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viernes, 21 de noviembre de 2025

Libro: Los últimos artesanos

Un libro producto de conversaciones con colegas




Esta semana ha caído entre mis manos un libro titulado Los últimos artesanos de Imanol Rayo. En la cubierta nos informa más detalladamente de que se tratan de conversaciones mantenidas con los directores Pedro Olea (Bilbao, 1938), Imanol Uribe (San Salvador, 1950), Enrique Urbizu (Bilbao, 1962) y el colectivo Moriarti, formado por José Mari Goeneaga (Ordizia, 1976), Jon Garaño (Astigarraga, 1974) y Aitor Arregi (Oñate, 1977). Lo edita Erein y contiene 214 páginas.

Imanol Rayo es un director de cine nacido en Arbizu en 1984. Con tan sólo 27 años –dos más que Orson Welles cuando realizó Ciudadano Kane (1941)– realizó su primer largometraje: Bi anai (Dos hermanos, 2011), una adaptación del relato breve homónimo de Bernardo Atxaga. Entró con buen pie, pues fue seleccionada para ser proyectada dentro de Zinemira (escaparate de la mejor cosecha del cine vasco) del Festival de Cine de San Sebastián ese año. Además, logró ganar el Premio Zinemira. Se estrenó el 11 de noviembre de 2011 y tan sólo la vieron en cines 3.500 espectadores.

Supongo que Imanol Rayo se llevaría una decepción (o no). Tardó nueve años en levantar un segundo proyecto que se tituló Hil Kanpaiak (Campanadas a muerto, 2020), que competió en el mismo festival pero en la sección Nuevos Directores con menos suerte. La historia está basada en la novela 33 ezkil, de Miren Gorrotxategi, que comienza con la aparición de un cráneo en los terrenos de un caserío. El estreno en cines en noviembre de 2011 supuso que 7.000 espectadores se rascaran el bolsillo para verla. 

No creo que este libro supere las cifras dadas en sus películas, pero lo merecería. Según el prólogo firmado por Miguel Zozaya Fernández, Rayo con este trabajo «nos acerca a cuatro cineastas (uno de ellos tricéfalo), cuatro generaciones y sus distintas maneras de entender y practicar el oficio cinematográfico en el contexto vasco y español». Imanol Rayo se sirve de un género (o subgénero) no muy frecuente en el panorama editorial como es el de la entrevista en profundidad, siguiendo la estela de una obra cumbre sobre el cine como es El cine según Hitchcock (Le Cinéma selon Alfred Hitchcock, 1966) de François Truffaut, un libro de entrevistas que recoge las conversaciones que mantuvieron el director inglés y el cineasta francés.

Creo que el público objetivo al que va destinado esta obra es aquel lector que tenga un interés previo por el cine y, aunque en ocasiones se hable de cuestiones técnicas, esto no es óbice para seguir con sumo interés las declaraciones a las preguntas de otro compañero de oficio como es Rayo.

De todos los cineastas que ha reunido en el libro, los integrantes de Moriarti (productora nacida en 2000 en Urnieta donde se conocieron) son los únicos que empezaron a hacer cine en el siglo XXI. Es por ello y, sobre todo, porque han estrenado hace ocho semanas su última y sobresaliente obra, Maspalomas (habiendo atraído a las salas en ese tiempo a 120.000 espectadores).  


De izq. a dcha: Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi


Rayo lanza preguntas de sumo interés y Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi responden con no menos atractivo. Quiero exponer algunas pinceladas de lo que contiene esta entrevista a tres de los directores no ya más sobresalientes del panorama vasco (en Madrid no se les conoce por sus nombres sino por los de sus películas o por los Vascos) sino de la cinematografía española.

Así les pregunta si cada película es el reflejo del tiempo en el que se ha creado. Jon Garaño contesta que «cuando se rueda una película histórica se narra siempre desde el punto de vista actual, ¿no? Es muy bonito ver de nuevo cómo se trabajaban las distintas épocas en las películas antiguas... la ciencia ficción, el futuro, la antigüedad». Rayo reflexiona sobre que «las películas históricas son documentales de la época en la que se hicieron, más que de la época que retratan». Los Moriarti se enzarzan en una interesante reflexión, pues hay gente que aunque vive en el presente, razona como si fuese de otra época, como si tuviera una pie en el pasado. Y en el cine, según cómo se la visión del director, puede que conecte con la realidad presente o pasar de ella. Y ponen un caso concreto: «En el cine podemos encontrar un "José Luis Garci". Pero, por otra parte, no es el mismo Garci el de la película El crack de 1981  –que trata de la realidad del momento– que el de El crack cero de 2019  –que es una peli "retro", de época y nostálgica–. Garci, como ser humano, ha cambiado su pensamiento, su visión de las cosas...». Rayo participa en esas reflexiones añadiendo en este caso que creía que «tras terminar Asignatura aprobada, Garci comentó que no le interesaba más tratar el presente y que, desde entonces, haría películas de época».

