Españolito, una de las dos Españas te helará el corazón
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Julio Medem en la presentación de 8 en el Guggenheim de Bilbao junto a la directora del Silver Film Festival, Marian Gerrikabeitia |
Decía Julio Medem en la presentación de 8 en la sala del
Museo Guggenheim de Bilbao el pasado miércoles 26 de marzo que el público
debía verla sin “pensarla mucho, dejarse llevar por la silueta del número 8,
por su forma circular que se cruza, por cómo esa estructura tiene sometida a la
historia y a los personajes, en secreto. Dejad de aplicar las reglas de la
realidad estricta. 8 tiene su realidad paralela, su propia meta, tiene dentro una
magia secreta e invisible que la sujeta y que tiene sentido. Dejad que 8 sea
todo lo que ella quiere ser, todo lo poética que le dé la gana, todo lo libre,
todo lo osada y, sobre todo, emocional. Espero que os dejéis llevar por las
emociones”.
8 arranca con una cita del poeta Antonio Machado: “Ya hay un español que quiere, vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Toda una declaración de intenciones de por dónde va esta historia sobre los 90 años de la vida de Octavio y Adela, desde que nacen el día de la proclamación de la República hasta el año en que la pandemia del COVID hizo aparición en 2021.
El director de Vacas (1992) lo lleva diciendo desde que
empezó haciendo cine: “Dejad la cabeza de pensar debajo de la butaca”, advertía
al público asistente, “y ved el cine con la cabeza de emocionar. Sé que hay espectadores, en especial, críticos de cine, a los que
debería haberles avisado antes de ver 8, que no fueran tan racionales. A 8 los
juicios racionales no le van a sentar bien”. Lo decía Medem porque su obra no
fue bien recibida por la crítica en la pasada edición del 28º Festival de Málaga.
Se le notaba dolido, y eso que no lee las críticas según nos confesaba.
La proyección fue en el marco de la 3ª edición del Silver Film Festival de Bilbao. Acompañó la presentación la directora del certamen, Marian Gerrikabeitia Barrón y también estuvo el coproductor de la película Rodríguez Espinel de Morena Films.
Entre el público también estaba parte del equipo de rodaje,
la parte vasca, a la que Medem agradecía su labor, “porque os lo puse difícil. Primero
me lo puse difícil a mí al querer contar una historia de noventa años de la
vida de Octavio y Adela, desde que nacen, contando ocho momentos de su vida en
sendos planos-secuencia, que tienen una gran exigencia técnica. No había hecho esto en
la vida".
Pregunta: ¿Cuántos años te ha costado llevar a cabo este proyecto?
Julio Medem: Tres años. He tenido que producirla yo también porque no encontraba productora. Me ha costado muchísimo. Cada vez es más difícil encontrar financiación. Además, mi cine es...
P.: Personal, especial...
JM.: Es que no me sale de otra forma. Es antinatural en mí. Es mi limitación también a la hora de encontrar financiación. A mucha gente [de rodaje] le he exigido un esfuerzo muy grande porque la película tiene un nivel de complejidad formal, visual y romántico también muy grande.
P.: ¿Estás contento con el resultado de 8?
JM.: Creo que el resultado es mejor de lo que esperábamos. Eso pasa cuando trabajas intensa y colectivamente en el proyecto. Cuando me puse a ensayar con los actores, les dediqué el doble de tiempo que al rodaje. Y al rodar, me planteo el mejorar el nivel que hemos logrado en los ensayos, superar lo que hemos imaginado. Esto me pasa desde que empecé. Es una aspiración que tengo desde que empecé mi carrera artística, tal vez sea una aspiración un poco infantil. Sí, tengo la sensación de que esta película ha sido algo mejor de lo que yo había imaginado.
P.: ¿Qué tal va la distribución?
JM.: Está vendida ya en toda América Latina, lo cual me satisface muchísimo porque allí tengo un público potente también.
