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lunes, 7 de abril de 2025

La senda del pecado (2025)

Juan Dávila o el humor irreverente convertido en documental



No sé si aquellos que lo han disfrutado se interesarán por un documental y se rascarán el bolsillo. Para asistir a uno de los espectáculos más exitosos de los últimos años, hay público que ha pagado el 200%, 300% o más del precio oficial de una entrada en reventa. Me estoy refiriendo al espectáculo La capital del pecado de Juan Dávila. Si no saben aún quién es, pueden teclear en youtube su nombre y sabrán de quién les hablo. 

El largometraje documental se titula La senda del pecado y lo ha dirigido Alberto Utrera. Se podrá ver en cines a partir del 15 de mayo de 2025. Utrera ha sido el más listo de la clase y no ha querido esperar a que el tiempo ponga en su sitio dicho espectáculo, se produzca la decadencia -el público siempre acaba cansándose, las fórmulas no son in aeternum- y la nostalgia cocine un testimonio audiovisual sobre lo que fue el espectáculo para aquellos nostálgicos. Ha decidido que en pleno éxito, estando en la cumbre, Dávila se merecía un documental sobre cómo ha llegado a situarse en la cresta del éxito. Dicen, aunque tal vez esto sea más una exageración de márquetin publicitario, que Juan Dávila se ha convertido en el cómico europeo con más entradas vendidas en el último año con su espectáculo La capital del pecado, llenando estadios y acumulando más de cinco millones de seguidores en redes sociales.


Me temo que a Dávila no le pondrán nunca un programa en La 1 como a David Broncano con La revuelta. Su fórmula es tan novedosa por estos pagos y tan políticamente incorrecta para las mentes biempensantes -curiosamente ahora de izquierdas- que será difícil que entre en la televisión pública. Ni falta que hace. A La capital del pecado acuden políticos, enfermos de cáncer, drogatas, colgados, deportistas de élite (los hermanos Williams, por ejemplo), abogados, parados, jubilados, salidos, minusválidos, tartajas, sopranos... Cualquiera que se preste a que se rían de él y con él. Porque esa es la fórmula transgresora: el propio "humillado" en público toma parte en el número que Dávila, como buen perro de caza que es, sabe rastrear los secretos divertidos, canallas, miserables... de aquellos que se prestan al juego. Dávila es el mejor improvisador que he visto jamás. Sale al escenario sin un texto escrito, todo va surgiendo según la marcha, según los personajes que se atreven a subir al escenario. Escruta sus debilidades, sus ocultaciones, sus frustraciones o aspiraciones terrenales o lujuriosas y entra a matar... con el estoque del humor salvaje.

Juan Dávila empieza a formar parte de esos humoristas españoles que gustaban de meter un poco el dedo en la llaga de los españoles, del gobierno, de los tabúes y de lo respetabilísimo del momento: ahí estaban Tip y Coll, Martes y Trece o los muñecos Rockefeller, Monchito o Macario de José Luis Moreno entre otros.

Les pongo un ejemplo del espectáculo humorístico en el que intervienen los hermanos futbolistas Williams del Athletic Club, que le han traído dos camisetas al humorista.


David: -(Mirando la parte trasera de las camisetas) Williams Junior y Williams nada. ¿Y tú quién eres? -pregunta a un tercero que les acompaña.

Tercero: -El acompañante.

David: -Tú eres el geta. ¿Dónde los conociste?

Tercero: -En clase, de pequeño. 

David: -¿Habéis ido a clase, vosotros?

Nico: -Yo sí, yo sí.

David: -Tu hermano, no.

Nico: -Mi hermano, no.

David: -¡Y te has puesto blanqueador en los dientes!

Nico: -Un poquito.

David: -Un poco, un poco. Se ha blanqueado los dientes, el negro, hijo de puta -Nico, aplaude divertido e Iñaki Williams se descojona.

Un espontáneo del público dice algo.

David: ¿Quién ese ese? -pregunta-. Escucha, date la vuelta y vente, o si no, salta la valla, ¡salta la valla!. ¡Tú -dirigiéndose a Iñaki Williams-, ayúdale!, que de eso sabes. (Risas del público). 



 

Leído así, y en los tiempos que corren, la humorada parece no tener ni puta gracia. Pero la comicidad surge de la complicidad de los que salen al ruedo con ganas de ser embestidos, mientras que el humorista los torea como quiere. No es humor blanco, ni verde ni rosa ni amarillo: es humor rojo, porque a ver quién es el guapo que traspasa esas líneas rojas y se mete hoy en día a hacer humor con el racismo, la xenofobia, el feminismo, el cáncer, la drogadicción, la minusvalía...

El documental en clave de comedia narra la imposible historia de Juan Dávila, que, tras haber probado suerte como futbolista, fisioterapeuta y policía municipal, no se le ocurrió nada mejor que dejarlo todo para dedicarse al espectáculo y empezar un camino de penurias que duraría más de diez años. La senda del pecado es, sin duda, la historia de un perdedor que terminó ganando. Y yo me alegro por los ganadores. Más debería haber.

La senda del pecado relata el viaje del humorista y showman Dávila que, a sus 32 años, deja un puesto fijo como policía municipal para dedicarse al mundo del espectáculo. Empieza así un viaje de diez años actuando en bares, salas de variedades y algunos teatros. Un viaje en el que levanta una compañía de teatro llamada Improclan donde junta a personas que, como él, buscaban su hueco como cómicos.

Con historias insólitas como tener que actuar en una plaza de Albacete para absolutamente nadie, obligado por el alcalde, la película documental de Alberto Utrera cuenta cómo la insistencia de Juan le lleva a invertir, después de diez años de fracasos, todos sus ahorros en un último espectáculo: La capital del pecado. Así fue cómo en junio de 2022, vestido de monje y con un megáfono en la Gran Vía de Madrid, luchaba por vender 40 entradas para el Teatro Arlequín. Cuatro meses después batió los récords de venta, colocando 8.000 entradas en menos de cuatro minutos para un espectáculo en el Palacio Vistalegre Arena.