Pregunta Rayo sobre la influencia cinematográfica de los Moriarti, a lo que Goenaga responde que «si tengo que mencionar una influencia, sería Hitchcock». Jon Garaño comenta que «muchas veces nos han preguntado cómo empezó nuestra cinefilia y decimos siempre que Goenaga y yo vimos en los 80 un ciclo sobre Hitchcock en TVE que nos marcó. Fue un descubrimiento increíble. Eso y haber leído el libro de Truffaut, Le cinéma selon Alfred Hitchcock». Eran tiempos en los que ver la tele y leer un libro formaban… y servían para despertar vocaciones. 

En las 50 páginas que abarca la entrevista a los autores de Loreak, se hace un repaso por asuntos como la influencia de otros realizadores (Spielberg), el estilo cinematográfico, la autocensura, los ensayos, el orden del rodaje, la puesta en escena, cuántas tomas hacen, el formato de pantalla usado, semanas de rodaje… «La mayoría de las veces, nuestras películas se han rodado entre seis y ocho semanas. Bueno, para Handia fue un poco más, 8 y 1/2. En Loreak y 80 egunean fueron seis semanas, pero incluyendo sábados. Y Marco fueron siete sin sábados –ya se nota que no son bibliotecarios y que empiezan a ser realizadores consagrados–. 


Handia la vieron en sala 39.000 espectadores y obtuvo 10 premios Goya


No faltan tampoco anécdotas sobre si prefieren localizaciones reales, en decorados o en una combinación de ambos. Aitor Arregi comenta que «en Handia recuerdo cuando rodamos en el Palacio de la Diputación en Bilbao. El exterior era “Londres nevado” y el interior “el Palacio de la Reina en Madrid”. Cuando terminamos la secuencia exterior, subimos arriba y vimos el interior… fue un subidón increíble. Sabíamos adonde íbamos, pero no lo conocíamos. Y esto fue una hora antes de rodar. Una Epifanía total». 

Si usted quiere visitar el Palacio de la Diputacion Foral de Bizkaia y ver dónde se rodó la escena con su majestad la reina Isabel II con el gigante de Altzo, puede solicitar una visita guiada al teléfono (+34) 94 608 35 37. Es gratuito y la duración es de 45-60 minutos. 

En frente está la Biblioteca Foral donde disponemos de un ejemplar del libro que les hablo por si no quieren gastarse el dinero y desean echarle una hojeada. 

Yo , si Imanol Rayo no me envía uno gratis por este artículo, iré a comprármelo a una librería… como se hacía en el siglo XX. Soy de los que aún les erotiza el sonido de cámara que hacen las páginas al pasarlas. Cosa de viejos.  

 

 

 

 

 

domingo, 16 de noviembre de 2025

Porque te vas

 Porque te vas o por qué te vas

 


 

Esta semana he leído en X que el periódico El País ha sacado un listado de los 50 mejores libros españoles del último medio siglo, es decir, desde 1975 a 2024. No sé si es una relación por orden de calidad o simplemente están los 50 mejores sin mayor elucidación. Me alegra saber que, aún habiendo muchos que no he leído, están presentes algunos que recientemente acabo de leer o que he leído en estos últimos años y cuya sombra todavía me cobija ante esta sombría vida. Algún lector se preguntará cómo puede uno cobijarse bajo la sombra de otra sombra. Cosas de la literatura.

En el primer lugar, aparece la novela Corazón tan blanco de Javier Marías. Confieso no haber leído nada del madrileño. En mi estantería están, a la espera de que un lector monte en su locomotora e inicie la aventura lectora, esta misma obra, –en cuya faja puedo leer que "el mejor homenaje es leerlo"–, la de título tan hermosamente poético, Mañana en la batalla piensa en mí, y una de sus últimas novelas antes de morir en 2022: Los enamoramientos.

En segunda posición, aparece Crematorio de Rafael Chirbes, también fallecido, un poco antes, en 2015. Existe una serie que se hizo de esta maravillosa obra que todavía uno tiene pendiente de ver. Hubo un tiempo en que recomendaba su lectura a  todo dios para saber cómo era la España del pelotazo urbanístico y cómo estalló todo en la crisis de 2008.

Este año, sabiendo que Alberto Rodríguez iba a estrenar en el marco del Zinemaldia una serie, adaptación de la obra literaria, me leí Anatomía de un instante de Javier Cercas que escribió en 2009. Se trata de una crónica o ensayo histórico novelado y muy bien documentado sobre el fracaso del golpe de estado en España en 1981. Todavía tengo pendiente de ver la que dicen es una magnífica traslación de Alberto Rodríguez con Álvaro Morte, Eduard Fernández y Manolo Solo encarnando a figuras políticas cruciales de la Transición: Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y el teniente coronel Gutiérrez Mellado.