P.: Es una película que viene muy bien al ambiente que vivimos hoy en la política, con mucho enfrentamiento en la sociedad española. Veo un mensaje de que nos tenemos que entender ante este frentismo de hoy en día. ¿Es así?
JM.: Te agradezco mucho la pregunta. Cuando la escribí al principio, la escribía sin pensar, no sabía hacia dónde iba. Dejo al "niño" ser libre. Al terminar de escribir el capítulo 2, me di cuenta de que estaba hablando de las dos Españas. Los protagonistas, Adela y Octavio, con ocho años pierden a sus respectivos padres a manos, digamos, del otro: uno durante la guerra civil y el otro en la postguerra. Y ellos no lo saben, el espectador sí. A mí me pareció tan fascinante para continuar con la historia, que me dije: "Creo que estoy hablando de España". Ahí es cuando me di cuenta racionalmente de que podía estar hablando de lo que nos pasa a los españoles.
P.: ¿El trauma de la guerra civil?
JM.: Tenemos como ese trauma que tienen los niños que luego crecen con él. En el subconsciente colectivo español creo que tenemos el trauma de que nos hemos matado entre hermanos en la guerra civil. Quise ser psiquiatra, y me ocurre que suelo proponer como terapia el visibilizar, poner a la luz el trauma. Ha pasado esto, y en la medida en que ponemos a la luz el trauma, lo que nos ha pasado y se identifica, podemos entonces pensar en que no se puede repetir, en que podemos superarlo. Lo contrario, es negarlo, no encararlo tiene el peligro de que se puede repetir.
P.: ¿Ese peligro de repetir el error de la guerra civil está en la secuencia del enfrentamiento a muerte entre los hinchas de fútbol del Real Madrid y el F. C. Barcelona?
JM.: En ese enfrentamiento entre machos alfa en ese callejón me di cuenta del segundo clima de cainismo tras la contienda civil. A partir de ese momento, me preguntaba hasta dónde podíamos llegar, ¿a otro estado de preguerra entre españoles? Porque estamos ahí, en un estado de preguerra psicológica e ideológica.
P.: En la película, el perdón es un asunto capital, ¿no?
JM.: Para mí lo importante eran los personajes y su seguimiento, detrás estaba España como telón de fondo, pero lo fundamental eran los personajes, lo que les pasa y lo que sufren, cómo son sus vidas. Hubo un momento en que creé la ceremonia del perdón, de una forma bella y tan plástica, para que una parte pidiera perdón y la otra supiera perdonar. De esa manera, el amor tiene vía libre, lo mejor que les ha pasado en sus vidas a Adela y a Octavio es haber podido enamorarse.
P.: ¿No cree que es un poco ingenuo lo que plantea en la película?
JM.: En el proceso de escritura yo voy buscando, voy descubriendo apartando la razón siempre. Me di cuenta de que estaba creando también una propuesta de conciliación, muy utópica. Bueno, es poco esperable que en España ocurra el perdón si quiera. Pero los personajes se comprenden y se entienden. Insisto, es un viaje emocional. Ellos se enamoran, punto. Hay quien dice, ¿las dos Españas se enamoran? Bueno, pues sí, ¿y qué? Pero sobre todo se enamoran Octavio y Adela, cada uno viviendo en una España, de acuerdo. ¿Por qué no puede ser esto una luz? Ya lo dice el padre de Octavio cuando están en el río pescando: lo mejor que te puede pasar en la vida hay que buscarlo con esperanza y paciencia. De ahí que la caña de su padre vaya pasando por varios comedores, como símbolo de que voy a conseguir algo con paciencia y esperanza: el amor de Adela.
En este momento, interviene Rodríguez Espinel, uno de los productores de Morena Films, que ha colaborado en que 8 haya podido ver la luz:
RE.: Quería comentar que es curioso que el premio que nos han dado en el Festival de Málaga haya sido el del Público. Me llena de esperanza, pues en una sociedad tan polarizada como en la que estamos viviendo, tan crispada, que sea el público el que valore este mensaje de esperanza y de conciliación que tiene esta película me reconcilia con la sociedad. Creo que todavía hay luz, que no todo está perdido en esta sociedad que nos quieren hacer creer que estamos superpolarizados y que no hay solución.