El humorista afirma que "el director y amigo, Alberto Utrera, me insistió mucho en que esta historia tenía que ser contada, porque es una historia que puede ser de cualquier tiempo y lugar, y que mucha gente se podría sentir identificada, sobre todo en tantos momentos en los que he pensado en abandonar".

Juan Dávila no venia de la nada sino que se convirtió en showman, actor y cómico actuando en Paramount Comedy, Comedy Central y en series como El incidente y Acacias 38. Tras ejercer seis años como miembro de las fuerzas de seguridad del Estado, en 2012 completó su formación en interpretación en el Estudio Corazza para el Actor y comenzó su trayectoria como cómico en vivo en La Chocita del Loro de Gran Vía en Madrid. 

El humor de Dávila no es para todos los públicos, pero es el más necesario en estos tiempos de crispación y ante la existencia de tantos meapilas que crecen como las setas.




viernes, 28 de marzo de 2025

«8» de Julio Medem

Españolito, una de las dos Españas te helará el corazón 



Julio Medem en la presentación de 8 en el Guggenheim de Bilbao
junto a la directora del Silver Film Festival, Marian Gerrikabeitia



Decía Julio Medem en la presentación de 8 en la sala del Museo Guggenheim de Bilbao el pasado miércoles 26 de marzo que el público debía verla sin “pensarla mucho, dejarse llevar por la silueta del número 8, por su forma circular que se cruza, por cómo esa estructura tiene sometida a la historia y a los personajes, en secreto. Dejad de aplicar las reglas de la realidad estricta. 8 tiene su realidad paralela, su propia meta, tiene dentro una magia secreta e invisible que la sujeta y que tiene sentido. Dejad que 8 sea todo lo que ella quiere ser, todo lo poética que le dé la gana, todo lo libre, todo lo osada y, sobre todo, emocional. Espero que os dejéis llevar por las emociones”.

8 arranca con una cita del poeta Antonio Machado: “Ya hay un español que quiere, vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Toda una declaración de intenciones de por dónde va esta historia sobre los 90 años de la vida de Octavio y Adela, desde que nacen el día de la proclamación de la República hasta el año en que la pandemia del COVID hizo aparición en 2021.

El director de Vacas (1992) lo lleva diciendo desde que empezó haciendo cine: “Dejad la cabeza de pensar debajo de la butaca”, advertía al público asistente, “y ved el cine con la cabeza de emocionar. Sé que hay espectadores, en especial, críticos de cine, a los que debería haberles avisado antes de ver 8, que no fueran tan racionales. A 8 los juicios racionales no le van a sentar bien”. Lo decía Medem porque su obra no fue bien recibida por la crítica en la pasada edición del 28º Festival de Málaga. Se le notaba dolido, y eso que no lee las críticas según nos confesaba.

La proyección fue en el marco de la 3ª edición del Silver Film Festival de Bilbao. Acompañó la presentación la directora del certamen, Marian Gerrikabeitia Barrón y también estuvo el coproductor de la película Rodríguez Espinel de Morena Films.

Entre el público también estaba parte del equipo de rodaje, la parte vasca, a la que Medem agradecía su labor, “porque os lo puse difícil. Primero me lo puse difícil a mí al querer contar una historia de noventa años de la vida de Octavio y Adela, desde que nacen, contando ocho momentos de su vida en sendos planos-secuencia, que tienen una gran exigencia técnica. No había hecho esto en la vida". 

Pregunta: ¿Cuántos años te ha costado llevar a cabo este proyecto?

Julio Medem: Tres años. He tenido que producirla yo también porque no encontraba productora. Me ha costado muchísimo. Cada vez es más difícil encontrar financiación. Además, mi cine es...

P.: Personal, especial...

JM.: Es que no me sale de otra forma. Es antinatural en mí. Es mi limitación también a la hora de encontrar financiación. A mucha gente [de rodaje] le he exigido un esfuerzo muy grande porque la película tiene un nivel de complejidad formal, visual y romántico también muy grande. 

P.: ¿Estás contento con el resultado de 8?

JM.: Creo que el resultado es mejor de lo que esperábamos. Eso pasa cuando trabajas intensa y colectivamente en el proyecto. Cuando me puse a ensayar con los actores, les dediqué el doble de tiempo que al rodaje. Y al rodar, me planteo el mejorar el nivel que hemos logrado en los ensayos, superar lo que hemos imaginado. Esto me pasa desde que empecé. Es una aspiración que tengo desde que empecé mi carrera artística, tal vez sea una aspiración un poco infantil. Sí, tengo la sensación de que esta película ha sido algo mejor de lo que yo había imaginado.




P.: ¿Qué tal va la distribución?

JM.: Está vendida ya en toda América Latina, lo cual me satisface muchísimo porque allí tengo un público potente también.

P.: Es una película que viene muy bien al ambiente que vivimos hoy en la política, con mucho enfrentamiento en la sociedad española. Veo un mensaje de que nos tenemos que entender ante este frentismo de hoy en día. ¿Es así?

JM.: Te agradezco mucho la pregunta. Cuando la escribí al principio, la escribía sin pensar, no sabía hacia dónde iba. Dejo al "niño" ser libre. Al terminar de escribir el capítulo 2, me di cuenta de que estaba hablando de las dos Españas. Los protagonistas, Adela y Octavio, con ocho años pierden a sus respectivos padres a manos, digamos, del otro: uno durante la guerra civil y el otro en la postguerra. Y ellos no lo saben, el espectador sí. A mí me pareció tan fascinante para continuar con la historia, que me dije: "Creo que estoy hablando de España". Ahí es cuando me di cuenta racionalmente de que podía estar hablando de lo que nos pasa a los españoles.