Y qué decir de Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, que el mismo año en que se publicó (2004) tiene el desparpajo de fallecer. Aunque hace años leída, todavía me queda ese grato sabor de su lectura sobre un matrimonio cuyo marido en 1940 todavía tiene que esconderse en el hueco de su dormitorio so pena de sufrir las represalias del régimen; lectura algo amargada por haber visto después una floja versión homónima en la pantalla dirigida por José Luis Cuerda.

Sorprende ver una historia gráfica titulada Arrugas de Paco Roca, publicada originalmente en 2007 por la editorial francesa Delcourt, y que luego pasó a una versión animada que tuvo muy buena aceptación, incluyendo dos Goya a mejor película de animación y guion adaptado.

Aparece también Obabakoak de Bernardo Atxaga, cuya adaptación al cine la llevó sin mucha repercusión, aunque se presentara en el Zinemaldia, Montxo Armendariz con el título Obaba. Mayor acierto al cine (transformada en sobresaliente serie) tuvo Patria de Fernando Aramburu, que pude degustar en plena pandemia de Covid en 2020, con mascarilla incluida y sin ir al baño porque no había descanso en el Kursaal, en aquel Zinemaldia sin público y con la prensa sentada a metros de distancia unos de otros.

Un amor de Sara Mesa también está en el listado para mi sorpresa y cuya traslación al cine por Isabel Coixet en 2023 me dejó aún más frio y desencantado. Como no podía faltar, ahí están los nombres de gente muy apegada al periódico: los Almudena Grandes, Carmen Martín Gaite, Antonio Muñoz Molina, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas, María Zambrano...

Por eso me sorprende, aunque no debería porque es magnífico, que esté la obra de Francisco Umbral –fallecido también, en 2007– y que estoy leyendo en estos momentos: Mortal y Rosa. Es una obra híbrida, con fragmentos propios de memorias, monólogos, diarios personales y prosa poética hermosamente escrita.

Quiero transcribir un fragmento:

«En la noche, cuando el mundo se reduce al redondel de luz de la lámpara, y todo el resto del mundo es incógnito, extenso en círculos de sombra y nada, de astros y fábricas, abro un libro y quedo ahí, preso en la luz, leyendo. ¿Qué hago yo con un libro en la mano? ¿Qué es un libro? Un objeto rectangular, una caja, practicable, una sucesión de signos monótonamente ordenados. El libro es sólo el pentagrama del aria que ha de cantar el lector. En el libro no hay nada. Todo lo pongo yo. Leer es crear. Lo activo, lo creativo, es leer, no escribir. De esos signos, de esa tipografía hormigueante y seca, mi imaginación levanta un mundo, kun bosque, una idea, y continuamente salen volando pájaros de entre las páginas del libro».


Hace un rato, mientras meditaba escribir todo esto, pasé por la lavandería de mi barrio. Vi a una pareja de jóvenes que esperaban a que la lavadora industrial les devolviera la ropa limpia de los escarceos amorosos de la tarde de un domingo. Ella le decía: «Siempre he admirado a quienes escriben». Y él, mientras ella dejaba caer su cabeza sobre el hombro del muchacho, le respondía: «Yo, a los que leen… porque es lo creativo».

Y me preguntaba en esos momentos: ¿habría leído a Francisco Umbral? Descarté la idea por su juventud –me temo que los jóvenes de ahora leen menos– y seguí rumbo a casa sin pasar por el bar Stop para escribir este artículo, sabiendo que todavía de los 50 libros me quedan muchas noches reducidas al redondel de la luz de la lámpara. 

Y en el patio, mientras tecleo en la máquina de escribir, escucho en la lejanía la letra de una canción: «Hoy en mi ventana brilla el sol. Y el corazón se pone triste contemplando la ciudad porque te vas». Siempre tuve dudas de si era "por qué te vas" o "porque te vas", pues tal y como lo pronuncia Jeanette, a la que descubrí en la película de Carlos Saura, Cría cuervos, se hacía difícil de discernir.

Y en eco apagado, un verso de la canción me llega ya apenas audible: 

Bajo la penumbra de un farolSe dormiránTodas las cosas que quedaron por decirSe dormiránJunto a las manillas de un relojEsperaránTodas las horas que quedaron por vivirEsperaránTodas las promesas de mi amor se irán contigoMe olvidarás.

 

Zinebi 2025

58 películas competirán en la 67ª edición del Zinebi de un total de 156 películas de 44 países 


Ana López, Joseba Lopezortega y Gonzalo Olabarria en la presentación de la 67ª edición de Zinebi


El pasado lunes 3 de noviembre tuvo lugar en el Ayuntamiento de Bilbao la presentación de la 67ª edición del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, Zinebi 2025. En la rueda de prensa estuvieron el concejal de Cultura y Gobernanza, Gonzalo Olabarria, la directora de Promoción de la Cultura del Gobierno Vasco, Ana López, y el director de Zinebi, Joseba Lopezortega.

