As bestas vs enciclopédicos
¿Qué hace a una persona quedarse en un sitio cuando ha vivido una
experiencia dramática que le toca de lleno? A diferencia de los árboles, por
ejemplo, las personas tenemos la opción de alejarnos de aquellos lugares donde
hemos convivido con el drama, sobre todo cuando cada día tu vecino te recuerda
y alimenta el dolor padecido. El traslado a otro lugar no cura las heridas,
aunque las alivie, pues la pérdida o el trauma se llevan dentro de uno mismo.
Los árboles, haga sol, nieve o se enfrenten a sequías o a torrentes, han de
aguantar estoicamente en el lugar donde han florecido.
As bestas de Rodrigo Sorogoyen habla de las oportunidades perdidas para
poder salir de la miseria que ata al campesino a la tierra, en este caso, a la
Galicia rural, donde cientos y cientos de gallegos tuvieron que emigrar a otros
lugares que ofreciesen un futuro más prometedor. La ocasión llega con la implantación
de los molinos de viento en terrenos que apenas dan para vivir. Y claro, se
necesita la firma de varios propietarios para poder instalarlos en el concello
donde viven, so pena de que si no hay unanimidad la empresa los unicará en otra.
La película tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera es más
masculina, los protagonistas del conflicto son los hermanos Anta (magníficos
Luiz Zahera y Diego Anido, uno hablando y este en su silencio) frente a una
pareja de franceses de mediana edad (Antoine y Olga) que han decidido vivir de
lo que les da el terruño, cautivados por el paisaje interior de Galicia. Se
niegan a firmar la venta. Antoine es la parte racional del conflicto, los Anta
son “as bestas”, los que no soportan que unos “extranjeros” nieguen el pan y el
vino a los autóctonos, negándoles salir de la pobreza, de sacudirse “el olor a
mierda de vaca”. Cada uno tiene sus razones, cada uno trata de lograr sus
aspiraciones. Soberbia la escena en la que los tres se reúnen en la taberna del
pueblo para dirimir sus –irresolubles– diferencias. Un plano medio fijo de
varios minutos y con un diálogo y actuación que queda en la retina.
As bestas arranca con una escena basada en una tradición gallega, la de “rapa
das bestas”, consistente en medir la fuerza de los hombres domeñando caballos
salvajes tan sólo con el uso de la fuerza de los brazos. Es un augur metafórico
evidente (rodado a cámara lenta) de cómo
acabará la primera parte.
Hay un asunto que me ocurrió que quisiera compartir. Me costó entrar en la película o, mejor dicho, sentir la violencia soterrada que brotaba desde el principio. Tal vez sea cosa mía, pero me identificaba más con los hermanos Anta que con el bueno de Dénis Menochet, tal vez porque su actuación sea más comedida, educada, menos sobresaliente que la de Zahera y Anido en su presencia amenazante, o, simplemente porque los malos bien caracterizados siempre seducen más que los buenos de alma cándida.
Dos partes diferenciadas
En el segundo bloque, cobran protagonismo las mujeres. Y es aquí, en mi
opinión, donde mejora el ritmo de la película y cobra un mayor interés si cabe, frente
a una primera más arrítmica. Como decía arriba, qué hace a Olga quedarse en la
aldea tras un año de la sospechosa desaparición de su esposo. La secuencia
cumbre de esta parte la rueda Sorogoyen con la disputa entre Olga (Marina Foix) y su hija
(Marie Colomb), que viniendo de Francia trata de convencer a su madre de dejar
ese proyecto de vida que ya no tiene mucho sentido.
¿Es el amor a su esposo el que la obliga a quedarse? ¿Es la búsqueda por saber qué ha sido de él tras su desaparición? ¿O tal vez, ella es el testigo
continuador de un proyecto de vida alejado de la supuesta Francia civilizada y urbana?
Sea la respuesta que dé el espectador, a buen seguro que el director de “Que
Dios nos perdone” o “Antidisturbios” será protagonista muy pronto en los Goya
que se celebrarán en 2023. Al tiempo.
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