P.: ¿El trauma de la guerra civil?

JM.: Tenemos como ese trauma que tienen los niños que luego crecen con él. En el subconsciente colectivo español creo que tenemos el trauma de que nos hemos matado entre hermanos en la guerra civil. Quise ser psiquiatra, y me ocurre que suelo proponer como terapia el visibilizar, poner a la luz el trauma. Ha pasado esto, y en la medida en que ponemos a la luz el trauma, lo que nos ha pasado y se identifica, podemos entonces pensar en que no se puede repetir, en que podemos superarlo. Lo contrario, es negarlo, no encararlo tiene el peligro de que se puede repetir. 

P.: ¿Ese peligro de repetir el error de la guerra civil está en la secuencia del enfrentamiento a muerte entre los hinchas de fútbol del Real Madrid y el F. C. Barcelona?

JM.: En ese enfrentamiento entre machos alfa en ese callejón me di cuenta del segundo clima de cainismo tras la contienda civil. A partir de ese momento, me preguntaba hasta dónde podíamos llegar, ¿a otro estado de preguerra entre españoles? Porque estamos ahí, en un estado de preguerra psicológica e ideológica. 

P.: En la película, el perdón es un asunto capital, ¿no?

JM.: Para mí lo importante eran los personajes y su seguimiento, detrás estaba España como telón de fondo, pero lo fundamental eran los personajes, lo que les pasa y lo que sufren, cómo son sus vidas. Hubo un momento en que creé la ceremonia del perdón, de una forma bella y tan plástica, para que una parte pidiera perdón y la otra supiera perdonar. De esa manera, el amor tiene vía libre, lo mejor que les ha pasado en sus vidas a Adela y a Octavio es haber podido enamorarse. 

P.: ¿No cree que es un poco ingenuo lo que plantea en la película?

JM.: En el proceso de escritura yo voy buscando, voy descubriendo apartando la razón siempre. Me di cuenta de que estaba creando también una propuesta de conciliación, muy utópica. Bueno, es poco esperable que en España ocurra el perdón si quiera. Pero los personajes se comprenden y se entienden. Insisto, es un viaje emocional. Ellos se enamoran, punto. Hay quien dice, ¿las dos Españas se enamoran? Bueno, pues sí, ¿y qué? Pero sobre todo se enamoran Octavio y Adela, cada uno viviendo en una España, de acuerdo. ¿Por qué no puede ser esto una luz? Ya lo dice el padre de Octavio cuando están en el río pescando: lo mejor que te puede pasar en la vida hay que buscarlo con esperanza y paciencia. De ahí que la caña de su padre vaya pasando por varios comedores, como símbolo de que voy a conseguir algo con paciencia y esperanza: el amor de Adela.

En este momento, interviene Rodríguez Espinel, uno de los productores de Morena Films, que ha colaborado en que 8 haya podido ver la luz:

RE.: Quería comentar que es curioso que el premio que nos han dado en el Festival de Málaga haya sido el del Público. Me llena de esperanza, pues en una sociedad tan polarizada como en la que estamos viviendo, tan crispada, que sea el público el que valore este mensaje de esperanza y de conciliación que tiene esta película me reconcilia con la sociedad. Creo que todavía hay luz, que no todo está perdido en esta sociedad que nos quieren hacer creer que estamos superpolarizados y que no hay solución. 

P.: ¿Qué hizo que la productora Morena Films entrara en la financiación de la película?

RE.: 8 es un proyecto personalísimo de Julio, por el que peleó como un león durante mucho tiempo. Morena Films había producido alguna de las películas anteriores de Medem. Un día acude adonde Álvaro de Longoria, que es otro de los integrantes de la productora, pero él estaba con otros proyectos. Me la pasó a mí. Es mi tercera participación en un largomentraje. Julio quería que Longoria estuviera acompañándonos. Era un reto para mí. En parte yo me dedico a la producción por alguna de las películas de Julio Medem. Era un proyecto que sobre el papel parecía fácil. Longoria me comentó que la historia consistía en 8 planos secuencias que se podía rodar de una manera sencilla (risas). Pero como se puede ver es un reto detrás de otro reto, con ocho secuencias de ocho momentos de la historia de España como telón de fondo. Eso quiere decir que son ocho películas de época con su trabajo de dirección de arte realizado por Montse Sanz. Además, es una puesta cinematográfica a nivel de fotografía complejo, porque además de ser planos-secuencias la cámara no está quieta en ningún momento. 

P.: Pero ¿hubo más complicaciones además?

RE.: Sí, porque trabajábamos con los mismos actores durante los ocho actos [durante 90 años], lo que nos llevaba a unos procesos de maquillaje que al director tan sólo le dejaban una hora de rodaje al día. Ha sido un viaje para valientes, donde hemos encontrado muchos noes tanto de financiadores como de técnicos artísticos. Nos decían que estábamos locos. 


Ana Rujas y Javier Rey, protagonistas de la historia de 8.


P.: Julio, ¿cómo surge la idea de narrar esta historia en ocho planos secuencia con la dificultad que entraña tras siete años sin ponerte detrás de la cámara?

JM.: La idea surge, como surgen en general las ideas en mis peliculas, de una manera subconsciente. Aparto la razón, y dejo que mi versión de niño libre, que nunca crece, como ser creativo, me dé ideas. Quería contar qué podía pasar entre dos personas que, habiendo nacido el mismo día y muy cerca, en dos pueblos pequeños de la Sierra de Madrid, cuál era la fuerza de atracción entre ellos, describir ese hilo rojo invisible, como dicen los asiáticos, que pueden conectarlos. El capítulo 1 fue el germen de 8. Así empecé a escribir la historia: dos personajes nacen a la vez y cuyas vidas hacen un ocho. El número me llevó a pensar en narrarlo todo ello en un plano secuencia, todo de continuo, como escribir el 8. Y de ahí que al contar la historia de ellos, de sus conexiones en el resto de sus vidas, fuera distribuida en 8 capítulos. Y al recorrer los 90 años de ellos, me di cuenta de que también detrás transcurría España, la España de cada uno. En principio no quería contar tanto, sólo la intimidad de dos personas. 