Este año el certamen arrancará el 21 de noviembre en el Teatro Arriaga, donde tendrá lugar la entrega de sendos Mikeldi de Honor al cineasta bilbaíno Pablo Berger y a la productora Esther García, que el pasado septiembre recibió también el Premio Donostia y en el que aprovechó para agradecer el detalle al Zinemaldia de "abrir el Premio Donostia a una disciplina tan poco visible como la producción". Esther García lleva desde 1986 vinculada a la productora El Deseo de Pedro y Agustín Almodóvar y en la que ha participado desde entonces en todos los proyectos del cineasta manchego. 

Pablo Berger es un cineasta bilbaíno, autor de una filmografía "coherente, arriesgada y profundamente humanista", reza el comunicado. "Berger ha sabido unir tradición y modernidad, emoción y pensamiento, humor y melancolía", añade. 

Berger recogerá el Mikeldi de Honor en la gala de inauguración del 21 de noviembre y Esther García lo hará en la gala de clausura de Zinebi el 28 de noviembre.

En total se han programado 156 películas procedentes de 44 países, de las que 132 son cortometrajes (con una duración máxima de 30 minutos), 6 son mediometrajes (entre 30 y 60 minutos) y 18 son largometrajes (duran más de 60 minutos). De los 156 filmes, el 44% está dirigido por mujeres frente al 56% por directores. Además, 41 películas son de producción vasca: 33 cortos, 6 mediometrajes y 2 largos.

Como en anteriores ediciones, las proyecciones se agrupan en dos apartados diferenciados: Sección Oficial y otras proyecciones. En el primer apartado está el Concurso Internacional de Cortometraje; en el segundo se incluyen  la sección Beautiful Docs-Panorama de Documentales del Mundo, muestra no competitiva que refleja lo que sucede en el formato documental; la sección Bertoko Begiradak, integrada por cortos y largometrajes producidos en Euskadi, así como otras sesiones especiales.

El Concurso Internacional de Cortometraje acogerá 58 películas procedentes de 33 países. Con la sección Bertoko Begiradak-Miradas desde Euskadi, Zinebi sigue apostando por el cine vasco más reciente. Muestra así un amplio panorama de las inquietudes temáticas y formales de los cineastas vascos. Se ha programado 5 largometrajes documentales y 33 cortos bien de producción vasca o en coproducción con otros territorios.

Sección Oficial

Reunirá en su 67ª edición 58 películas procedentes de 33 países, de las que19 películas son ficciones, 19 documentales y 20 animaciones. Este año destaca la presencia de cortometrajes producidos o coproducidos por compañías de Alemania (9) y Francia (7). En esta ocasión se han inscrito 9.090 películas, de ellas 650 vascas y del resto de España, una cifra que supone un récord histórico de inscripciones.

El equipo de programación del Festival ha seleccionado cinco producciones vascas que serán estrenadas a lo largo de los días 22 y 23 de noviembre en las primeras cuatro sesiones a concurso. Se tratan de El cuerpo de Cristo de Bea Lema, Geratzen den hori de Aitor Gametxo, Habana industrial de Ainhoa Ordoñez Yraolagoitia, Le prime volte de Giulia Cosentino y Perla Sardella y Ultramarino de Maren Zubeldia y Silvina Guglielmotti.


Palmarés y Jurado

Zinebi dará a conocer su palmarés el 28 de noviembre, con galardones que ascienden a una cuantía de 83.000 euros. Los ganadores de la Sección Oficial serán elegidos por un jurado internacional compuesto por cinco miembros formado por la artista marroquí y directora del Festival de Cortometrajes de Marrakech, Ramia Beladel, la escritora y cineasta francesa Callisto Mcnulty, la directora kosovar Norika Sefa, el director de cine de animación y músico croata Daniel Šulji y el director y guionista español Santiago Tabernero.


Beautiful Docs

Dentro de sus secciones paralelas, Zinebi presentará algunos de los mejores largometrajes documentales de 2024 en la sección Beautiful Docs. En esta edición reunirá 9 largometrajes documentales presentados en festivales como Venecia, Amsterdam, Locarno, FID Marseille o Visions du Réel, firmados por jóvenes documentalistas o grandes maestros del género. La sección se abrirá con With Hasan in Gaza del palestino Kamal Alfajari, una reflexión sobre la memoria y la pérdida a partir de imágenes filmadas en Gaza durante la Segunda Intifada. Le seguirá National Pride: from Jericho to Gaza del belga Šven Augustijnen, que acompaña a un diplomático palestino en su regreso a su tierra natal.
La nueva y magnífica película de Gianfranco Rosi, Below the Clouds, Premio Especial del Jurado en la Biennale de Venecia y que concursó en la pasada edición de la Seminci, reflexiona sobre la memoria, el miedo de la población civil al Vesubio y la historia subterránea de Nápoles.