P.: ¿Qué hizo que la productora Morena Films entrara en la financiación de la película?
RE.: 8 es un proyecto personalísimo de Julio, por el que peleó como un león durante mucho tiempo. Morena Films había producido alguna de las películas anteriores de Medem. Un día acude adonde Álvaro de Longoria, que es otro de los integrantes de la productora, pero él estaba con otros proyectos. Me la pasó a mí. Es mi tercera participación en un largomentraje. Julio quería que Longoria estuviera acompañándonos. Era un reto para mí. En parte yo me dedico a la producción por alguna de las películas de Julio Medem. Era un proyecto que sobre el papel parecía fácil. Longoria me comentó que la historia consistía en 8 planos secuencias que se podía rodar de una manera sencilla (risas). Pero como se puede ver es un reto detrás de otro reto, con ocho secuencias de ocho momentos de la historia de España como telón de fondo. Eso quiere decir que son ocho películas de época con su trabajo de dirección de arte realizado por Montse Sanz. Además, es una puesta cinematográfica a nivel de fotografía complejo, porque además de ser planos-secuencias la cámara no está quieta en ningún momento.
P.: Pero ¿hubo más complicaciones además?
RE.: Sí, porque trabajábamos con los mismos actores durante los ocho actos [durante 90 años], lo que nos llevaba a unos procesos de maquillaje que al director tan sólo le dejaban una hora de rodaje al día. Ha sido un viaje para valientes, donde hemos encontrado muchos noes tanto de financiadores como de técnicos artísticos. Nos decían que estábamos locos.
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Ana Rujas y Javier Rey, protagonistas de la historia de 8. |
P.: Julio, ¿cómo surge la idea de narrar esta historia en ocho planos secuencia con la dificultad que entraña tras siete años sin ponerte detrás de la cámara?
JM.: La idea surge, como surgen en general las ideas en mis peliculas, de una manera subconsciente. Aparto la razón, y dejo que mi versión de niño libre, que nunca crece, como ser creativo, me dé ideas. Quería contar qué podía pasar entre dos personas que, habiendo nacido el mismo día y muy cerca, en dos pueblos pequeños de la Sierra de Madrid, cuál era la fuerza de atracción entre ellos, describir ese hilo rojo invisible, como dicen los asiáticos, que pueden conectarlos. El capítulo 1 fue el germen de 8. Así empecé a escribir la historia: dos personajes nacen a la vez y cuyas vidas hacen un ocho. El número me llevó a pensar en narrarlo todo ello en un plano secuencia, todo de continuo, como escribir el 8. Y de ahí que al contar la historia de ellos, de sus conexiones en el resto de sus vidas, fuera distribuida en 8 capítulos. Y al recorrer los 90 años de ellos, me di cuenta de que también detrás transcurría España, la España de cada uno. En principio no quería contar tanto, sólo la intimidad de dos personas.
P.: El plano secuencia en el cine es un plano que se supone continuo en el espacio y en el tiempo, pero en tu película no es siempre así.
JM.: Ocurre algo que tiene mucha magia y yo no lo sabía. Fue una sorpresa. Eso de estar creando una ficción, aunque sea con un plano continuo conectado con el tiempo, resulta que es posible lo que llamo la elipsis continuada. En el inicio, que es lo primero que rodamos, vemos las contracciones de la madre del protagonista. Su marido se despierta, enciende la luz, y ella le dice que va a nacer el hijo. Y nace. Han pasado unos minutos. En la vida real es imposible. Sin embargo, tú lo ves todo en un plano secuencia sin interrupción, y lo que sucede lo aceptas aún habiendo una elipsis. Y esto pasa en otras ocasiones en la película.