P.: El plano secuencia en el cine es un plano que se supone continuo en el espacio y en el tiempo, pero en tu película no es siempre así.

JM.: Ocurre algo que tiene mucha magia y yo no lo sabía. Fue una sorpresa. Eso de estar creando una ficción, aunque sea con un plano continuo conectado con el tiempo, resulta que es posible lo que llamo la elipsis continuada. En el inicio, que es lo primero que rodamos, vemos las contracciones de la madre del protagonista. Su marido se despierta, enciende la luz, y ella le dice que va a nacer el hijo. Y nace. Han pasado unos minutos. En la vida real es imposible. Sin embargo, tú lo ves todo en un plano secuencia sin interrupción, y lo que sucede lo aceptas aún habiendo una elipsis. Y esto pasa en otras ocasiones en la película.

RE.: Es interesante el proceso que ha experimentado Julio a lo largo de todo el proceso de creación de la película. Durante la fase de postproducción, él se dio cuenta de que no se trataba de hacer un buen plano secuencia, sino de encontrar su propio lenguaje. Lo vemos con el plano en blanco con taconeado flamenco, con la doble pantalla ["split screen"], con otras cosas, lo importante es el lenguaje de Julio y que consigue que la forma de contar la película sea más rica. 

P.: ¿Por qué estamos asistiendo hoy en día a películas que no bajan de dos horas?

JM.: Llevo haciendo películas de dos horas desde Tierra (1996).

RE.: No creo que hay una estrategia previa de producción para que dure tanto. Cada historia necesita su tiempo para ser contada. Lo que creo es que es un error tratar de encorsetar todo en una hora y media porque es lo que el público espera. Si la película está bien contada, la gente aguanta. El público que ha visto esta película nos ha comentado que no parece que dure dos horas porque tiene buen ritmo. Hay documentales de 50 minutos que se te hacen bola

JM.: Cuando comencé como cinéfilo, que lo fui y mucho más que ahora, tenía 18 años y las películas duraban 90 minutos. Hay muchos filmes magistrales con esa duración clavada. Poco a poco empezaron a ser más largas. 




P.: Comentas que antes eras más cinéfilo, ¿qué directores o corrientes te siguen inspirando?

JM.: No estudié en ninguna escuela de cine. Fue mi padre quien me enseñó. Era un cineasta, como se decía entonces, amateur, de 8 mm y super 8. Me enseñó a coger la cámara, a encuadrar y luego a montar. Tenía 14 años pero yo quería ser psiquiatra. Me gustaba mucho el cine, escribía poesía y novela, ahí creció mi parte creativa. Sin embargo, había una parte de mí que me daba vergüenza, era tan tímido... Mi padre me decía que era demasiado buena persona para ser director de cine, "significa ser capitán de barco, tú no tienes nada de autoritario". Le daba la razón. Íntimamente quería ser psiquiatra, por eso estudié medicina. Soy médico aunque nunca ejercí.

P.: ¿Y cómo fue el paso de médico a cineasta?

JM.: En 4º de medicina, empecé en La voz de Euskadi, que era un periódico de Donosti. Me presenté a un concurso de crítica cinematográfica ya que era muy cinéfilo. Me leía todo, incluso guiones de películas que aún no había visto, como las de Bergman, Bertolucci, Truffaut... Escribí una crítica de la película de Fernando Colomo, Estoy en crisis (1988), y a raíz de ello me llamaron para ser crítico de cine con 21 años. Como tenía una cara de crío, tenia un amigo llamado Aitor, de 30 años y con barba, que iba en vespa a Lezo, donde estaba la redacción y entrega ahí las críticas. Así que pensaban que él era Julio Medem, el crítico. Un buen día, en un festival en septiembre, me hallaba en una rueda de prensa tras el pase de La ley de la calle (1983) de Francis Ford Coppola y, de pronto, noto un dedo en mi espalda: "Oye, ¿tú no serás no serás Julio Medem, no?". Era Juantxo, el jefe de cultura de La voz de Euskadi que me había descubierto. Yo ya pensaba ser director de cine, pero me parecía algo... Terminé medicina porque llegué a 4º curso, pero ya realmente entonces decidí que ya no quería ejercer de médico. 

P.: Y entonces diste el salto al mundo del cine.

JM.: Hice mi primer corto [Patas en la cabeza (1985)] en 35 mm. Me ayudó Aiete Films, la productora de Javier Aguirresarobe, Imanol Uribe y de Carlos Berridi. Me ayudaron prestándome todo. Presenté en Bilbao. Aquí había el mejor Festival de Cortometrajes del mundo. Con mi primer corto gané aquí un Mikeldi y me dije que me quería dedicar a esto. Así que fue esta ciudad en la que presenté mi primera película en 35 mm. 





 


martes, 18 de marzo de 2025

3ª edición del Silver Film Festival

 Silver Film Festival, 5 días para disfrutar del cine intergeneracional en Bilbao


El certamen tendrá lugar del 24 al 28 de marzo con películas de los cineastas Helena Taberna, Julio Médem y Daniel Torneo y Maryam Moghaddam.

Cartel de la 3ª edición del Silver Film Festival de Bilbao de 2025



Desde hace tres años, en Bilbao se ha creado un certamen cinematográfico, otro más, cuyo nicho de público es aquel que ha llegado a esa edad en que uno no se siente demasiado joven pero tampoco necesita el tacataca. Como decían los organizadores en sus orígenes, "los nuevos mayores no somos un grupo de personas que consumen servicios y a las que hay que cuidar". Bueno, no sólo eso. 