El veterano Werner Herzog regresará a Zinebi con Ghost Elephants, un viaje fascinante por la naturaleza de Anglo que combina tradición y tecnología. Por último, destaquemos Fuck The Polis de la portuguesa Rita Azevedo Gomes, Mikeldi de Honor en 2023, que ganó el Gran Premio del FID Marseille; Bravo Benel del italiano Franco Maresco, sátira radical sobre el cine y su proceso creativo, y The Other World de Callisto McNulty, que rescata la memoria del sanatorio de Fontilles. 



Czech Focus, la magia animada de un país

Zinebi invita a descubrir una de las tradiciones más fascinantes del cine europeo: la animación checa. De los universos poéticos de Trnka, Zeman o Svankmajer a las miradas audaces de una nueva generación encabezada por Daria Kashcheeva (con la proyección de Electra y Daughter), esta retrospectiva recorre, a través de veinte títulos, casi un siglo de animación con muñecos, sombras y sueños convirtiendo a Chequia en un país donde la animación se consideró un arte mayor.


Imagen de la 67ª edición

 El ilustrador y director artístico José Luis Ágreda, recientemente nominado al Oscar por la película Robot Dreams, se ha encargado de crear la imagen de Zinebi de este año 2025. La elección de Ágreda, justifica el comunicado emitido por el Ayuntamiento de Bilbao, responde tanto a su prestigio internacional como a su profunda vinculación con Bilbao. Con un fondo amarillo, la composición transmite energía, movimiento y trabajo en equipo: una mujer directora con un megáfono destaca en grande junto a una microfonista y un cameraman, ya en menor escala. Se trata de reflejar la diversidad de las voces que participan en un rodaje. En palabras de Ágreda, se trata de un cartel que representa «la fuerza colectiva que impulsa al cine».

 


 

Entradas

El Festival cuenta un año más con diferentes sedes: Teatro Arriaga, Museo Guggenheim Bilbao, Sala BBK, Cines Golem-Alhóndiga y Auditorio de Azkuna Zentroa.

Para las proyecciones en el Auditorio de Azkuna Zentroa y los Cines Golem-Alhóndiga se podrán adquirir, desde el 3 de noviembre, entradas individuales (4,50 euros) y bonos de 10 sesiones (35 euros) a partir del 5 de noviembre en las taquillas de los cines. Además, ZINEBI emitirá unos bonos especiales al precio de 20 euros paran personas desempleadas y jubiladas (y mayores de 60 años), que también podrán adquirir entradas habituales al precio reducido de 3,50 euros.  Dichos bonos de 20 euros también estarán disponibles para estudiantes y jóvenes menores de 26 años.
 

domingo, 9 de noviembre de 2025

Seminci 2025. Palmarés

 La gorda del bar Stop

 


 

Son las dos de la tarde de un domingo. El Athletic Club juega a esa hora en que habitualmente los parroquianos se dirigen a sus casas tras haber tomado unas rabas con vermut, un crianza o un zurito con aceitunas o algo sin alcohol. Hoy no. El fútbol manda y el bar Stop se va llenando de parroquianos convirtiendo el bareto en un mini San Mamés. Buena ocasión para la okupación de hogares abandonados.

Le pido a Cecilia, «¡Hombre, ya llegaste de Valladolid... de la seminchi!», un crianza Viña Real y una ración de rabas. Es curioso cómo se vocaliza el acrónimo de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, SEMINCI. Todos aquellos profanos lo pronuncian italianizándolo. Misterios.

A medida que el colorido rojiblanco, lleno de bufandas y camisetas, cubre el lienzo, escribo en un papel la crónica del palmarés de la 70ª edición de la Seminchi. Sé que a estas alturas a nadie le importa lo que escriba. Si vociferara, los parroquianos del Stop, cuyas miradas se concentran de hito en hito en el pantallón donde ven a los jugadores iniciar el enfrentamiento futbolístico, no me oirían.

 

En primera fila, el jurado de la 70ª edición de la SEMINCI

 

Garabateo en mi cuadernillo que un jurado compuesto por los cinco tipos de la fotografía de arriba (el crítico francés Serge Toubiana, que dirigió la revista Cahiers du Cinéma, el cineasta portugués Joao Pedro Rodrigues, la cineasta Elena López Riera, la productora italiana Laurentina Guidotti y el director artístico rumano Mihai Chirilov) han otorgado ex aequo la Espiga de Oro a dos películas: a The Mastermind de la cineasta estadounidense Kelly Reichardt y a Magallanes del filipino Lav Díaz.

Añado en la libreta que Laurentina Guidotti afirmaba en la lectura del palmarés que «había muy buenas películas para elegir». Y eligieron, como ha ocurrido en estas últimas tres ediciones, lo que nadie esperaba que fuese a ganar. El jurado justificó el premio a Magallanes, en el que participan Albert Serra y Montse Triola como coproductores, porque «nos permite sumergirnos en el pasado desde el presente, releyendo la historia colonial desde una perspectiva compleja y crítica». El jurado ha destacado asimismo «su propuesta estética, fotográfica y temporal extraordinaria y su ambición narrativa, su rigor formal, su singular manera de articular la reflexión histórica con la experiencia cinematográfica» a través de la figura del navegante portugués, donde Lav Diaz despliega una propuesta estética y temporal que relee críticamente la historia colonial. 