RE.: Es interesante el proceso que ha experimentado Julio a lo largo de todo el proceso de creación de la película. Durante la fase de postproducción, él se dio cuenta de que no se trataba de hacer un buen plano secuencia, sino de encontrar su propio lenguaje. Lo vemos con el plano en blanco con taconeado flamenco, con la doble pantalla ["split screen"], con otras cosas, lo importante es el lenguaje de Julio y que consigue que la forma de contar la película sea más rica.
P.: ¿Por qué estamos asistiendo hoy en día a películas que no bajan de dos horas?
JM.: Llevo haciendo películas de dos horas desde Tierra (1996).
RE.: No creo que hay una estrategia previa de producción para que dure tanto. Cada historia necesita su tiempo para ser contada. Lo que creo es que es un error tratar de encorsetar todo en una hora y media porque es lo que el público espera. Si la película está bien contada, la gente aguanta. El público que ha visto esta película nos ha comentado que no parece que dure dos horas porque tiene buen ritmo. Hay documentales de 50 minutos que se te hacen bola.
JM.: Cuando comencé como cinéfilo, que lo fui y mucho más que ahora, tenía 18 años y las películas duraban 90 minutos. Hay muchos filmes magistrales con esa duración clavada. Poco a poco empezaron a ser más largas.
P.: Comentas que antes eras más cinéfilo, ¿qué directores o corrientes te siguen inspirando?
JM.: No estudié en ninguna escuela de cine. Fue mi padre quien me enseñó. Era un cineasta, como se decía entonces, amateur, de 8 mm y super 8. Me enseñó a coger la cámara, a encuadrar y luego a montar. Tenía 14 años pero yo quería ser psiquiatra. Me gustaba mucho el cine, escribía poesía y novela, ahí creció mi parte creativa. Sin embargo, había una parte de mí que me daba vergüenza, era tan tímido... Mi padre me decía que era demasiado buena persona para ser director de cine, "significa ser capitán de barco, tú no tienes nada de autoritario". Le daba la razón. Íntimamente quería ser psiquiatra, por eso estudié medicina. Soy médico aunque nunca ejercí.
P.: ¿Y cómo fue el paso de médico a cineasta?
JM.: En 4º de medicina, empecé en La voz de Euskadi, que era un periódico de Donosti. Me presenté a un concurso de crítica cinematográfica ya que era muy cinéfilo. Me leía todo, incluso guiones de películas que aún no había visto, como las de Bergman, Bertolucci, Truffaut... Escribí una crítica de la película de Fernando Colomo, Estoy en crisis (1988), y a raíz de ello me llamaron para ser crítico de cine con 21 años. Como tenía una cara de crío, tenia un amigo llamado Aitor, de 30 años y con barba, que iba en vespa a Lezo, donde estaba la redacción y entrega ahí las críticas. Así que pensaban que él era Julio Medem, el crítico. Un buen día, en un festival en septiembre, me hallaba en una rueda de prensa tras el pase de La ley de la calle (1983) de Francis Ford Coppola y, de pronto, noto un dedo en mi espalda: "Oye, ¿tú no serás no serás Julio Medem, no?". Era Juantxo, el jefe de cultura de La voz de Euskadi que me había descubierto. Yo ya pensaba ser director de cine, pero me parecía algo... Terminé medicina porque llegué a 4º curso, pero ya realmente entonces decidí que ya no quería ejercer de médico.
P.: Y entonces diste el salto al mundo del cine.
JM.: Hice mi primer corto [Patas en la cabeza (1985)] en 35 mm. Me ayudó Aiete Films, la productora de Javier Aguirresarobe, Imanol Uribe y de Carlos Berridi. Me ayudaron prestándome todo. Presenté en Bilbao. Aquí había el mejor Festival de Cortometrajes del mundo. Con mi primer corto gané aquí un Mikeldi y me dije que me quería dedicar a esto. Así que fue esta ciudad en la que presenté mi primera película en 35 mm.