El lema de este año es la intergeneracionalidad, pero me temo que cualquier cosa valdría para montar un sarao cultural y disfrutar de su programación, sobre todo si lo organizan los "silvers": proyecciones con coloquio compuestas por 5 cortos y 3 largometrajes.


Fotograma de la deliciosa película iraní Mi postre favorito.


En su tercera edición, la gala de inauguración será en el Teatro Arriaga, durante la cual se entregará un premio a la cineasta navarra Helena Taberna y concluirá con la proyección de la película iraní Mi postre favorito de Mariam Moghadam y Behtash Sanaeeha. La vi el pasado año en la Seminci de Valladolid y, contra todo pronóstico, me pareció una hermosa historia de amor entre Mahín, que vive sola en Teherán desde la muerte de su marido y un taxista al que conoce en un bar.  

No sé qué méritos habrá tenido la directora navarra, pues su filmografía ha sido de color plata tirando a gris. Lo único reseñable es una obra sobre la figura de la ex etarra Yoyes y otra de la guerra civil titulada La buena nueva. Si hubiera rodado algo al mismo nivel que la iraní, entendería ese reconocimiento. 

Se justifica, según la organización, por ser una mujer "cuyo cine refleja una constante búsqueda por visibilizar historias de carácter social que necesitan ser contadas, especialmente aquellas relacionadas con el terrorismo, la memoria histórica, la situación de los refugiados o los derechos de las mujeres". Como ven temas de candente actualidad.

Su última película, Nosotros, se verá el jueves día 27 de marzo en los Golem. Se estrenó en febrero y fueron a verla menos de 3.000 espectadores. No se trata de desmotivar, sino de mostrar que la película no ha sido un éxito precisamente. Habrá coloquio posterior con la realizadora, por si les interesa preguntar algo. Nosotros reconstruye la historia de un amor empezando por su final: Ángela y Antonio son una pareja que, como tantas, se enamoró, vivió una ilusión, tuvo hijos, se esforzó para no rendirse y cayó varias veces. Cuando el amor termina, surgen las preguntas: ¿dónde se torció todo?, ¿cómo hemos acabado así? En un viaje por las luces y sombras de su relación, Ángela y Antonio luchan contra la precariedad, las interferencias del deseo o la idealización del amor

Buena pinta tiene Crossing de Levan Akin sobre la necesidad de encontrar una familia, aunque no sea la formada por la sangre. Se proyectará el martes 25 de marzo a las 11:00 en el Guggenheim y habrá coloquio. También querría destacar que en el mismo escenario a las 19:00 habrá una charla dirigida por Ana Ibáñez, que es una reconocida neurocientífica en España por su dedicación al entrenamiento cerebral para el alto rendimiento profesional y deportivo. Es, además, piloto de helicóptero, conferenciante, formadora y autora del bestseller Sorprende a tu mente.

El miércoles 26 de marzo, a las 18:00 en el Museo Guggenheim, tendrá la proyección de la última película de Julio Medem, 8, con coloquio posterior con el realizador donostiarra. Narra la historia de Octavio y Adela conectadas a través de encuentros y desencuentros. Una historia de amor en forma de 8 que transita por ocho épocas decisivas de la historia reciente de España como telón de fondo. Veremos si levanta el vuelo Medem, ya que hace tiempo, desde La pelota vasca (2003), su obra no ha tenido casi repercusión.

Se podrá ver la última película de Julio Medem, 8



Por último, el viernes 28 de marzo se pondrá punto final con dos proyecciones en los Golem de la Alhondiga. La primera es el documental Saturno de Daniel Tornero, que trata sobre la figura paterna desde varios puntos de vista. Y a las 19:30 tendremos una obra maestra: Una historia verdadera del recientemente fallecido David Lynch. Podremos disfrutar en pantalla grande de la historia de Alvin Straight, un jubilado que recibe la noticia de que su hermano ha sufrido un infarto. Pese a las dificultades, Straight decide ir a verlo a Wisconsin en el único medio de transporte del que dispone: una máquina cortacésped. Sabe que será la última vez que lo vea con vida.







lunes, 17 de marzo de 2025

¿Comedia o drama?

 Brian Murphy ha muerto, ¡vivan los Roper!




Una de mis numerosas ex me afirmaba que la serie británica de los setenta, George & Mildred, no le gustaba nada porque era muy triste. Me sorprendía tal afirmación cuando a nadie se le ocurriría desetiquetarla de comedia. En fin, supongo que Freud tendrá una respuesta para tal afirmación, pero no estoy por la labor de llamarle.

Su protagonista masculino, Brian Murphy, que interpretaba a George, falleció el pasado 2 de febrero. Y ahora, delante de su lápida, me siento obligado a escribirle algunas palabras de cariño. Bueno, a él y a su encantadora y adorable esposa, Yootha Joyce que interpretaba a Mildred, fallecida en 1980 como consecuencia del alcoholismo. Ha tenido que esperarle casi medio siglo para yacer juntos en mi imaginaria tumba. Me hicieron muy feliz.

Los Roper, así se llamaron en España cuando se emitieron entre 1979 y 1981 por la TVE, fue una serie de 36 episodios. El primero de ellos, Cambio de domicilio, tuvo lugar en La 1 a las 11 de la noche un viernes 12 de enero de 1979. Su duración, como la del resto de los episodios, no alcanzaba la media hora. Después de las últimas noticias, la emisión acababa un poco más allá de las 11:30. Pantalla en negro. No había más canales, ni internet, descartado el uso del  teléfono a esas horas... ¿Se imaginan? Supongo que la radio era la única compañía, mientras uno esperaba a ser vencido por el sueño en la cama. O leer un libro debajo de la sábana si era pequeño.