Mientras que el premio para The Mastermind lo justifican afirmando que «la directora Reichardt con elegancia e ironía deconstruye las reglas del género para revelar lo que se oculta detrás de la acción: el deseo, la ilusión y el fracaso. A través de una narrativa que juega con las convenciones del cine de atracos, Kelly Reichardt despliega una mirada íntima sobre la fragilidad humana y la perseverancia humanas». Y tan dichosos ellos.

Levanto la mirada, pues el Athletic Club acaba de meter un gol ante el Real Oviedo. El bullicio me desvía de mi sentimiento de desprecio (¿tal vez exagero?) hacia ese jurado, quinteto de la muerte del cine. Leo los títulos de críticas escritas por el vulgo en Filmaffinity sobre The Mastermind: «Lentitud como arte o coartada», la muy descriptiva por su tipografía «Laaaaargaaaaa», la deconstructiva «The Masterbostezo», o la que corresponde a mi sentimiento mientras la vi, «Un atracón de aburrimiento».

La Espiga de Plata ha recaído en Silent Friend de Ildikó Enyedi, película que también se alza con el Premio Espiga Verde por su «reconfortante mirada en un mundo en crisis. Silent Friend revela, con una poderosa narrativa, el tema de la comunicación silenciosa, la relación entre los seres humanos y las formas de vida no humanas, y lo invisible que impregna la realidad». No le niego mérito artístico a una triple historia en sendos tiempos distintos del siglo XX con un nexo común como son los árboles y la investigación científica, en concreto por el centenario gingko biloba, árbol curioso donde los haya, pero en mi opinión está mal montada y el conjunto es desigual en interés.

El Real Oviedo acaba de marcar el empate. Un fallo garrafal del portero Unai Cantada lo ha hecho posible. La petición de más rondas de vinos y cervezas se incrementa para pasar el mal trago. Vuelvo a mi libreta para escribir el resto del palmarés.

 

Los argentinos Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini, premio Mejor Dirección

 

El Premio Ribera del Duero a la mejor dirección ha sido otorgado a los realizadores argentinos Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini por La noche está marchándose ya, «que con ternura y lucidez nos recuerda el poder del cine como espacio de encuentro y de resistencia política». El jurado añadía que el galardón subraya la capacidad de «celebrar la cinefilia, la amistad y el amor como gestos colectivos que nos invitan a seguir creyendo en el poder de la fabulación en un momento tan adverso para la creación audiovisual en la Argentina contemporánea». Como pueden ver se trata de otro premio con orientación ideológica: una patada en los dídimos de Javier Milei. Pero me apuesto a que a Javier Milei le gustará saber que la película ha sido producida sin subvención alguna del INCAA, Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina. Entre otras cosas porque no tiene un peso actualmente. 

Recuerdo que antes de la lectura del palmarés, el director José Luis Cienfuegos nos comentaba que la edición 70ª había batido récord de espectadores, superando «en un 6% aproximadamente los 98.000 de la pasada edición». Y posteriormente se caía al retroceder en un hueco del escenario convirtiéndose, como él dijo con cierto humor, en un meme: «Nunca pensé que me convertiría en un meme». 

El gol del Real Oviedo es anulado por fuera de juego. Pero la cara de Unai Cantada Simón es un poema de preocupación. La afición del bar Stop respira. Y yo también cuando he de rememorar los dos premios de interpretación, pues no la cagaron como el cancerbero bilbaíno. Eva Víctor gana el femenino por su trabajo en Sorry, Baby, película que también dirige y escribe, y Harry Melling por Pillion de Harry Lighton. «Ambos sostienen con brillantez dos dramas agridulces llenos de toques de humor. Humanizan estas películas y hacen estallar su núcleo emocional, transformando la experiencia cinematográfica en el puro placer de una narración sensible». Pues sin que sirva de precedente estoy de acuerdo. 

Pero esto no dura mucho. Porque el Premio a la Mejor Fotografía recae en Christopher Blauvelt por The Mastermind, «por el refinamiento de sus atmósferas, las composiciones de luz que acompañan una visión estética en perfecta armonía con al narrativa» de Kelly Reichardt. Mira qué curioso, en este momento la señal del partido se ha ido y la pantalla en negro. Parroquianos solicitando a Cecilia, la dueña del bar Stop, que reinicie la señal. Será casualidad que mientras esto escribo recuerdo haber comentado en el Teatro Calderón a un compañero si la proyección de The Mastermind estaba sufriendo algún problema en la copia digital porque había momentos en que apenas se apreciaban los rostros de los actores. Ahora a eso le llaman fotografía.

