, en una calle lateral de Beverly Hills, ocurrió una escena parecida. Un hombre de 40 años acababa de saludar a otro de 91 delante de la oficina de trabajo de éste último. Mientras trata de abrir con la llave la puerta, observa que se le ha desatado el zapato izquierdo. Hace varios años que le es físicamente imposible agacharse cuando está de pie. No se miran pero ambos sienten cierto embarazo, así que el joven se apresura a agacharse para atarle los cordones, y no hacen mención de ello. Entran a su despacho y se sientan para tener una serie de conversaciones, más bien entrevistas, que se irán prolongando durante más de un año. El viejo es Billy Wilder y el joven, Cameron Crowe, director de Jerry Maguire (1996) o Casi famosos (2000). Las conversaciones cristalizaron en un libro: “Conversaciones con Billy Wilder” publicado en España en 2000 por Alianza Editorial.
Repasando con él su filmografía, llegan a “Cinco tumbas al Cairo” (1943). Cameron Crowe le comentaba que, según su coguionista Charles Brackett, la película no había envejecido bien pero le aseguraba que ver la película entonces era como ver un film de aventuras a lo Indiana Jones.
Y la respuesta de Billy Wilder es la que me ha dado pie a empezar este artículo con el título que lo encabeza: “Me encanta oír eso, pero las películas se hacían para que durasen una semana, en el mejor de los casos… y dos o tres días, si no había suerte. Luego se acabó. No se repetía, nada. No sé de dónde ha sacado usted todas esas películas. Ha debido buscar verdaderamente mucho para encontrarlas”. El cine entendido “sólo” como negocio, lo efímero; el cine entendido “también” como arte y testimonio, lo eterno.
La última vez que mi amigo Jesús María Etxano, ya con problemas de sordera y movilidad, vino a ver un filme en sala fue al cineclub de Las Arenas. Quise que aquella efímera tertulia sobre “La gran belleza” (2013) entre cinéfilos quedase grabada para la eternidad. Así que grabé las intervenciones de él y demás integrantes y las intercalé adecuadamente entre fragmentos de la obra de Paolo Sorrentino. Cameron Crowe y yo hicimos algo efímero: atarle los cordones a personas que admirábamos y que no podían ya agacharse por senectud. Pero también quisimos actuar para la eternidad: el uno al registrar en papel unas conversaciones con su admirado Wilder y el otro al registrar sonoramente la voz en una tertulia cinéfila de su apreciado y amigo Etxano.