Programa de televisión que aparecía como suplemento
en el periódico El Correo español-El pueblo vasco


Mildred y George eran una matrimonio mal avenido, incompatibles diríamos hoy. Aunque en aquellos tiempos, en Inglaterra existía la ley del divorcio (no como en España) los magníficos guionistas, Johnnie Mortimer y Brian Cooke, siempre evitaban la ruptura de la pareja. Los diálogos, paradójicamente, eran crochés a la mandíbula de George propinados por Mildred. Y este los evitaba con pasos hacia atrás o con algún deslavazado jab. Ella era la que le reprochaba su falta de ambición, su egocentrismo, su escaso interés por trabajar, e, incluso, por no tener algo más de vida sexual. Vamos, George pertenecía más al reino Plantae que al Homo Sapiens.

Cuando asisten al departamento de orientación matrimonial, la orientadora les pregunta por las cosas que tienen en común, y, tras reflexionar un buen rato ambos en silencio, George responde: "Es difícil... ¡A ninguno de los dos nos gusta la sopa de fideos!". Y la esposa exclama: "¡A mí sí, George!". "A parte de ella, quería decir", replica George. "Pasamos mucho tiempo hablando de la televisión. Ella no quiere verla y yo sí. A mí me gusta mucho". Ella le reprocha que se queda pegado al televisor desde la carta de ajuste hasta el poema final, de tal modo que cuando le apaga el televisor le salen ampollas en la mano (¡de lo caliente que está el aparato!).

La orientadora ve que son un poco incompatibles. Les pregunta por sus relaciones sexuales:

Mildred: ¡Ajá! Vamos a ver, ¿le contestas tú o contesto yo?

George: Esa parte de nuestro matrimonio es muy privada.

Mildred: Ya lo creo, la mitad de las veces ni siquiera yo la conozco.

George: Cumplo con mi deber —con tono de pavo real algo herido.

Orientadora: Señor Roper, no debe pensar en ello como un deber. 

Mildred: ¡No le diga eso! Es la única salida que tengo. No me importaría tanto si alguna vez fuera algo romántico y me sacase.

George: Hace poco te saqué y te llevé a la lucha libre.

Mildred: Sí, y eso me hizo recordar lo que me estaba perdiendo. ¡Nunca me lleva al teatro ni al cine ni a bailar! No le gusta bailar.

George: ¡Sí me gusta! He visto todas las películas de Fred Astaire.

Mildred: Y por si fuera poco, ahora descubro que hay otra mujer.

Orientadora: ¡De verdad?

Mildred: Sí, Dorothy.

Con este pequeño fragmento del capitulo 16 titulado Las cartas de Dorothy quería recordarte, George, que siempre me diste a entender que la base para un matrimonio feliz es la incomprensión mutua

Otra columna de esta sitcom, ahora se les llama así, era la familia Fourmile, matrimonio de clase media que comparten jardín con los Roper en el barrio residencial de Hampton Wick. La serie alternaba en montaje alternado historias de ambas familias, con situaciones de concurrencia ocasionalmente. 

Él, Jeffrey Fourmile, era un estirado, petulante, maniático del orden y partidario de los conservadores. En frente está George, holgazán, vive del subsidio, es torpe, algo infantil -hoy diríamos inmaduro- y que vota a los laboristas, ya saben, conciencia de clase. Los binomios antagónicos siempre son una fórmula que funciona en la dramaturgia.

En la pluma de los guionistas, las que salen bien paradas siempre son las mujeres, en este caso, Mildred y la mujer de Jeffrey, Ann, que siempre está dispuesta a la sororidad con aquella. Pensándolo bien, ahora que los tiempos son femeninos, tengo la convicción de que Los Roper era una sitcom feminista. Tal vez por eso la estrenaron en el tramo de noche. No tenia dos rombos, pero el horario de programación la hacía sospechosa, atrevida. 

La voz cantante al final siempre la llevan ellas, aunque no trabajen y se dediquen a sus labores. La modernidad  la encarnaba Mildred, con sus ganas de prosperar en todas las facetas, relacionarse socialmente, de desarrollarse como persona y no sentirse estancada como le pasaba a su marido, siempre delante del televisor, jugando a las apuestas, yendo al pub o dando de comer a su pez Moby Dick.

Otra muestra de que los guionistas se decantaban por ellas. En el capitulo comentado, vemos cómo Ann desea tener un segundo hijo, pero Jeffrey piensa que no es lo que desean ("habría destrozado nuestra vida, no habríamos podido salir de vacaciones"). En una escena posterior, de noche, Jeffrey regresa al salón tras haberle leído un cuento a su hijo. Allí se halla en el sofá su esposa maquinando mientras lee una revista:

Jeffrey: Estoy deseando conocer el final del cuento —le comenta sentándose en la butaca.

Ann: Aprovecha ahora que es pequeño. Ya no tendrás a otro al que puedas contarle cuentos.

Jeffrey: ¿Qué quieres, que tengamos otra discusión por este asunto?

Ann: ¡En absoluto!

Jeffrey: ¡Mejor!

Ella le recuerda que le ha preparado una cita mañana para que se haga una vasectomía. De modo, que ya no podrán tener un segundo hijo, que es lo que él quiere, pero ella no. El matrimonio, como el de George & Mildred, es un combate de boxeo donde los asaltos de poder se suceden. Ann sabe que su marido es un pusilánime y lo sabe aprovechar en su combate por el triunfo de ser madre en una segunda ocasión,

Ann: Me han dicho que no duele nada. Solo anestesia local y "tris tras".

Jeffrey: ¿Tris tras? —cruzando las piernas con muecas de dolor.

Ann: Puede que sean  tres. ¡tris, tras, tris!— insiste con indudable intención.