 

 

Franco y Arostegui, Premio Miguel Delibres al Mejor Guion por Subsuelo

Fernando Franco y Begoña Arostegui se alzaron con el Premio Miguel Delibes al Mejor Guion por Subsuelo, un reconocimiento a su concepción como «una bomba de relojería llena de giros impactantes y revelacioines silencioisas que desafía hábilmente las expectativas del público». Pues vemos cómo este jurado da una de cal y otra de arena. Como si fuera las dos versiones de Mr. Hyde y Jekyll, algo parecido al juego exquisito del Athletic Club y su desacierto con el gol. Así que la contra cara vino con el Premio José Salcedo al mejor montaje para Nili Feller por Yes, obra que el jurado definió como «tanto un rompecabezas como un desafío mental» que por el «brillante y preciso montaje de Nili Feller nos invita a sumergirnos en el universo abismal de uno de los cineastas contemporáneos más fascinantes y audaces». Se trata del israelí Nadav Lapid. Y seguro que la noche del sábado en la ceremonia de la entrega de premios, un grupo animoso propalestino y antiisraelí estaría dando la murga delante del Teatro Calderón. Yo no pude comprobarlo pues ya estaba de camino a Bilbao.

El Athletic Club gana el partido por la mínima: 1-0. Alguien que acabe de llegar aquí se preguntará qué pinta en el titular la gorda del bar Stop. Pues les diré que cuando era joven, en esa década de esplendor que son la veintena, había una chica llamada Paulova de origen rumano, gordita, con grandes tetas algo caídas ya para su edad, de culo espléndido y brazos rechonchos, rostro regordete y mofletudo y su voz... Ahí creo que atesoraba su éxito: ese hilito de voz sensual y cálido. 

Estando un buen día viendo en el Stop la final de un partido de fútbol, se hallaba la cuadrilla buyanguera que llamaban Pintxo Frío. La mayoría, unos tarados, algunos despreciables y pocos pudieron regresar a la senda del camino recto. Pues bien, mientras transcurría el partido iba viendo cómo al poco rato iba entrando y saliendo del baño al fondo algún miembro de Pintxo Frío con una carita de haber ganado la final. Poco tiempo después se rumoreó que Paulova se cepilló entre gol y gol del Athletic Club a varios de la cuadrilla. Me cuadra.

Hilo esto con el palmarés en el sentido de que dos de las películas truño-fofas de entre las 21 que aspiraban a la Espiga de Oro se llevaron al catre al Jurado. En ocasiones se cree que las rubias deseadas follan más y mejor, pero eso no pasa en muchas ocasiones. Al menos no en mis tiempos, pues eran más selectivas; la feas, en cambio, tenían más tragaderas. Así que películas como Resurrection de Bi Gan, el documental Below the Clouds del italiano Gianfranco Rosi, Sound of Falling de Mascha Schilinski, La chica zurda de Shih-Ching Tsou o Dos fiscales de Sergei Loznitsa se fueron de vacío por ser las más atractivas del baile. Ahora son los filmes con flequillo cortado al hachazo, tatuajes en la espalda o en antebrazos, medias rotas, faldas cortas, botas negras militares y muslamen imposibles de digerir visualmente las que se tiran a los miembros de los jurados. Allá ellos con sus gustos.

sábado, 1 de noviembre de 2025

Seminci 2025: Jornada 8ª

La vaca se quedó sin leche en la Seminci el último día


Junto a la actriz Isabelle Renauld 


La mañana de la última jornada semincera del viernes fue para ver la película de clausura, Siempre es invierno de David Trueba y las dos últimas de la Sección Oficial a concurso: Orphan y Yes.

Los festivales suelen programar casi siempre pelis -obsérvese que no digo películas o filmes- para que ese público, antaño emperejilado, que gusta de pavonearse y cerrar contratos de construcción o financieros, asista al certamen dando una buena impresión burguesa en el mismo.

Para ello tenemos a David Trueba, hombre de verso habilidoso, agradable y cálido conversador, culto y, por qué no decirlo, con cierto atractivo para algunas mujeres con ese abundante pelo cano. El amor en el mundo femenino entra mucho por la palabra, por el oído. Presentó Trueba su adaptación al cine de su novela Blitz (2015) publicada por Anagrama. 

La filmografía del director madrileño no destaca en demasía salvo por La silla de Fernando y Saben aquell, en esta última con un notable David Verdaguer. Vuelve a recurrir a él para encarnarse en Miguel, un arquitecto paisajístico que viaja a Lieja para asistir a un congreso de arquitectura junto a su pareja (Amaia Salamanca). Trueba se la juega en el primer plano de la peli, pues muestra la causa de todo lo que le pasará a Miguel en la historia. En un kebab, mientras pide una consumición, su novia sentada en la mesa manda por error un mensaje a Miguel en lugar de a su antiguo novio con el que ha reiniciado relaciones a espaldas del oficial. La carita de Verdaguer es de cordero degollado, junto al texto de whatsapp en la pantalla: «Hola amor. Todavía no se lo he dicho. No he encontrado el momento todavía», bueno o algo parecido. 