Jeffrey: ¡No me lo recuerdes!

Ann: Luego te cosen...

Jeffrey: ¡Que me van a coser?

Ann: Naturalmente, no te lo van a hacer con pegamento, Jeffrey. Mañana, a las dos.

Jeffrey: Sí, bueno... Pero todavía no me he decidido del todo, ¿sabes? Estas cosas no se pueden hacer a tontas y a locas— arguye mientras da vueltas alrededor del sofá donde está su mujer disfrutando de su argucia femenina—. Es un asunto muy importante y... muy complicado.

Ann: No lo creas. ¡Tris, tras!

Jeffrey: Creo que lo de mañana es muy repentino.

Ann: ¿Crees que deberías aplazarlo un mes o así?

Jeffrey: ¡Oh, sí! O quizás un poco más tarde. ¿Un año?

Ann: Oh, Jeffrey, ¿por qué no nos acostamos pronto y lo discutimos?—le susurra mientras le abraza sensualmente.

Jeffrey: Muy buena idea.

No hace falta decirte, George, que más adelante, el segundo retoño aparecerá en un capítulo. En fin, os dejo a los dos, ahora que compartís cementerio, para que sigáis discutiendo de vuestras cosillas. Creo que ha sido buena idea el reposar en tumbas separadas. No creo que eso os haga feliz. Ahora se lleva eso de cada uno en su casa, y Dios en la de todos. Bueno, el dicho es más viejo que la pana, pero es lo que se lleva ahora: cuando uno cree que es compatible, tras convivir juntos, tener hijos y pagar hipoteca, se casa.

 Ahora que lo pienso mejor, Los Roper sí que era una serie triste. De alguna manera, a mi alrededor, veía muchos matrimonios parecidos, que estaban como el perro y el gato. Sin embargo, ver los problemas en pantalla, con esos diálogos magníficos creados por Mortimer y Cooke, te hacían sonreír. Y si te hacen sonreír es una comedia... amarga, pero comedia.

Por cierto, la Dorothy que se menciona en ese capítulo era la actriz Dorothy Lamour, actriz que rodó una serie de comedias populares en los años 40 con Bob Hope y Bing Crosby. La buena de Mildred creía que aquellas cartas eran prueba de inequívoca del adulterio de su esposo. Pero George tan solo puede mantener relaciones idílicas. La coyunda no es lo suyo. 




domingo, 9 de marzo de 2025

Georges Bizet

 Un paseo hacia el Auditorio bilbaíno

 
 

 
 
Cojo el metro de Bilbao para ir a... Bilbao. Es un sábado, lo cual, para una persona que ya empieza por razón de los años a convertirse en un espectro, es el mejor día para contemplar -sin ser visto- a las muchachas que van en el vagón. Porque aunque sea 8M, los sábados siguen imponiendo su ley: se visten para follar (o ser folladas). Así que veo parejas jóvenes y no tan jóvenes abrazadas, acarameladas, a grupos de lolitas excitadas, parloteando, cogidas todas a ese falo llamado "smartphone". Mi mirada trata de concentrarse en la lectura de Oscar Wilde, La decadencia de la mentira: un comentario, pero los escotes, las minifaldas, el rímel en los ojos, los taconazos, los disfraces de peor o mejor gusto, no dejan de pugnar con la lectura. Es un día de Carnavales, bueno, es el sábado posterior a los Carnavales. Gusta alargar la juerga. Antes esto de disfrazarse tenía su puntito de rebeldía (¿contra la autoridad, contra la Iglesia?), pero hoy es hedonismo lúdico puro y duro. En la Edad Media, la Iglesia propuso una etimología de Carnaval: carnem-levare, que significa abandonar la carne (la de la olla, claro). Pero hoy en día es la glorificación de la otra carne. Ya me entienden.

La cita es a las 20:45. Como he llegado pronto, me presto a dar vueltas por Rodríguez Arias, Licenciado Pozas o José María Escuza. Me paro delante de un escaparate de una tienda de deportes. En ella veo una bicicleta a 2.500 euros. Un peatón que se ha parado a mi lado me hace notar la barbaridad de los precios. Y le contesto: "Con ese precio, uno no debería dar pedales". Se sonríe de la ocurrencia y prosigue su trayecto.

En la calle José María Escuza, están los cines Multis-7. Compruebo que, a pesar no de no haber ido en varios años, sigue teniendo el mismo aspecto y la misma desolación ante el desierto de espectadores ante la taquilla y en el vestíbulo que cuando iba. La taquillera me mira. No le doy oportunidad de entablar comunicación visual y le doy plantón.

 


 

Al lado, está el bar Pandrino's. Los motivos cinéfilos (ya saben, fotos de Bogart, Ingrid Bergman y otros actores clásicos) han sido sustituidos por otros motivos más acordes con los tiempos: los del Athletic Club.

Doblo la esquina por Licenciado Poza. Compruebo que la boutique, donde me quedaba contemplando su escaparate antes de entrar al cine, ha desaparecido. Era pequeña, todas lo son, pero su escaparate mostraba una ropa interior delicatessen. Afloraba en mí momentos de sublime lujuria, de intensa emoción que acababa cuando me decía que seguía "soltero". Ahora, es una Beauty nails, que es lo que llevan las mozas del vagón del metro: uñas largas y perturbadoras. Como bien decía el bueno de Bob Dylan en su canción, the times they are a-changin.

 

 

A veces me paro en escaparates que, por su luz y contenido en el interior, me llaman la atención. Llueve y cuando voy a sacar la foto aparece una pareja que ahuyenta la soledad de la instantánea e, incluso, la romantiza.