El tiempo se detiene. O debería detenerse porque son cinco años de relación sin hijos. Lo único que se le ocurre decir al pánfilo a su Marta es que está bien y que quiere quedarse unos días en Lieja. Allí conocerá a una sesentona llamada Olga y... paguen la entrada para saber qué pasa después. 

Me ocurrió una cosa curiosa. Mientras contemplaba a la actriz que encarna a Olga, Isabelle Renault, mi cerebro saturado, alcoholizado por millones de imágenes me decía que la conocía de algo. Y así era: estaba en una de las más emocionantes películas que vi en el siglo XXI: El pabellón de los oficiales de François Dupeyron. Así que sufrí una aparición mariana. Fruto de ello concebimos la foto de arriba.

En rueda de prensa, David Trueba no quiso mencionar que el relato es en parte autobiográfico, pues debió escribirlo tras conocer que su exmujer se había enamorado de otro. El consejo que nos dio a los allí presentes -nadie se movió de la silla hasta el final, por cierto, cosa que no ocurre con otros directores, sobre todo si extranjeros- es que si uno pasa por una crisis sentimental lo mejor es salir a la calle. Espero que a uno no le pille una crisis sentimental en Lieja, pues en opinión de David Verdaguer, Lieja, ciudad natal de los hermanos Dardenne, que pillarán premio este año me temo, es de las ciudades más feas que hay.

Hay dos frases que definen la esencia de la película. Una se la dice Olga tras encontrarle sentado en un banco público, abatido y aterido de frío, e invitarle a su casa para que no muera congelado: «Si no hay amor, siempre es invierno». La segunda la dice Miguel pero tendrán que gastarse el dinero de la entrada porque yo en estos momentos no la recuerdo.





Orphan es la propuesta de un director húngaro llamado Lászlo Nemes, que se puso en el mapa de los cinéfilos y menos en el de los espectadores comunes, por una obra que ganó el Oscar a Mejor Película Internacional titulada El hijo de Saúl. En esta ocasión, en su tercera obra fílmica, vuelve a la figura del hijo con tintes autobiográficos. La sitúa en el Budapest de 1957, después del aplastamiento por parte del régimen comunista de la disidencia. Es casi lo de menos, pues  lo fundamental es la rabia que lleva Andor, que no hace más que rezar por llegar a conocer a su verdadero padre, desaparecido en la II Guerra Mundial. Lo peor de esta obra de 132 minutos es el guion, que da vueltas a la noria por saber si hallará o aceptará a un carnicero que dice ser su padre. Contiene una secuencia final en una noria realmente sobresaliente, pero el resto del metraje me pasé deseando la muerte de un huérfano insufrible. Las heridas de la infancia se han retratado mucho mejor en otras películas de esta edición de la Seminci, por ejemplo en Sorry, Baby o en la más agradable de ver La chica zurda.




La noche se prometía movidita en el Teatro Carrión pues se proyectaba Yes del director israelí Nadal Lapid. Una manifestación de unos doscientos pro Palestina se congregaban ante las puertas del teatro gritando algo de que era una vergüenza proyectar filmes Made in Israel. Lo que más me cabrea es que los manifestantes no habían visto la película y no tenían ni puta idea de qué iba. Yo aguanté una hora de los 149 minutos de metraje. La historia está contada e interpretada como si todo el plantel artístico y técnico estuviera colocado constantemente y la cámara no deja de girar y moverse de arriba abajo y de abajo arriba, girando como si fueran Franco Battiato cantando Yo quiero verte danzar (ya saben, Yo quiero verte danzar como los zíngaros del desierto con candelabros encima...),  en un estado demencial de creación autoral, de diálogos imposibles, de besitos, de fiestuquis, de noticias de guerra. Llegué a escuchar la versión del Aserejé hasta el punto de que llegó a gustarme porque yo ya estaba en estado cocainómano. 

Llegué a entender, entre diálogos de besugo, que un tipo llamado "Y", pianista y animador de fiestas de alto nivel (aparece por ahí el jefe del Estado Mayor y otros figurantes de finanzas y demás High Society) y su bombón de esposa están tratando de sobrevivir a la guerra en la que su país está inmerso. Hasta que le mandan componer una letra para un himno nacional. Supongo que el tipo entraría en crisis entre su deber moral con la patria israelí y tener la sensación de que su alma artística se vendía por un montón de pasta que le solucionaría la vida a él y a su familia. Pero no aguanté más y recogí mi bolsa y me marché del Carrión para no perder más tiempo en majaderías. El Ribera de Duero y la buena compañía hicieron que la noche no fuera para pegarse un tiro. 

Por cierto, dentro del teatro, el personal de seguridad vigilaba por si algún majadero de los que se manifestaban fuera había entrado para dinamitar la proyección. ¿Creen que alguien pagó la entrada para ello? Ya saben, cuando uno se tiene que rascar el bolsillo, no hay distinción entre progres o conservadores.






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