 

 

 

 

  Sigo calle abajo, y compruebo con satisfacción que aún quedan pequeñas librerías. Su escaparate es un síntoma de resistencia. Dos flexos iluminan con cierta lobreguez un apiñado fondo de entre los que destaco: La condición humana de André Malraux y el superventas Gente tóxica de Bernardo Stamateas.

 

 

 

Es hora de entrar en el Palacio Euskalduna. Me gusta entrar por la puerta de babor de esta imponente sala, antes astilleros (industria por cultura). Desde que se inaugurara en 1999, la pared del vestíbulo lateral empieza a mostrar signos de su pasado todavía reciente: fotografías de los más ilustres artístas relacionados con la música. Pero hay dos que tienen más relación con el cine: Woody Allen por su clarinete y José Coronado que se le ve ¿recitar o cantar?


 

 

 

 

En la proa de este enorme navío que contiene un auditorio en su interior, la fecha de su botadura, Bilbao, 19 de febrero de 1999, y una lista de los que nacieron ese día en Bizkaia. No encontrarán el mío. ¿Qué serán de ellos ahora con un cuarto de siglo?

 

 


 

 

 

 Sigo haciendo un poco de tiempo. Y me saco otra fotografía mirando desde la figurada cubierta del barco. Ahí está la Ría de noche y si afinan la mirada el fantasma en el que me estoy convirtiendo.


 La cita es con Georges Bizet, compositor de música francés. Les vendrá a la cabeza la que le hizo famoso en vida: la ópera Carmen. Pero en este evento llamado "Musika-Música", he elegido por 15 módicos euros, escuchar su Sinfonía nº 1. Bizet la compuso cuando tenía 17 años en 1855 y tardó un mes. ¿Qué hicieron ustedes con esa edad? Las que veo de Carnavales en el vagón ya me lo dice todo. Pero, ¿y ustedes? En mi caso llevé a Astrabudúa la representación de una obra de teatro. Creo que era la primera vez que se veía teatro en ese lugar abandonado, no tan infernal como la Comala de Juan Rulfo pero sí más contaminada. Era una mierda de obra. Lo reconozco. Pero una mierda teatral que tuvo su gran éxito, no como el pobre Bizet que en apenas 36 años de vida no tuvo ocasión de probar apenas las mieles del éxito.

Bizet compuso la sinfonía en 4 partes, como mandan los cánones, y la duración apenas llega a la media hora. La escribió mientras estudiaba en el Conservatorio de París. Sin embargo, nunca quiso saber nada de ella. No existe mención en su correspondencia y para sus primeros biógrafos era desconocida. ¿Por qué? Vaya usted a saber.

Tres de los cuatro movimientos, llevan el nombre de: Allegro vivo, allegro vivace y finalle, allegro vivace. Como ven los 17 años del mozo y la energía vital que conlleva esa edad están presentes en la obra. Mientras escucho el primero, me imagino a Bizet yendo por las calles parisinas atestadas de gente, carromatos, carrozas y demás caballeriza con ese frenético ajetreo del día a día rumbo a su conservatorio. Necesito acoplar imágenes al audio. La abstracción de la música se me hace difícil. Es como no acompañar un plato con una copa de vino. ¿Les pasa a ustedes?

Sin embargo, me quedo con el segundo movimiento, que lleva la denominación de andante, adagio. Llevo dándole vueltas al majín intentando descubrir en qué película he oído ese tema melódico. Se lo pongo a ustedes por si alguien lo recuerda. Yo desisto. Una oleada suavemente in crescendo de violines y violas tiene su contrapunto con los oboes y el fagot. Cuando todo parece ir desplomándose con una sucesión de  pizzicatos, aparece un sólo de oboe. Luego más pizzicatos con los instrumentos de cuerda a modo de gotas de lluvia. Me entra la melancolía. Tal vez Bizet recordaba un desamor de  juventud mientras componía este adagio para esta parte. A saber.

https://youtube.com/clip/UgkxAKHr5jH83BRUp0x3FT1v0KJ3SGSvjrP2?si=iQP_S23xxRJJmuwp  

 

 


Al inicio del concierto, había inmortalizado el momento antes de que entrase a escena el director de la Orquesta de Galicia, Andrew Litton, a cuyos andares les vendría bien el cuarto tema titulado En la gruta del rey de la montaña que corresponde a la suite Peer Gynt, que tuvimos la ocasión de escuchar previamente a Bizet. 

De la suite Peer Gynt, es fácil crearse imágenes para la primera parte titulada La mañana. En esos momentos, me imaginaba a una fiel lectora escuchando a primera hora del día el tema, mientras por la ventana de la cocina los primeros rayos de sol entraban para besar su cabello azabache. Su marido dormido, mientras su deseo de Carnaval volaba fuera del hogar. "Y que sea lo que Dios quiera", se decía a sí misma mientras se moja las ganas en el café, magdalenas del sexo convexo...

La vuelta en metro volví a ese estado delicuescente y fantasmal. Una muchachita con botas altas y falda corta entra en el vagón y se pone a mi lado dándome la espalda. Recordé en esos momentos unas palabras de una compañera de trabajo que había sobrepasado la sesentena: "A partir de esa edad, una mujer se vuelve invisible". También los hombres, también.

De camino al bar Stop de Astrabudúa, rememoré que este año la ganadora del Oscar a Mejor Interpretación había sido para la veinteañera Mikey Madison por Anora. Frente a ella, los espectros Fernanda Torres de 59, Demi Moore, 62 años, y las cuotas de wokismo espectral en Hollywood: Karla Sofía Gascón de 52 años y Cynthia Erivo de 38.

Con una copa, o más, a veces podemos creernos que nos encarnamos de nuevo. Parafraseando a Oscar Wilde: si la Naturaleza hubiera sido más benévola con la vejez, la humanidad nunca habría inventado el arte para consolarnos del destino funesto que a todos nos espera. Gracias, Bizet; gracias, Edvart Grieg.


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